TERRITORIOS DEL NORTE ARGENTINO
Un estudio sobre la distribución del territorio en el norte argentino alerta sobre las consecuencias socioeconómicas que este inequitativo reparto provoca. No se trata sólo del acceso a la tierra, sino también a los recursos naturales.
Por: MARTIN W. PRIETO
Ya en pleno festejo del Bicentenario, habría que preguntarse si siempre fuimos la misma Argentina envejeciendo, o muchas argentinas diferentes atadas con el hilo del deseo. En nuestra corta pero profusa historia obedecimos a varias interpretaciones antagónicas de lo que es y lo que debe ser la Argentina. Una forma de ver esto es a través de los modelos hegemónicos de desarrollo. En el último medio siglo pasamos de forjar una paciente industria nacional al vértigo del neoliberalismo y la apertura indiscriminada a la manufactura extranjera. Si bien todos los modelos políticos han buscado el desarrollo, muchas veces sus premisas estaban diseñadas más para negarse unas a otras que para integrarse, y la palabra ha quedado al vuelo del diccionario político de turno. Hoy, en el mapa internacional somos un país subdesarrollado, o, según una terminología más gentil, en vías de desarrollo, derrotero que compartimos con naciones tan dispares como Arabia Saudita, Laos y Brasil.Quizás estemos secretamente sellados por la ignominiosa profecía (cada año refutada) de que la Argentina está condenada al éxito.
Será que en el fondo lo que nos condena es la saturación de territorio fértil y otros recursos naturales. Este imperativo fuerte que pesa sobre el destino nacional dirige la atención a una necesidad de pensar cómo concebimos el territorio y qué idea de desarrollo queremos impulsar.
El desarrollo y sus lógicas en disputa en el territorio del norte argentino (Ciccus) es una compi- lación de trabajos de investigadores en varias disciplinas, que tratan la problemática del desarrollo territorial y las políticas públicas que involucran a los sectores pobres rurales en las provincias de Misiones, Salta y Jujuy. El proyecto fue organizado por los economistas y geógrafos Mabel Manzanal y Federico Villarreal, en el marco del programa de Economías Regionales y Estudios Territoriales (PERT).
El libro recorre las disputas y los discursos sobre el uso y la significación de la tierra entre los diferentes actores sociales. El territorio es visto aquí como una entidad política e histórica, como un hecho natural de inmensa textura sociocultural. Justamente es en esta apertura de sentido que se debe comprender la lucha por la apropiación material e intelectual del territorio.
En el primer artículo, Mabel Manzanal desarrolla el marco teórico y problemático que guiará los subsiguientes artículos, y deja la siguiente pregunta "el desarrollo, ¿puede verse separadamente de la dominación y del poder que implica el control de los territorios en cuestión?", concluyendo que las disputas en torno al desarrollo estarán dadas siempre dentro de una estructura de negociación asimétrica: "las propuestas de política pública que vinculan territorio y desarrollo ignoran en sus considerandos la existencia de una relación de poder desigual entre los actores intervinientes".
El Estado, como sostiene el antropólogo John Gledhill, no renunciará a su prerrogativa de ser la única fuente de legitimidad y de fuerza en su territorio, por ello intentará que toda lucha sea siempre interna, política y centrada en categorías legales.
La del territorio, entonces, no es solamente una lucha por el acceso interesado a un recurso natural sino por la resistencia a una perspectiva impuesta. Es de las premisas capitalistas, ciertamente no las únicas que existen, que depende lógicamente la idea de que la tierra pueda ser "propiedad privada".
Esta cuestión se trata en el artículo "Territorio en disputa: reflexiones acerca de los discursos que legitiman la propiedad de la tierra en el chaco salteño". Allí se analiza el proceso histórico por el cual los wichis se ven despojados de la tierra que habitan por no poseer títulos de propiedad. Esta etnia, que consideraba la tierra como una dádiva sagrada, habitó y usó estos territorios antes de la llegada del Estado nación, y sus parámetros de apropiación les eran tan extraños como inadmisibles. Más que una cuestión legal, lo que está en juego aquí son dos representaciones de la tierra, una como parte de la ontología divina para los wichis y otra como neutro hecho físico para la empresa capitalista. La diferencia es que para los wichis, toda negociación y toda lucha asume inicialmente una pérdida, ya que deberá pasar por los mecanismos de legalidad y de representación exigidos por el Estado. Deberán traducir su reclamo a un discurso ya prefabricado y comprensible como el de "conservacionismo cultural y ambiental".
La oposición titánica entre cosmovisiones es así reducida a una cuestión de titularidad del territorio dentro del Estado.
Las relaciones entre poder, desarrollo y territorio son exploradas en otros casos, como el de la desarticulación de los modelos de desarrollo agrario y turístico en la Quebrada de Humahuaca, o el conflicto sobre una mina de uranio en los Valles Calchaquíes, en Salta. En este conflicto territorial subyacen dos modelos de desarrollo, uno exclusivamente económico e inmediato impulsado por las autoridades y las empresas, y otro de tipo ecológico, que ve el desarrollo como una racionalidad sustentable y a la explotación de uranio como una amenaza a la naturaleza de los valles.
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