domingo, 20 de junio de 2010

Mezcla bizantina de lo sagrado y lo secular

Poder político y poder religioso y arquitectura en Turquía según el autor de este ensayo.

Por: Edward Rothstein para The New York Times y Clarín

ESTAMBUL. Hagía Sofía fue orginalmente un monumento a la cristiandad bizantina, se convirtió luego en una mezquita y ahora es un museo.

Aquí todo parece transmitir inestabilidad. Se pueden ver todas las capas a la vez. En este momento, las fuerzas del laicismo y el islam están enfrentadas.

En algunos casos, como el Hagia Sofía del siglo VI, un museo que fue mezquita e iglesia (durante mil años después de su construcción fue la catedral más grande del mundo), esas fuerzas se superponen.

En otros campos, como la política turca actual, chocan. Para un espectador externo, los hilos se entretejen con una complejidad casi bizantina.

Hasta principios del siglo XX, la relación entre poder religioso y poder político era tan estrecha en Turquía, que cuando Ataturk fundó la república en 1923, impuso el laicismo casi como una doctrina religiosa.

Al mismo tiempo, el laicismo de la república moderna tuvo que abrazar la historia islámica de ese imperio.

Se puede ver la naturaleza del problema en los museos del Palacio Topkapi, donde alguna vez vivieron los sultanes.

En una galería hay reliquias sagradas que en una época sólo veían la familia real y sus invitados. Las etiquetas nos informan que nos encontramos ante pelos de la barba de Mahoma, la espada del rey David y un turbante de José.

El laicismo tiene que ser más poderoso de lo que es aquí para hacer frente a esos objetos.

El laicismo era aquí una forma de militarismo: el velo estaba prohibido en las escuelas y también en el gobierno.

Los sermones y servicios religiosos estaban controlados, y los militares se convirtieron en el brazo de la autoridad laica.

El homenaje más poderoso y dual al laicismo turco puede no ser el comercio de Istiklal ni las galerías de arte cercanas, sino el enorme Museo Militar. Más de mil años de historia turca desfilan en forma de historia militar, y el relato se desarrolla en un Para el Hagia Sophia, el Museo Militar y el Palacio Topkapi , visite http://english.istanbul.gov.tr; Museo Judío, www.muze500.com.

impresionante edificio que fue la academia militar donde estudió el propio Ataturk.

Las exposiciones comienzan con una cita de Ataturk: durante más de siete mil años, declara, "estas tierras fueron la cuna turca"; ahora, del "trueno, el relámpago y el sol", emerge triunfante "el turco".

El museo es nada menos que un intento de conformar una mitología moderna en la cual la historia turca forme parte de una tradición coherente que culmina en el estado laico moderno.

Ese intento de crear una tradición que dé cuenta del triunfo del turco también puede ser explicar la forma en que se abordan aquí las masacres de armenios de 1915.

Leemos que hubo una era en que los armenios respetaban los principios de "tolerancia, respeto y justicia", las bases del gobierno turco "tradicional".

En el siglo XIX, sin embargo, una "organización terrorista armenia" dio muerte a "miles de turcos inocentes".

La galería está llena de fotografías que tienen por objeto testimoniar no sólo las masacres turcas de armenios, sino las masacres armenias de turcos.

Sin duda había una tradición de tolerancia de las minorías en el Estambul islámico de la época de los sultanes. ¿Pero por qué es tan difícil reconocerlo? El Museo Judío de Turquía parece ignorarlo de forma deliberada. Abrió sus puertas en 2001 bajo el auspicio de una fundación creada para celebrar quinientos años de tolerancia y armonía entre turcos y judíos.

Muchos de los judíos de Estambul (que alguna vez fue uno de los centros urbanos de población judía más grandes del mundo) eran exiliados de la expulsión de España y Portugal de 1942.

Lo que se expone en este pequeño museo destaca una y otra vez la libertad religiosa que hallaron aquí los judíos, "tanto en el imperio otomano como en la república turca", según explican.

Eso, sin embargo, no coincide en absoluto con la cruenta historia del imperio y su poder sultánico. La misma presencia del museo inpira cierto escepticismo al respecto.

Su sede es una antigua sinagoga, no debido a alguna idea impuesta del laicismo, sino a que lo que queda de la comunidad judía local se ha reducido.

En los últimos años, el terrorismo islámico se hizo sentir: los ataques contra otras sinagogas de la ciudad dejaron un saldo de decenas de muertos y centenares de heridos.

El museo es casi imposible de encontrar.

Al final de un pequeño pasaje hay un cartelito que dice "Museo" y tiene una flecha. El cartel está colocado sobre una caseta blanca que alberga un guardia armado.

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