Una colección, dirigida por el musicólogo Diego Fischerman, se inaugura con un ensayo acerca de las actividades musicales en los guetos y campos de exterminio nazis.
Cuenta la musicóloga e historiadora Shirli Gilbert que, cuando decidió investigar las prácticas musicales de los prisioneros en los guetos y campos de concentración nazis entre los años 1939-1945, las reacciones de sus amigos más cercanos y sus familiares oscilaban entre dos extremos. Estaban los que le agradecían el esfuerzo por reivindicar el costado más heroico de la resistencia espiritual, el gesto desafiante de las víctimas ofreciendo su música como una afirmación de identidad. Otros, en cambio, le reprochaban que, sumergida en las historias del horror, la autora decidiera rescatar la frivolidad de algunas canciones populares.
Es precisamente esa tensión la que explora La música en el Holocausto, el libro de Shirli Gilbert con el que
Afirmación de una identidad
Al respecto, las dos reacciones mencionadas antes –la exaltación del gesto heroico; el rechazo a la frivolidad– ponen de manifiesto una serie de presupuestos acerca de la actividad musical de los que la investigación de Gilbert tuvo que dar cuenta. En el primer caso, opera aquello que Diego Fischerman llamó "efecto Beethoven": la idea de que, a partir de la figura del compositor alemán, la música occidental forjó una imagen de sí misma –o, al menos, de la música de tradición escrita, esa a la que el mercado llama "clásica"– según la cual ella sería la portadora del fuego sagrado de la humanidad, una visión romántica que reserva a la música la capacidad de situarse en las regiones más elevadas del espíritu. Desde esta óptica, las actividades musicales de los prisioneros judíos habrían consistido en un combate por la dignidad, un intento de conservar alguna cuota de la humanidad de la que los nazis buscaban despojarlos mediante su programado dispositivo de exterminio. La investigación de Gilbert no se propone negar de plano este aspecto de la música en los guetos y en los campos, pero deja bien en claro que reducir toda manifestación artística a un gesto de autoafirmación de la propia identidad conduce a una homogeneización de la vida cultural que pasa por alto su extraordinaria complejidad.
En el caso de las canciones elaboradas y difundidas en los guetos, por ejemplo, Gilbert apunta que "considerarlas al pie de la letra representa pasar por alto su complicada interacción con una realidad que no sólo describen sino de la que también forman parte". Es decir: la música es un tipo particular de documento de época, desde el momento en que es, a su vez, parte del entramado social del cual se nos ofrece como testimonio. Ella misma es una rueda del engranaje: puede funcionar, en algunos casos, como contraseña, pero también como mercancía. La circulación de la música en los campos y en los guetos podía consistir, además, en un intento por mantener, aun en medio del horror, una cuota de "normalidad", una conexión con la vida anterior de esas comunidades ahora confinadas. Una conexión con el pasado que, en muchos casos, implicaba la reproducción de las conductas sociales previas, entre las que, como no podía ser de otro modo, se observaban también aspectos más oscuros de esa naturaleza humana que la música supuestamente exalta. El capítulo dedicado al gueto de Varsovia es emblemático en este sentido: hay una distancia enorme entre los conciertos en los teatros y las funciones de cabaret a las que sólo unos pocos y acomodados integrantes de la comunidad accedían, y una gran mayoría de personas (doblemente marginadas, por los nazis primero, y por las propias elites del gueto después) para las que el único contacto con la música eran las voces y los violines de los artistas que pedían limosna en las calles. Artistas, las más de las veces, que se desplazaban continuamente entre esos extremos: tocando en las calles durante el día y en los teatros y salones por
"El horror, el horror"
Dice Gilbert: "Los enunciados de resistencia heroica mistifican y descontextualizan el fenómeno, optando en cambio por clichés e historias consoladoras (...) Cualquiera sea su poder, la música, en última instancia, sólo podía ser un componente muy pequeño de la estructura del campo o del gueto. Y mientras nos permite penetrar en algunos de los aspectos más contundentes de la vida en cautiverio –las ideas que preocupaban a las víctimas y las formas en las cuales las formulaban para sí mismas– puede observarse con mayor provecho y honestidad desde una perspectiva amplia." Una perspectiva que, para la autora, implica que "deberíamos tener siempre presente en nuestras mentes la atmósfera de miedo, incertidumbre, violencia, enfermedad, hambre y muerte que caracterizó la vida en los campos y en los guetos y que impregnó todos sus aspectos.
La música en el Holocausto toma cuatro escenarios diversos para desplegar la complejidad de la vida musical en cautiverio: los guetos de Varsovia y Vilna y los campos de concentración de Sachsenhausen y Auschwitz. Deliberadamente se deja fuera del marco de la investigación el campo "modelo" de Theresienstadt, en el que los nazis confinaron a una serie de músicos profesionales a los que alentaban a la producción artística para luego mostrar esa producción como un ejemplo de trato humanitario a las víctimas. "La música", señala Gilbert, "era un poderoso símbolo de las diferencias, marcaba la división entre quienes tenían un libre acceso a ella y quienes no, y reflejaba el trato diferente que recibían los distintos grupos nacionales, políticos o religiosos según el rango jerárquico de los prisioneros". Podía llegar incluso –en las orquestas de prisioneros o las sesiones de canto obligatorias de Auschwitz– a convertirse en un instrumento más de la maquinaria de deshumanización.
El principal mérito de La música en el Holocausto reside, entonces, en ofrecer un panorama sumamente rico y complejo de la actividad cultural en los guetos y campos de exterminio, incorporando aspectos que la investigación suele mantener separados. seres humanos confinados durante el nazismo reaccionaron e interpretaron lo que les estaba sucediendo".
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