En Barcelona, una muestra con trabajos que cuestionan el fotoperiodismo actual, busca instalar el debate.
Veintisiete artistas, fotógrafos, reporteros, realizadores, compiladores de imagen o teóricos muestran a partir de mañana en La Virreina una serie de trabajos en los que se pone en tela de juicio el fotoperiodismo actual.
Bajo el título Antifotoperiodismo, la muestra presenta "imágenes liberadas de las demandas e instituciones que a menudo han determinado el fotoperiodismo", según han explicado hoy los promotores de la muestra.
Hasta el 10 de octubre, el Centro de la Imagen Fotográfica exhibe los trabajos de Allan Sekula, Ariella Azoulay, Susan Meiselas, Gilles Saussier, Phil Collins, Olivier Chanarin y Adam Broomberg, Renzo Martens, Clemente Bernad, Paul Fusco, Gilles Peres, y de muchos otros autores.
El director artístico del centro barcelonés, Carles Guerra, se ha referido al título de la muestra que "parece agresivo o una crítica frontal al fotoperiodismo", aunque "pretende suspender por un momento la fe que le tenemos al fotoperiodismo".
La exposición va más allá de las habituales críticas que en las últimas dos décadas se han vertido hacia el fotoperiodismo o a sus retos éticos de representación del sufrimiento o cambios fundamentales en la economía de mercado en la que también viven y circulan las imágenes y la emergencia de un mundo poblado por ciudadanos normales que se desplazan con cámaras digitales y móviles con cámara incorporada por todos sitios.
En el espacio central de la exposición se exhibe el cuestionamiento de Olivier Chanarin y Adam Broomber sobre formas más imaginativas de representar una escena de conflalicto armado. Chanarin y Broomberg viajaron en 2008 a la provincia afgana de Helmand amparados por las tropas británicas y se plantearon no hacer fotografías de guerra en el sentido convencional, como se muestra en la pieza única El día de los cien muertos, y en otras, en donde, ante la inminencia de un hecho luctuoso o no, desplegaban un fragmento de rollo muy largo y exponían una parte a la luz con el resultado de una imagen abstracta.
En esa parte central se hace alusión también al trabajo del único profesional español presente en la muestra, el pamplonica Clemente Bernad, y aunque no se exhiben directamente sus fotografías, se hace a este artista a una serie de ellas dedicadas al conflicto vasco, a través de unas cuarenta portadas de distintos diarios que se pueden ver en una vitrina.
Bernad tuvo que descartar de una selección de imágenes que se expusieron con motivo del aniversario del Museo Guggenheim Bilbao una fotografía que tomó durante una rueda de prensa en la que un equipo médico mostró dos radiografías de la cabeza de Miguel Ángel Blanco asesinado a balazos por ETA en 1997.
Aunque el fotoperiodista respetó la voluntad de la familia de no publicar la imagen, la noticia acabó filtrándose en algunos medios y el debate mediático en torno a una imagen que no llegó a exponerse acabó "por intoxicar al resto", según Bernard. Otras fotografías se convierten en pruebas en los tribunales de guerra, como las que se muestran de Gilles Peress, quien colaboró con Human Rights Watch y documentó las atrocidades cometidas en Kosovo.
Comisariada por Carles Guerra y Thomas Keenan, la exposición ofrece también una película de Renzo Martens sobre la explotación del tercer mundo, a través de la fotografía y del propio proyecto del cineasta de crear una escuela de formación de fotógrafos locales.
La muestra dedica especial atención, a través de 120 diapositivas, a Paul Fusco, reconocido fotógrafo y miembro de la agencia Magnum, que en 1968 iba en el tren que transportaba de Nueva York a Washington el féretro de Robert Kennedy. En lugar de centrarse en el ataúd y en el funeral, como estaba previsto, Fusco plasmó la despedida de centenares de personas cerca de las vías de un tren que se movía despacio a causa de la multitud, por lo que tardó ocho oras en recorrer un trayecto de cuatro.
Fuente: EFE y La Vanguardia.
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