Actualidad |
Entre hechiceros,
zombis y caníbales
Omer Freixa
Foto: Boris Kester
El terremoto ocurrido en Puerto Príncipe el 12 de enero coloca a Haití en el ojo de la tormenta. Si bien este país es el más pobre de América latina, alberga un rico bagaje cultural que encierra siglos de viva historia. Ricas tradiciones ancestrales conviven en una pequeña isla golpeada por la pobreza y la marginalidad, cuyas penurias perduran en la memoria de los haitianos.
La estimación de 350 mil muertos, centenares de heridos y un país en ruinas colocaron desde hace menos de un mes a Haití en el centro de las preocupaciones de la comunidad internacional. Este país forma parte de la antigua La Española, isla del Caribe con la que Cristóbal Colón se encontró en su primer viaje, a fines de 1492, bautizándola de esa forma. La isla fue dividida entre las dos potencias coloniales que la reclamaban para sí, el sector oriental se integró a las posesiones imperiales españolas, y la parte occidental a los dominios ultramarinos de Francia. La metrópoli gala utilizó esta porción occidental para enriquecer las arcas mediante la exportación de productos tropicales, como el azúcar. Los trabajadores fueron esclavos negros importados directamente desde África y Haití fue una colonia negra por excelencia.
La primera revuelta victoriosa de esclavos se produjo en 1791. A partir de 1804, este país caribeño fue la primera nación independiente del Tercer Mundo. El nuevo Estado proclamó negro a todo haitiano cualquiera fuera su color y libre a todo aquel que lo pisara, colocando énfasis en los esclavos prófugos del Caribe y aquellos africanos venidos de África. La nueva nación debía mostrar al mundo que los negros eran aptos para autogobernarse.
Si bien dicha proyección intelectual fue un intento que ocupó a generaciones de pensadores, la historia quiso demostrar que los intelectuales haitianos han tenido dificultades para encontrar una fórmula que reportara prosperidad a nivel nacional. Haití carga con una serie extensa de dictadores, emperadores fanáticos y episodios violentos.
El país presenta una masa de antiguos esclavos a los que no se podido rescatar del pozo de ignorancia y mediocridad en el que siempre estuvieron inmersos. No hubo el menor interés por parte de los sucesivos gobiernos que ocuparon el poder en este país insular por mejorar la calidad de vida de su población.
La élite que asumió el poder desde la independencia trató de despojarse del pasado oscuro de la dominación colonial. El programa intelectual de la élite consistía en producir un discurso que negara la imagen del negro como salvaje y tirano. Se produjo un ataque contra uno de los elementos centrales que hacen a la definición del imaginario social de Haití, el vuduismo, severamente sancionado.
Al combatir y despojarse del vuduismo, la élite quiso dar el golpe de gracia a los tópicos con los que se asociaba a la población negra: el canibalismo y la hechicería. La tarea del intelectual negro consistía en rehabilitar al negro y defenderlo ante esas acusaciones. Se debía enmascarar el pasado negro. El mulato tenía las de ganar, al no ser negro, tenía una proximidad más real con el blanco y supo explotar esa condición satisfactoriamente, sin fingir.
Sin embargo, el Estado haitiano no pudo llegar a las masas ni resolver los problemas más acuciantes: el elevado índice de analfabetismo y la miseria. Se observó el divorcio existente entre la élite mulata y el grueso de la población afrodescendiente.
El gobernante de turno debió presentarse como el nuevo amo para ser respetado y a la vez, irónicamente, como el defensor de la raza negra. Consecuentemente, el despotismo y la omnipotencia de los mandatarios marcaron la pauta política. Los Duvalier (padre e hijo, 1957-1986) son el caso arquetípico de esta construcción del poder. Nada cambió con ellos, incluso la represión se hizo más severa.
Con seguridad, más de 30 mil personas perecieron víctimas del abuso de poder. Y lo llamativo resultó que la población -y todo tipo de oposición al régimen- especulaba con la idea que Papa Doc y Baby Doc, como fueron denominados respectivamente François Duvalier y su hijo, Jean-Claude, recurrían a toda práctica relacionada con lo que precisamente una generación entera de políticos pretendía suprimir: el vuduismo, el canibalismo y la hechicería.
El vuduismo es parte del imaginario social del país, constituye una religión en el Caribe de lo más usual, como en África. Como instrumento de resistencia, fue adoptado para hacer más tolerable la opresión colonial. Más tarde siguió vigente y actualmente Haití es considerada un baluarte en el ejercicio de esas prácticas.
En 1986 cayó Baby Doc y el país se vio más que nunca envuelto en las sombras. Una débil e incipiente democracia no fue suficiente. Las crisis reavivan el fantasma de la “hechicería” y así las sospechas de vuduismo aumentan. Los relatos sobre “hechiceros caníbales” y festines antropófagos cobran mayor intensidad en momentos de inestabilidad. En estas épocas tenebrosas, las historias devienen en psicosis. Se llegó a creer que bajo el régimen de Duvalier, las fuerzas de choque capturaron a los líderes de la oposición política dándoles muerte para que luego el propio autócrata devorase sus cabezas.
La gravedad de la crisis haitiana quedó revelada con el escándalo de 2004, propiciada por la caída del gobierno democrático -nuevo golpe militar mediante- en contra de quien fuera una de las principales voces críticas de la dictadura duvalierista, Jean-Bertrand Aristide. Se lo acusaba de ahondar la miseria y la corrupción. El país debió quedar virtualmente a cargo de los cascos azules pero la ayuda humanitaria llegó con mucha dificultad.
Años más tarde se agregó lo peor. El 12 de enero de 2010 la isla sufrió un sismo que devastó Puerto Príncipe, la capital. La cantidad de bajas se ha estimado en 350 mil. La naturaleza castiga a una sociedad golpeada por su idiosincrasia y los diversos manejos desde muy temprano. La comunidad internacional se sensibiliza esta vez por un país que debería haber considerado antes en sus agendas de proceder, no sólo cuando surgen estas catástrofes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario