jueves, 17 de junio de 2010

Movimiento auténtico Una forma de danza-movimiento-terapia


Escribe Karin Fleischer


«... en el comienzo no existía la palabra, sólo la acción simbólica -la unión
del cuerpo y la psique. En el comienzo, la danza fue el lenguaje sagrado a través del cual nos comunicábamos con el vasto territorio de lo desconocido» (Chodorow, 1984).

Una característica particular de la civilización occidental es el modo dualista de pensar, de mirar la vida. Cada individuo ha aprendido a diferenciar cuerpo y mente, consciente e inconsciente, a uno mismo de los demás, sin poder reconocer que en cada par de opuestos hay una identidad implícita. La tendencia ha sido siempre a considerarlos irreconciliables, a seguir aquella mitad valorada positivamente, negando la otra. Sin embargo, «destruir lo negativo es, al mismo tiempo, destruir todas las posibilidades de disfrutar lo positivo... Aún lo vívida y asombrosa que pueda parecer la diferencia entre estos opuestos, éstos permanecen inseparables y mutuamente interdependientes, por la simple razón que uno no puede existir sin el otro...» (Wilber, 1979).
El cuerpo, las emociones, la naturaleza, la intuición, el contacto directo con lo sagrado son expresiones arquetípicamente femeninas de la energía que han sido desvalorizadas, ocultadas y controladas a través de siglos donde lo predominante era –y aún es– la razón, la inteligencia lógica, la facultad de discriminar las partes del todo, la búsqueda de explicaciones materiales-científicas para expresar «lo misterioso de la vida», aquella realidad inabarcable desde la mente racional. Esta desigualdad produce desequilibrios en cada ser humano y en el planeta como ser viviente y en evolución. Gradualmente, las consecuencias de este des-balance se vuelven más visibles, difíciles de ocultar y desconocer, planteando la necesidad de un nuevo desafío: la búsqueda de un nuevo equilibro entre estos aspectos y energías: femenino-masculino, interno-externo, cuerpo-mente, emoción-razón, espíritu-materia...
La forma denominada Movimiento Auténtico posibilita la reconexión de cada ser con su mundo interior de imágenes, emociones, sensaciones, dando lugar al emerger tanto de aspectos negados y desconocidos de una misma como de un potencial y fuerza creadora aún no manifestadas. Esta reconexión facilita la apertura a un nuevo estado del ser caracterizado por una relación más armónica entre las diversas partes, armonía que no es estática y que fluye desde la percepción directa de la unión inicial entre cuerpo y psique, consciente e inconsciente, una misma y el universo.
Movimiento Auténtico fue creada inicialmente por Mary Whitehouse –bailarina, docente y pionera en danza/movimiento terapia–, quien integró sus conocimientos relativos al cuerpo y al movimiento con principios de la psicología analítica de Carl G. Jung. En el campo de la psicología, una de las contribuciones más importantes que Jung ha ofrecido es la que él denominó «Función Trascendental» o también «proceso de indivi­dua­ción», proceso a través del cual la personalidad entra en relación con la totalidad del ser.
Jung creó un método meditativo: Imaginación Activa, para posibilitar el desarrollo de la función trascendental; función que él describe como «manifestación natural de energía que emerge de la tensión de los opuestos y consiste en una serie de fantasías-ocurrencias que aparecen espontáneamente a través de los sueños y visiones» (Chodorow, 1977). Whitehouse (1963) expresa que «seguir la sensación interior, permitiendo que el impulso tome forma en la acción física es imaginación activa en movimiento, así como seguir la imagen visual es imaginación activa en fantasía».
Whitehouse focalizó su trabajo en la exploración de la experiencia interna de cada individuo, su interés residía en descubrir y comprender aquello que mueve a la persona desde adentro. Ella expresaba que «el movimiento para experimentarse debe ser encontrado en el cuerpo, no puede ponerse desde afuera como un sobretodo. Existe en cada uno aquello que se ha movido desde el primer inicio, aquello que nos puede liberar» (1963).
Movimiento Auténtico puede definirse también a través de la relación entre una persona en movimiento y una persona mirando este movimiento. La naturaleza particular de la relación entre estos dos individuos -ser en movimiento y testigo- crea un espacio de seguridad y contención para que material del inconsciente pueda emerger a la conciencia. El ser que se mueve trabaja con los ojos cerrados. No hay estímulos ni directivas desde afuera. La intención es escuchar internamente y esperar que surja algún impulso. Estos impulsos pueden emerger a través de imágenes, de un movimiento, de sensaciones físicas o de una emoción. Whitehouse describe este instante como «un esperar abierto... un vacío en el cual algo puede suceder. El ser espera hasta que siente un cambio, al sentirlo empezar lo sigue hacia donde el impulso va, es como seguir un camino que se abre por delante a medida que una lo transita» (1963).
Mientras tanto la persona que es testigo busca un espacio en la habitación donde sentarse y mirar. El rol de testigo es esencial al desarrollo de esta forma. La presencia de otro ser cuando una se abre a explorar lo desconocido refleja la necesidad humana de contención y seguridad. La/el testigo debe brindar atención no sólo a lo que la otra persona está haciendo, sino a su propia experiencia interna en respuesta a esa acción. Janet Adler, quien fue discípula de Whitehouse y ha contribuido al desarrollo posterior de este trabajo, describe la acción del testigo como la de «escuchar, ofreciendo una cualidad específica de atención o presencia a la experiencia del otro ser» (1985).
Luego del trabajo de movimiento-testigo, ambos comparten sus experiencias. La posibilidad de hablar sobre lo que una ha vivenciado es un paso esencial en la integración de consciente e inconsciente. Siempre quien se ha movido habla primero, luego la/el testigo ofrece su propia experiencia como respuesta. Sin embargo, así como es válido el compartir verbal, también puede serlo la elección del silencio. Hay otras maneras de dar forma a lo que ha sucedido. Este «dar forma» al material que ha emergido, a través del dibujo, la escritura, arcilla, una danza u otros medios expresivos, es un paso necesario, ya que aún las experiencias más fuertes pueden regresar al inconsciente cuando no son cuidadosamente integradas a la conciencia.
A través de sucesivas experiencias de sentirse aceptado por la/el testigo sin juicios, proyecciones ni interpretaciones, el ser-en-movimiento puede comenzar a internalizar esta función, la cual facilita el desarrollo de su propio testigo interior. J. Adler (1985) expresa que este proceso «parece suceder del mismo modo que un bebé aún sin sentirlo propio de su persona, comienza a desarrollarlo a partir de la relación con su madre». Aquí lo que se internaliza es la posibilidad de ser aceptado como uno es.
En este espacio de confianza y seguridad creado a partir de la aceptación incondicional y de la presencia de la/el testigo, cada ser siente una creciente libertad para entregarse a sus propios impulsos interiores y comienza así a reconocer, diferenciar e integrar este mundo interno de sensaciones, imágenes y emociones. Ambos, ser-en-movimiento y testigo, inician su propio camino de auto-descubrimiento y transformación, al traer a la luz de la conciencia lo que alguna vez fue latente, sin forma y desconocido.

Ser-en-movimiento
«Central a la experiencia es la sensación de moverse y ser movido. Idealmente ambos están presentes en el mismo instante. Es un momento de total claridad,
la integración de lo que estoy haciendo y lo que me está sucediendo» (Whitehouse, 1958).

Al elegir el seguir o no determinado impulso, una aprende la relación entre «moverse» y «ser movida», entre entrega y voluntad. El método de «imaginación activa en movimiento» debe ser utilizado por individuos con una estructura egoica lo suficientemente desarrollada y fuerte, para que consciente e inconsciente puedan encontrarse de igual a igual.
En movimiento auténtico, el ser-en-movimiento posibilita la expresión del inconsciente y a la vez mantiene el estado de conciencia a través del sentido de realidad corporal. Chodorow (1977) expresa que «debido a que el cuerpo permanece enraizado en su propia experiencia, la acción de moverse crea un feedback propio­cep­tivo y kinestésico, que sirve para confrontar el inconsciente con el sentido de realidad que manifiesta el cuerpo». En síntesis, el cuerpo posee la capacidad para comunicar si­multáneamente consciente e inconsciente.
Impulsos inconscientes pueden emerger de la psiquis personal y también de sustratos psíquicos más profundos que Jung denominó inconsciente colectivo. J. Adler (1985) expresa que «... a través de Movimiento Auténtico, un amplio espectro de energía puede ser manifestado desde lo pre-verbal a lo trans-verbal, pre-egoico a trans-egoico, desde el subconsciente al superconsciente».

Origen del movimiento en la psique
Utilizando como marco de referencia la estructura de la psique desarrollada por Jung y otros analistas que continuaron y ampliaron su labor, y en base a la experiencia en Movimiento Auténtico, es posible reconocer movimientos y experiencias que se originan en diversos niveles de la psique. A través del proceso las experiencias se superponen e interrelacionan, la diferenciación en esta presentación simplemente responde a un intento por clarificar los posibles y diversos orígenes.

Movimiento desde el ego o personalidad consciente
Se caracteriza por el uso intencional del tiempo, espacio, peso y energía. Los movimientos tienen una cualidad mímica, como el juego simbólico de los niños que aparece entre los 16 y 18 meses.

«... llevada hacia las profundidades, tal vez llegué muy pronto, demasiado lejos... me veo descender más y más descubriendo otro espacio, otro tiempo más allá de límites y fronteras... de repente me detengo y vuelvo a la segura superficie de lo conocido... permanecí en esta seguridad, cantando, riendo, llorando, jugando hasta sentir la posibilidad de entregarme nuevamente a este nuevo universo desconocido...»

Movimiento desde el inconsciente
De acuerdo a Jung, el inconsciente personal constituye el primer nivel del inconsciente más cercano a la conciencia. Está constituido por contenidos psíquicos que han sido olvidados durante esta vida, contenidos psíquicos y propio potencial que resultan incompatibles con la actitud de la conciencia. Jung también denomina «la sombra» a los contenidos del inconsciente personal, que usualmente son proyectados en otras personas. La integración de la sombra constituye el primer paso en el proceso de individua­ción.
En Movimiento Auténtico aparecen desde este nivel del inconsciente, esquemas de movimiento que parecen repetirse una y otra vez, y que parecieran tener sentido sólo para el individuo que los vive. Janet Adler los denomina «movimientos idiosincrá­ticos». A través de esta repetición, a veces durante meses el mismo movimiento, la persona accede a la emoción que se encuentra en la raíz del mismo, trayendo a la luz de la conciencia la memoria que había permanecido en el cuerpo. Es importante reconocer aquí, que Movimiento Auténtico es un proceso simbólico. Cuando un individuo a través del movimiento y la memoria del cuerpo vuelve a recapitular una experiencia dolorosa, es necesario descubrir el modo apropiado de trabajar con la misma. A veces sucede que el cuerpo revive aquel instante y hay una expresión catártica de la emoción, otras veces es preferible trabajar desde la contención simbólica a través de algún medio como la arcilla o el dibujo.
Cuando «la sombra» es expresada los movimientos usualmente tienen una cualidad única, a veces resultan desordenados o complicados. Los temas que emergen generalmente se relacionan con la atmósfera familiar de los primeros años.

Movimiento desde el inconsciente colectivo
El inconsciente colectivo está constituido por contenidos que no son adquiridos durante la vida de la persona, sino que son productos de formas innatas e instintivas. Aquí se encuentran las emociones básicas (interés, júbilo, bronca, miedo, tristeza, rechazo, vergüenza, sorpresa), los instintos y los arquetipos. Los arquetipos, en su forma original son: «imágenes y al mismo tiempo emoción. Uno puede hablar de arquetipo cuando ambos aspectos coinciden. Cuando la imagen está cargada de numinosidad*, de energía psíquica, entonces se vuelve dinámica y tiene consecuencias en la vida del individuo... es mucho más que un nombre, palabra o concepto, es una pieza de vida, una imagen que se conecta con la vida del individuo a través del puente de las emociones...» (Jung, 1961).
Aquí se encuentran las fuerzas instintivas básicas y las imágenes de la totalidad del ser aún no manifestado; expresado simbólicamente, es la presencia de la serpiente y del águila. En Movimiento Auténtico, las experiencias suelen poseer una cualidad y efecto numinoso*. El movimiento es autónomo, involuntario. Una tiene la sensación de ser movida por algo que está en una y a la vez más allá de una. Pueden suceder experiencias de éxtasis o de contacto directo con una Realidad que trasciende al individuo. Pueden experimentarse visiones u otras formas de experiencias místicas.
También pueden emerger movimientos que corresponden a experiencias de una etapa preverbal, usualmente difíciles de comprender ya que no hay palabras para organizar y describir lo vivido. A veces esta clase de movimientos son similares en forma y ritmo a otros que indican un estado trans­per­sonal de la conciencia. Es importante aprender a discriminar cuando el movimiento surge de una experiencia pre-verbal o pre-simbólica y cuando indica otro estado de conciencia. Generalmente en el primer caso hay un estado emocional en la base, al que el cuerpo está intentando regresar, el movimiento posee a su vez una cualidad obsesiva, en cambio cuando surge de un estado más amplio de conciencia, puede no experimentarse emoción alguna o se las vivencia desde un lugar más distante, donde hay total presencia pero también desapego. La persona siente como si fuera un canal, un vehículo a través del cual se manifiestan tanto el júbilo como la tristeza.
Entre el inconsciente personal y el colectivo, hay un sustrato de contenidos psíquicos que analistas posteriores a Jung denominaron «inconsciente cultural». Se lo considera un puente entre el potencial innato y las influencias del medio ambiente. Movimientos desde el inconsciente cultural son expresados generalmente a través de un fluir de imágenes mitológicas. Ya sea que una se mueva con la imagen o la corporalice, siendo danzada por ésta, las acciones físicas tienden a ser claras y comprensibles. Según Chodorow, pueden aparecer aspectos femeninos y masculinos de uno/a mismo/a, trayendo a la luz tanto el potencial de estas energías como el condicionamiento de su manifestación a partir del pasado personal y el contexto cultural del individuo.

Movimiento desde la Totalidad del Ser
Jung describe el Self o Sí Mismo como «el principio y arquetipo de orientación y significado» (1961). Como centro de la totalidad de la psique, consciente e inconsciente, ocupa una posición de autoridad respecto al ego, que es el centro de la personalidad consciente. Jung habla del Sí Mismo o "Seidad" como el origen de la vida psíquica desde donde la conciencia nace, siendo al mismo tiempo su manifestación, la meta del proceso de individuación. Por lo tanto, comprende las profundidades latentes originales, así como el potencial para la evolución del individuo. Como imagen arquetípica es representado simbólicamente por aquellas imágenes que expresan tensión e integración de los opuestos dentro de la totalidad. Por ejemplo, la figura del mandala. Cuando este arquetipo es constelado en la psique del individuo, las puertas se abren a una reconexión con la fuente, con lo sagrado, con la divinidad interior.
En Movimiento Auténtico, una no puede hacer que esto suceda, pero cuando aparece, es posible reconocerlo y sentir una inmensa gratitud. Hay armonía en los movimientos, éstos tienden a ser espiralados, geométricos o circulares, como la danza de un mandala. Hay una participación del cuerpo en todas las dimensiones. Una tiene la sensación de que es movida por algo que es más amplio y está más allá de una misma, pero a la vez hay plena conciencia de este movimiento.
La tarea gradual y paciente de reconocer, discriminar e integrar las experiencias que emergen de estas diversas profundidades, constituye la esencia de este aprendizaje... la posibilidad de llegar a ser y manifestar lo que verdaderamente somos...•

*De numen; divinidad, deidad, inspiración




Karin Fleischer es Master of Science en Dance Movement Therapy; (CSUH) California State University Hayward. Estudió Authentic Movement con Janet Adler en Sebastopol (California). Realiza Seminarios intensivos de Movimiento Auténtico en "La Escalera" (Bs. As.) y en San Marcos Sierras (Córdoba).


Texto publicado en la edición Nº 42 de Kiné, la revista de lo corporal.



No hay comentarios:

Publicar un comentario