El antropólogo francés dio una conferencia sobre identidades virtuales y literatura, en el Malba, en la apertura del Festival de Literatura de Buenos Aires.
Por: Guido Carelli Lynch
Que las dos ediciones del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires hayan sido inauguradas por dos figuras ajenas al ámbito estrictamente literario es por los menos extraño. Y ya casi una tradición.En 2008 fue el turno del filósofo italiano Gianni Vattimo. Ayer le tocó al antropólogo francés Marc Augé. Con él, en un colmadísimo auditorio del Malba, se puso en marcha el Filba 2010.
El festival ideado por Pablo Braun y Soledad Costantini tendrá esta vez un total de siete sedes en las que, hasta el domingo, habrá conferencias. Y performances como la anterior a la intervención de Augé, del cuentacuentos colombiano Nicolás Buenaventura.
El autor de El viajero subterráneo. Un etnólogo en el metro se refirió a la evolución de la antinomia entre los conceptos de "lugar" y "no lugar", que acuñó y le dio fama. Con la segunda categoría, Augé se refería a los espacios dominados por una naturaleza transitoria, como un aeropuerto o un supermercado; en oposición a los "lugares", donde siempre es posible leer mejor "las inscripciones sociales". "En la actualidad un supermecado es un lugar de encuentro para jóvenes de la periferia parisina", contrapuso.
Sin embargo, para este etnólogo de la Escuela de Estudios en Ciencias Sociales de París, Internet y el horizonte virtual de las comunicaciones son los motores que revolucionan las relaciones humanas
."La ficción y la imagen reorientan nuestra relación con la historia y la actualidad", sentenció Augé, siempre con cierto tono apocalíptico y su castellano gutural. Para él, las comunidades virtuales son en primer lugar agrupaciones de usuarios y, por ende, agrupaciones de consumidores, una figura dominante en el mundo de la antropología actual.
"La aparición de la identidad digital plantea varios problemas, porque puede ser utilizada para actividades lúdicas, públicas o laborales. Se pueden usar nuevos nombres y cambiarlos. Son nuevas máscaras", señaló. Con estas identidades el sujeto pasa del otro lado del espejo y asume el riesgo de convertirse en un actor de teatro improvisando todo el tiempo una identidad prestada: "Una forma de esquizofrenia de la que no es fácil desembarazarse. El mundo cibernético no se plantea nuevos temas, pero construye la ilusión de conocer todas las respuestas ", sentenció. Para Augé en ese pasaje al otro lado del espejo el sujeto necesita convertirse en su propia imagen. Todo eso en un contexto en el que, según el teórico, el mundo corre el riesgo de convertirse en una oligarquía planetaria. "Garantizar la libertad de los individuos sin condenarlos al anonimato es la función más alta de la democracia", concluyó Augé cuando promediaba los tres cuartas partes de su exposición.
En ese momento se permitió una pregunta que involucró más directamente a la literatura.
"¿Cuál es el lugar del escritor?", interrogó a una sala plagada con varios de los autores que participarán del festival . El escritor, como el usuario de Internet, también tiene un problema de identidad y quiere saber quién es. "Dos milenios de monoteísmo y un siglo de psicoanálisis nos convencieron de que el sentido proviene del pasado.
El escritor escribe por la intención y la necesidad de ser leído, para establecer una relación y comprometer el futuro, busca a otros y regresa a sí mismo para explicarse . La literatura responde al llamado del futuro del porvenir, no al llamado del pasado", señaló.
El autor de Travesía por los jardines de Luxemburgo advirtió que para entender algo sobre el misterio de la creación literaria es necesario quitarse los anteojos freudianos o marxistas que miran al pasado en vez de al futuro y a los lectores. "El autor es un doble que quiere establecer relaciones para existir. La relación identidad-alteridad necesita siempre del futuro", dijo antes de que una multitud de dobles, autores y lectores, lo aplaudiera con ganas.
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