Sinónimo de novedad, la Red es, paradójicamente, un lugar ideal para fantasmas y zombis. Páginas que ya no existen y blogs sin actualización conviven con lo ultramoderno.
Por: Darío Rojo
Como sucede con muchos elementos provenientes de la tecnología –sean estos inmaculados gadget o electrodomésticos hogareños– al contemplarlos, paradójicamente o no, es posible ver en su mismo volumen una marca tan fuerte de su futura decadencia que a veces el ojo ansioso superpone su casi inevitable destino futuro. Por esta razón, más de una persona cuando ve un ipad ve un objeto antiguo, desmarañado y obsoleto. Situación que no conspira contra la belleza o utilidad del objeto, pero que sí lo sitúa definitivamente en un universo de otra polaridad. En esta especie de paranoia de superposición visual que permite ver los objetos iluminados por su aura de decadencia, también los hay con la marca de la eternidad como un tren o una bicicleta, que parecen atravesar las capas temporales brillando en la pátina de óxido que vigoriza su osamenta. Quizás, este envejecimiento instantáneo sólo se deba al incipiente desarrollo y coincida con las palabras de Jean Cocteau: "Nada se parece más a una casa en ruinas que una casa en construcción."
Internet que por distintas razones suele utilizarse como sinónimo de novedad o al menos como una de sus sinécdoques más habituales, es una de las construcciones que mejor disimula su edad. De manera que con una cintura admirable maneja su anacronismo y su chatarra haciéndola casi invisible. Y con anacronismo no me refiero a lo temático, a los sitios sobre dinosaurios culturales, extremidades del festival de San Remo, clubes de cetrería, o revanchas capitalistas sobre objetos de consumo de la infancia. Sino a la tecnológica –entendida sobre todo como lenguajes de programación– que la anima y al caudal de información que la abastece, coronada por la premisa de la constante actualización, que a veces deviene en exhaustividad, y a veces sólo en cambio frenético. Y a las manufacturas que han quedado sin mantenimiento como viejos robots que han sido abandonados por sus creadores en un universo compartido.
Vintage o chatarra
Mirando un poco más en profundidad, y sin necesidad de propensión al pensamiento mágico, podemos concordar, que no es que Internet parezca un sitio ideal para fantasmas o zombis, sino que efectivamente lo es y no lo parece. Que tanta vida y actualización sólo puede estar acompañada por su contraparte, el elemento muerto.
Basta iniciar la tarea que a una buena parte de los usuarios de Internet cultiva con plumero en mano, la de ordenar los favoritos –o marcadores– y comprobar la cantidad de páginas que ya no existen, por reubicación o por simple ausencia, y con ello la cantidad de sitios que han desaparecido para toda la eternidad virtual.
El blog, dejando de lado las bondades de las plumas, reflexiones y caterva de confesiones individuales, en lo visual impuso el dominio puro de las plantillas. Soluciones de diseño discretas e uniformes en las que verter la información. Este hecho, que nada tiene de negativo, tiene también su pasado: el de un diseño que estaba dividido en dos grandes clases, la del diseño profesional y las páginas personales, en las que usuarios con mínimos conocimientos de HTML y una gran necesidad de trasmisión habitaban la red con chafalonías creadas por ellos mismos o importadas desde otras páginas o sitios que las proveían gratuitamente. Gif animados, títulos en 3 D, marquesinas, palabras que se movían en la página con torpeza, íconos repetidos para las páginas en construcción, etcétera, eran los involuntarios emblemas de estas construcciones electrónicas.
Aún quedan, aún producen cierta ternura. Aún se diferencian de los sitios oficiales con el candor del orgullo clasista, la mayoría enclavadas sin actualización desde tiempos inmemoriales. Páginas del Renacimiento, de la Baja Edad Media, de la incipiente Revolución Industrial, páginas que han sobrevivido guerras y que aguardan nuevas.
Cuando se habla sobre los hacker o los delitos informáticos el concepto de ingeniería social siempre tiene un lugar privilegiado. Pero a veces la caída de un sitio nada tiene que ver con competencias tecnológicas. Hay sitios que sencillamente han dejado de ser actualizados por razones empresariales o humanas. Los hay personales y también aquellos, que sin llevar la marca de Caín del diseño amateur, por el contrario, con un diseño que puede sobrevivir a las modas de unas décadas y con tecnología bastante superior, igualmente han quedado sin mantenimiento. Por ejemplo yugop.com. El sitio pertenece al diseñador japonés Yugo Nakamura y dada su naturaleza todavía conserva cierto aire vanguardista. En él hay ciertas herramientas o mecanismos utilizables en la construcción de páginas web, a medio camino entre el webart y catálogo de destrezas, pero el último trabajo es de 2007. En tiempos de Internet, han pasado más de un obispo y caído varios dictadores.
Otro sitio, dibujosanimados.com , que sin relación calidad-novedad ha quedado en estado de criogénesis dejó en su vidriera unos dibujos animados sublimes: "los flequillos salvajes". Ostenta todo lo que tiene que ver con su existencia en el pasado como un verdadero catálogo de la chatarra: su copyright "Todos los derechos Reservados © Cybrel Corp. 1999-2003". Sus llamadas de "nuevo" señalando el resumen argumental por venir. Sus formularios y botones antiguos, sus fondos de pantalla, etcétera. Tiene, además, un importante elemento extra: también ha sido congelada su expectativa. La de los capítulos por venir. E incluso la esperanza de fundar un nuevo género en el que se planteaba "el primer reality cómic de Latinoamérica en el cual tú decides semana tras semana lo que sucede. Para participar de este viaje deberás tener en cuenta los siguientes puntos: Cada miércoles encontrarás un nuevo capítulo, Al llegar a la última página decidirás cómo continúa la historia. Podrás votar la opción que elijas hasta una vez por día."
Como estos también encontraremos las innumerables páginas de error, el glorioso 404, los dominios disponibles que se ofrecen, páginas reubicadas y sitios que se fueron al tacho junto a designios misteriosos. Y así como desaparecen las empresas, desaparecen las personas.
Este elemento, sin duda un tanto más escabroso, el de los muertos, a veces puede llegar a ser más difícil de detectar, independientemente de la voluntad necrofílica que se aplique. Por lo que se sabe, si alguien muere, su mail seguirá activo. También, entonces, el spam, la confusión, y posiblemente los mensajes del más allá. Si en Internet hay zombis, hay elementos híbridos, y uno de los que podría encuadrar en esta categoría es once-upon-a-forest.com , uno de los proyectos personales de Joshua Davis, una especie de rockstar del diseño web. Nacido en EE.UU. en 1971 en su lista de clientes sólo faltan el Imperio romano y la confederación de planetas libres. Entre los que están: Motorola, Nike, Volkswagen, Sony, Motown Records, HBO y muchos otros. Acuñó el término Abstracción Dinámica para hablar de la combinación de ilustraciones y algoritmos. "Mis creaciones están basadas en la Teoría del Caos. Dibujo. Codifico. Cuando ejecuto mis programas, intento capturar justo ese momento de belleza accidental, congelándolo en el tiempo, esperando a que la lleves adelante con tu propia acción creativa". En su biografía de Twittter dice: "Me gano la vida vendiendo formas y colores."
El primer aspecto anómalo de once-upon-a-forest , y el más básico, es la duda que se instala sobre si el sitio está actualizado o no. Durante mucho tiempo ahí se exponía cada mes, una obra. Al principio poco se sabía del autor, después se supo, y un día la página dio un vuelco para informar sobre las actividades de su creador. Después comenzó lo que vemos ahora, al menos muy parecido, una serie de ilustraciones –van 24; es posible que aumenten–, que van apareciendo al hacer clic en un pequeño botón. Lo peculiar es que traicionando la mayoría de las premisas del webart , sin flamear otros discursos, sin interactividad, sin movimiento, con un único botón, con economía máxima, sin regodeo en la ilustración, sin énfasis en la desviación pictórica, logra una construcción con imágenes que permite que la novedad siga siendo novedad, como una bicicleta. No cualquier bicicleta.
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