El cuerpo del escritor fue trasladado desde la isla de Lanzarote, donde vivía, hasta Lisboa en un avión de las Fuerzas Armadas portuguesas. Viajaron con él su esposa, su hija y autoridades lusas. Fidel y Raúl Castro mandaron una corona.
"Até sempre camarada" , hasta siempre. Un mensaje, uno apenas entre los miles que dejan los lectores en las páginas Web de los diarios. El viernes, a los 87 años, murió José Saramago. Murió en Lanzarote, la isla que lo cobijaba como una casa desde 1993. Antes de subir al avión de las Fuerzas Armadas portuguesas que llevaría los restos del Premio Nobel de Literatura a Lisboa, la viuda del escritor, Pilar del Río dijo: "La de hoy fue, lamentablemente, la despedida definitiva de José Saramago de la isla de Lanzarote". Dijo, también, "el último viaje con José ha sido especialmente tranquilo, como él".
En el avión, enviado por el gobierno de Portugal viajaron familiares y autoridades lusas, como la ministra de Cultura, Gabriela Canavilhas, la hija de un matrimonio anterior, Violante Saramago, y otros familiares y amigos muy cercanos. Con el tratamiento que se reserva a un dignatario del Estado, el féretro de Saramago, cubierto por una bandera portuguesa, fue trasladado a hombros por un grupo de soldados, ante una guardia militar de honor, desde el avión que lo trajo de Lanzarote hasta el vehículo fúnebre que lo trasladó al Ayuntamiento de Lisboa, donde se instaló la capilla ardiente.
Antes de la partida desde Lanzarote, Saramago había sido velado en una ceremonia más íntima, en la biblioteca de la sede de su fundación en la isla. En medio de los libros, tantos, propios y ajenos.
El traslado de los restos desde el avión al coche fúnebre se hizo en medio de un silencio que parecía hablar, ante la mirada triste de los familiares y amigos del escritor y sin ceremonias especiales. El cortejo fúnebre que acompañó los restos del Nobel pasó lentamente ante la sede de la Fundación José Saramago, cerca del aeropuerto de Portela. Ahí lo esperaban el alcalde de la capital, Antonio Costa, y numerosas personalidades y autoridades gubernamentales, a las que se sumó la ministra española de Cultura, Angeles González-Sinde. Saramago, portugués, vivía en la isla española de Lanzarote: en 1992, el gobierno de su país retiró su candidatura de un premio europeo. En Portugal hubo, además, una fuerte reacción católica por una de sus novelas, El evangelio según Jesucristo .
Y la gente formó enormes filas para despedir "a quien fue un gran portugués, no sólo como escritor, y deja una marca muy profunda en el alma portuguesa", como dijo el primer ministro de ese país, el socialista José Sócrates. Muchos de quienes se acercaron al Ayuntamiento llevaban entre sus manos claveles rojos , un símbolo de la revolución que Saramago acompañó y que puso fin a la dictadura de Salazar, en 1974. Entre las coronas de flores que rodeaban el féretro, había dos con los nombres de los dirigentes cubanos Fidel y Raúl Castro . El escritor mantuvo con Cuba una relación de amistad, aunque con momentos ríspidos.
El féretro con los restos de Saramago ingresó a la sede municipal ayer a las 15.30, en medio de los aplausos de la gente que rodeaba el edificio. De la fachada colgaban dos enormes carteles con la fotografía del escritor y, apenas, dos palabras: "Gracias, Saramago" .
Fueron muchos los que evocaron el compromiso político de Saramago, entre ellos, los escritores colombianos Laura Restrepo y Alvaro Mutis, el chileno Luis Sepúlveda y el gran escritor mexicano Carlos Fuentes, quien lo definió como "un hombre con mucha rabia . Y qué bueno porque se enojaba con los hijos de puta".
Toda Lisboa estaba conmovida, pero especialmente los miembros del Partido Comunista Portugués. El secretario general, Jerónimo de Souza, encabezó la delegación oficial del partido en el aeropuerto para recibir el féretro. Aunque estaba algo distanciado de la línea oficial del partido, Saramago nunca dejó de definirse como "un comunista hormonal". Por el Ayuntamiento, también pasaron ministros de Angola y Guinea Bissau, que integran la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa, y la candidata presidencial de Brasil por el Partido de los Trabajadores, Dilma Rouseff. Hoy llegará a Lisboa la vicepresidente primera del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, para asistir a los actos en homenaje al escritor.
El cuerpo de José Saramago será llevado hoy al cementerio del Alto de San Juan, donde será incinerado. Y, tal como deseó, sus cenizas se repartirán entre Portugal y la isla de Lanzarote.
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