"La lengua madre tiene una influencia destacada en la forma en que pensamos y percibimos el mundo", afirma en este diálogo el lingüista israelí, oponiéndose a otros científicos que sostienen que el lenguaje es producto de la naturaleza.
Guy Deutscher es esa fiera singular, un académico  que habla sensatamente sobre lingüística, su campo de aplicación. En su  nuevo libro, Through the Language Glass (Heinemann), contradice  audazmente el consenso de moda, que adoptan los que como Steven Pinker,  creen que el lenguaje es absolutamente producto de la naturaleza y que  no se recrea y significa desde la cultura y la sociedad. Deutscher  plantea de modo lúdico y provocativo, que nuestra lengua madre influye  efectivamente en nuestra manera de pensar y, sustantivamente, en nuestra  percepción del mundo.
Investigador honorario de la Universidad  de Manchester, el lingüista de 40 años aporta una gama de fundamentos en  el libro, que demuestran que el lenguaje refleja a la sociedad que lo  habla.
En ese proceso, explica por qué el agua (femenino) en  ruso se convierte en "masculino" una vez que se le incorpora un saquito  de té, y por qué, en alemán, una jovencita no tiene género y sí lo tiene  un nabo.
-En pocas palabras, ¿de qué trata su libro? 
-Trata  acerca de cómo se puede ver al mundo de manera diferente desde los  distintos lenguajes. Intento explicar por qué en la carrera de adjudicar  a nuestros genes todos los aspectos fundamentales del lenguaje y del  pensamiento, se subestima extremadamente el poder inmenso de la cultura y  la crianza.
-¿De qué manera se lo ha subestimado? 
-Por  ejemplo, planteo que la lengua madre tiene una inf luencia destacada en  la forma en que pensamos y percibimos el mundo. Pero hay una gran  cantidad de bagaje histórico referido a este tema y por eso los  psicólogos y lingüistas respetables no quieren entrar en esta cuestión.
-¿Es como ser un historiador y hablar sobre el carácter nacional, no es cierto? 
-Exactamente. Pero creo que hemos madurado lo suficiente como para enfocar este tema de manera científica.
-¿Puede dar un ejemplo de lo que quiere decir? 
-El  ejemplo más contundente tiene que ver con lo que llamo el lenguaje del  espacio; el modo en que describimos la disposición de los objetos que  nos rodean. Tomemos una frase como ésta: "El niño está parado detrás del  árbol", se podría creer que todos los lenguajes se comportan de la  misma manera en la descripción de algo tan simple. Es casi inconcebible  pensar que haya idiomas que no usen tales conceptos. Durante siglos, los  filósofos y psicólogos nos han hecho creer que estos conceptos  egocéntricos del espacio como "delante", "detrás", "izquierda" o  "derecha" son esquemas universales en la construcción del lenguaje y el  conocimiento.
-¿Y no son universales? 
-Bueno,  apareció una antigua lengua aborigen, llamada Guugu Yimithirr, del  norte de Queensland. Este pueblo tiene una forma de hablar del espacio  increíblemente extraña, ya que no usan ninguno de estos conceptos que  mencionamos. Ellos nunca dirían: "El niño está detrás del árbol".  Dirían, en cambio: "El niño está al norte del árbol".
-Parece ser también el idioma que nos dio la palabra canguro. 
-Sí, es famoso por eso, pero debería ser doblemente famoso.
Este  pueblo dice cosas como: "Hay una hormiga en tu pie del norte" o "Dejé  la lapicera sobre el borde sur de la mesa del oeste en tu cuarto del  norte de la casa".
Se podría creer que esta extraña forma de hablar  acerca del espacio es una excepción. Pero el descubrimiento de este  idioma motivó mucha investigación y aprendimos de otros pueblos del  mundo, desde México a Indonesia, que hablan de manera similar.
-¿Qué consecuencias tiene ese lenguaje en su percepción del espacio? 
-Crecer  con este lenguaje básicamente desarrolla en su cerebro una especie de  sistema GPS, un sistema de orientación infalible y la razón es  verdaderamente clara: si desde la edad en que se empieza a hablar, hay  que estar consciente de la orientación cardinal en cada segundo de la  vida, a fin de comprender las cosas más triviales que la gente a su  alrededor dice, entonces el lenguaje va entrenando en la atención  constante a la orientación. Debido a esta intensa instrucción, el  sentido de la orientación se convierte en algo natural. Si les  preguntara a los Guugu Yimithirr cómo saben dónde está el norte o dónde  está el sur, lo mirarían con asombro, al igual que usted se quedaría  perplejo si le preguntara cómo sabe qué lugar es delante de usted o  detrás de usted.
-¿Su interés predominante está referido a la neurología o a la lingüística? 
-Mi  enfoque está referido a los efectos del lenguaje en el pensamiento,  pero trato de concentrarme en aquellos efectos que puedan demostrarse  científicamente.
La neurología puede ser una materia  apasionante, pero todavía somos profundamente ignorantes de su  contenido; sabemos poco acerca del funcionamiento del cerebro. Entonces  para demostrar la inf luencia del lenguaje en el pensamiento,  necesitamos encontrar ejemplos en los que esta inf luencia tenga  consecuencias prácticas y que puedan evaluarse en el comportamiento  real. Si tuviéramos esta conversación dentro de 50 años, sería mucho más  fácil hablar de neurología real, porque podríamos escanear el cerebro y  descubrir exactamente cómo cada idioma distinto influencia aspectos  diferentes del pensamiento.
Nuestras reflexiones actuales sobre el  tema se verían penosamente primitivas. Pero el progreso se produce  solamente luego de intentos y fracasos y mejores fracasos.
© GUARDIAN NEWS & MEDIA Y CLARIN, 2010.
TRADUCCION DE CECILIA BENITEZ.
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