Con apoyo de museos y coleccionistas, Pinta se lanzó en Londres al competitivo mercado del viejo continente.
Por: Ana María Battistozzi. Enviada Especial a Londres
La respuesta del galerista venezolano Henrique Farías, que vive en Nueva York, calmó la ansiedad justificando una moderada expectativa: "Depende de muchas cosas, pero la diferencia quizás esté en que ni Rusia ni China tenían para sostenerlo la fuerte tradición de arte moderno y contemporáneo que tiene Latinoamérica. Salían prácticamente de 40 años de ostracismo y de pronto irrumpieron como la burbuja inmobiliaria". El galerista marcó bien las diferencias: "Latinoamérica, en cambio, tiene la Bienal de San Pablo, segunda de la historia después de Venecia, con una continuidad institucional que se remonta a la posguerra. Hay investigaciones, museos de arte moderno y contemporáneo, galerías y sobre todo grandes artistas que dialogan sobre los mismos temas y al mismo nivel de los europeos y norteamericanos que integran las colecciones del primer mundo".
La arriesgada apuesta de Pinta de saltar de Nueva York a Londres de algún modo tiene que ver con hacer visible esa circunstancia y transformarla en un hecho de mercado. ¿Será posible a mediano plazo? Los argentinos Alejandro Zaia, Mauro Herlitza y Diego Costa Peuser, los organizadores, vienen armando un complejo rompecabezas para lograr ese objetivo. Ganar consideración y espacio no es algo sencillo de conseguir en una plaza tan difícil y competitiva como ésta. Basta recorrer las calles de las zonas próximas a la feria para percibir el tamaño de la exigencia y el nivel de inversión que les demandará. Por fortuna, del otro lado el interés no escasea. ¿Podrán lograr que Pinta se convierta en la vidriera por excelencia para que los poderosos de aquí se interesen en el arte de allá? Por lo pronto, varios museos europeos respondieron favorablemente a la invitación de participar del programa de compras. La Tate compró en Nueva York la obra de Horacio Zabala y el Pompidou acaba de adquirir unos colchones de Minujín del 63. Además, la presencia de galerías como White Cube, que representa artistas de la talla de Damian Hisrt, es un respaldo importante. Y el mismo día de la inauguración vendió "Testigos oculares", una obra del mexicano Damián Ortega.
Por su parte, la globalización aporta lo suyo: fortunas con intereses dispersos aquí y allá. Por caso, Paloma Botin, coleccionista de la familia de los dueños del Banco Santander, pasó por la feria. La argentina Erica Roberts –miembro del consejo de La Tate– estuvo actívisima en la acción VIP, aquí y en Buenos Aires. Otras que brindaron distintas formas de apoyo fueron la coleccionista Tiqui Atencio Demirjian, del consejo internacional del Guggenheim y Ella Fontanals Cisneros. Ambas con fortunas ligadas al ámbito de las comunicaciones. También estuvo Eduardo Costantini, el fundador del Malba con prestigio internacional por su apoyo al arte de la región.
Mientras tanto, el arte de contemporáneo de Latinoamérica se muestra aquí de otras maneras: Eugenio López, dueño de la empresa Jumex de México y de una colección de arte contemporáneo, apoya la muestra del belga mexicano Francys Alys que pasó hace dos años por el Malba e inaugura la semana próxima en la Tate. Además, la Hayward Galley reabrirá su puertas con una intervención del brasileño Ernesto Neto.
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