Danza |
Comunicación en movimiento
Paula Picarel
¿Cómo se experimenta la danza en los templos? Dentro de una cultura signada por la negación del cuerpo y con las marcas de una dictadura cercana, las expresiones afrorreligiosas permiten una espiritualidad ligada al cuerpo que favorece el contacto con la danza, el canto o la música. En esta nota, el cuerpo como figura, la religión como fondo y algunas reflexiones para pensar respuestas a este interrogante.
Las formas de lo sagrado coexisten, a veces en una misma región, a veces en una misma cuadra o incluso dentro de un mismo hogar. En ellas, el movimiento del cuerpo, el uso de la voz y la memoria se involucran, toman distintas formas -y se transforman- con el pasar del tiempo y del espacio. Mientras, la tradición negocia su existencia con la evolución del mundo, en una adaptación necesaria e inevitable.
En algunas formas de lo sagrado, lo corporal juega un papel central. En otras, el cuerpo se esconde tras la palabra y básicamente se limita a expresarse a través de la voz. Así llegamos a la Buenos Aires de hoy, con sus iglesias y sus templos, con sus maneras de expresar lo místico, lo religioso, lo mágico, que son muchas.
Las expresiones afrorreligiosas son elegidas por muchos argentinos como camino de fe. Si bien estas prácticas se diferencian unas de otras en varios aspectos, en todas la danza es un elemento importante. Del baile, hacen uso los fieles que asisten a las ceremonias, y los mediums que gracias a la danza entran en transe. Por medio del movimiento se comunican los hombres y los orixás, de distintos modos. Bàbálòrìsá Armando ti Yemoja Bomi afirma que “la danza se realiza en honor a los Òrìsá". Según Pae Mauricio, “es la expresión que utilizamos en nuestro credo, por y para nuestra fe”.
“Con el baile se agradece, se pide, se energiza, se ayuda y se produce una conexión entre la fe y los orixas” (Pae Mauricio). La función formal que la danza cumple en un templo es “agradar y solicitar la manifestación de Òrìsá”, según Baba Armando.
Si bien hay usos que sustentan la existencia de la danza en los templos, aparecen otros usos, propios de nuestra sociedad, que cobran relevancia aunque no pertenezcan al fundamento religioso en sí. Principalmente porque el nuestro es un pueblo atravesado por una crisis corporal que marcó a varias generaciones. Hay familias en las que no se baila, a veces por imposición, a veces porque simplemente no saben cómo hacer para que el cuerpo se mueva. Es lo que pasa cuando por años te obligan a estarte quieto: se pierde habilidad, el cuerpo se vuelve más rígido, los movimientos toscos… La rigidez de las décadas pasadas se ve en muchos cuerpos. Hoy, conviven con cuerpos jóvenes y “libres”, de los que emana la ansiada democracia, el amor por la libertad.
María Elena va a un batuque del barrio de Mataderos desde hace más 20 años. Comenzó a asistir cuando cumplió los 50. En un comienzo, se sentaba y “miraba cómo todos bailaban… yo no me animaba a mover ni los meñiques de los pies”, cuenta. Hoy tiene 72 y baila durante varias horas sin interrupción. A ella, la danza de los templos le devolvió el movimiento de su propio cuerpo. También a la familia Riera, y a Rosita, a la “Peque”, a Magda, a Carlos. “Yo no sabía lo que era bailar, o sí sabía. Lo que no sabía era que podía ser tan lindo. A mi el templo me cambió la vida, la danza me cambió la vida”, dice “Tití”…
Carolina tiene 45 años. Asiste a un templo en Morón, provincia de Buenos Aires. “Cuando era adolescente, iba a bailar y me sentía un tractor oxidado. Pero las danzas del templo me dieron confianza, ahora me siento muy feliz. Me gusta bailar, lo disfruto”, afirma.
Los anteriores son sólo unos ejemplos de cómo la danza de los templos le devolvió movilidad a algunos cuerpos. No se pretende con ellos generalizar, ni mucho menos arribar a conclusiones precipitadas. Sí, en cambio, comenzar a pensar sobre estas relaciones, interesantes, entre la danza, los cuerpos de los argentinos, y las religiones.
Para escribir esta nota consultamos a distintos religiosos. Le agradecemos especialmente al Pae Alfredo de Ogun, que generosamente distribuyó nuestra consulta entre su familia religiosa y allegados. Además, agradecemos la totalidad de las respuestas que recibimos y aclaramos que la ausencia de datos completos en los testimonios se debe al resguardo de la identidad de personas que participaron de esta consulta pero prefirieron discreción en cuanto a sus datos personales.
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