Li Cunxin abandonó China por Estados Unidos, un recorrido del que da cuenta "El último bailarín de Mao", la nueva película de Bruce Beresford.
Cuando Mikhail Baryshnikov desertó de la Unión Soviética en 1974, fue una noticia de actualidad que atrajo la atención del público tanto hacia el bailarín como hacia el ballet. Pero no fue por cierto el único bailarín que desertó de un país comunista y se radicó en Occidente en esa época. Li Cunxin abandonó su casa y su estilo de vida en China rural para hacer una carrera en la danza en Estados Unidos, un recorrido del que da cuenta "El último bailarín de Mao", una nueva película de Bruce Beresford.
Li inicialmente viajó desde la Academia de Danza de Beijing al Houston Ballet invitado por Ben Stevenson, el entonces director artístico de la compañía. Después de desertar en 1981, Li llegaría a ser una estrella.
"Entre los que no hay que perder de vista está Li Cunxin, uno de varios jóvenes bailarines chinos de Pekín que han estado estudiando y trabajando con el Houston Ballet", escribió Anna Kisselgoff en The New York Times en 1981. "Baila con una elegancia extraordinaria, usando su torso y sus brazos con una gracia maravillosa, y también es un as en los giros".
Li bailaría con la compañía 16 años, para luego trasladarse a Australia y escribir una biografía que fue un best-seller y que serviría de base para el film. Chi Cao, rector en el Birmingham Royal Ballet, tiene el papel protagónico interpretando a Li, y Baryshnikov aparece en un video que miran los estudiantes de la academia de Beijing.
En una entrevista telefónica desde Australia, Li, que actualmente tiene 49 años, habló de la película y de los cambios que han experimentado tanto él como China.
Los siguientes son extractos de esa conversación:
P. ¿Cómo fueron sus primeros años de vida?
R. Nací en una época durísima para China. Nací en 1961, pero entre 1958 y 1961 entre 35 o 38 millones de personas murieron de hambre, de modo que nací en un tiempo terriblemente difícil de la historia china y era el sexto de siete varones. Se imaginará lo difícil que fue para mis padres criar a siete hijos, y mis padres eran campesinos y nunca tuvieron el privilegio de ir a la escuela o sea que no sabían ni leer ni escribir.
Para ellos, era una lucha cotidiana cuidar que sus hijos no murieran de hambre. De chico, en las comidas que hacíamos no teníamos suficiente para comer. Cuando nací, mi destino por lo tanto era ser campesino.
P. Cuando tenía 11 años lo eligieron para dejar su casa.
R. Fue un momento increíble.
Como se ve en la película, cuatro hombres de Beijing entraron en nuestra aula y se presentaron como asesores culturales de Madame Mao de la Academia de Danza de Beijing y dijeron que estaban buscando talentos para crear un ballet.
Ese día, hacía un frío helado y nevaba, y el viento hacía volar los copos de nieve, que se arremolinaban afuera, y estábamos sentados en una casucha estudiando los textos de "Te amamos, presidente Mao". En mitad de la lectura del libro, entraron a la clase y nos hicieron levantar y cantar canciones.
Resulta que todos usábamos esos abrigos gruesos acolchados y pantalones que nos habían hechos nuestras madres y parecíamos unos gnomos redondos, y estos asesores trataban de analizar nuestros gestos faciales y hacerse una vaga idea de qué tipo de cuerpo teníamos.
Primero pasaron de largo al lado mío pero cuando estaban saliendo, mi maestro les palmeó el hombro y dijo ¿y ése? Y eso fue todo.
Más tarde, nos llevaron al despacho del director de la escuela, y nos desnudaron y midieron cada centímetro de nuestros cuerpos y nos obligaron a levantar las piernas.
Fue muy doloroso. Me desgarraron los dos isquiotibiales.
P. En la película, el entrenamiento parece ser muy riguroso. ¿era así? ¿es diferente de las escuelas de ballet de otras partes?
R. Sí, es muy diferente. Empezábamos a las 5.30 de la mañana y seguíamos sin parar hasta las 9 de la noche, seis días por semana.
No solamente hacíamos ballet, sino acrobacia, artes marciales; también hacíamos pas de deux.
Pero también, lo que era más importante, nos lavaban el cerebro políticamente, para que creyéramos en el comunismo y fuéramos la Guardia Roja en el mundo del ballet.
P. ¿Cuándo se enamoró del ballet?
R. Al principio odiaba el ballet.
Pensaba que era la cosa más aburrida, pero finalmente llegó ese profesor maravilloso a mi vida, y él realmente amaba el ballet. Fue al final del segundo año y estaban a punto de mandarme a casa, y llegó ese profesor genial a mi vida y me inculcó pasión por la danza.
P. ¿Usted y sus compañeros estudiantes realmente miraban videos de Baryshnikov?
R. Sí, cuando Mao murió, una de las ex graduadas de la Academia de Danza de Beijing que vivía en Japón en esa época lo trajo de regalo para la escuela. Y al principio, solamente los profesores tenían derecho a verlo. Finalmente, rogamos que nos dejaran ver la grabación e hizo volar literalmente mi imaginación y Baryshnikov pasó a ser una constante inspiración.
P. ¿Qué significó su deserción para otros artistas en china?
R. Yo fui de alguna manera el primer desertor de China en el área cultural, y era todavía la época en que China estaba muy cerrada.
Después, de golpe, eso abrió la puerta a los artistas chinos. A través de mi historia, espero que el público se dé una idea de los cambios que se han estado produciendo en China. Además, el ballet es muy occidental, o sea que llegar a la escena internacional y tener éxito es un gran paso cultural.
P. ¿Qué sintió al actuar en EE.UU. por primera vez?
R. Fue increíble. Cuando entré la primera vez reemplazando a un bailarín lesionado, sentí que por primera vez en mi vida era libre, pese a que estaba terriblemente nervioso.
Estaba frente a un público que amaba de verdad el arte del ballet, y el público esa noche estaba electrizado, y la gente gritaba y exclamaba.
Jamás podría haber soñado ese tipo de recepción.
P. ¿Lamenta algunos de los sacrificios que se vio obligado a hacer?
R. Cuando me quedé en Estados Unidos después de mi deserción estuve totalmente desconectado de mi familia y todos mis seres queridos durante seis años. Pensando que nunca me permitirían volver a China para verlos –fue el sacrificio más doloroso que puede hacer una persona. Pero, ¿lo haría si se dieran las mismas circunstancias? Sí, definitivamente.
P. ¿Lo influyó como artista?
R. Como artista, experimentar esa libertad de bailar sin miedo, sin presión política, es realmente increíble, y nunca la habría experimentado estando en China.
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