sábado, 27 de febrero de 2010
Warhol, un enigma americano
La muestra de 170 obras que abre la semana próxima en el Malba, vuelve a poner en cuestión cómo fue que Andy Warhol transformó el arte americano y se constituyó en su figura central. Aquí, un recorrido por la exposición, una entrevista a su curador y dos retratos íntimos: uno de Mary Woronov, que integraba la mítica The Factory en los 60, y otro del músico David Byrne.
Por: Ana María Battistozzi
AUTORRETRATO COMO TRAVESTI. 1980. Fotografía tomada con Polaroid Polacolor 2. 10,8 x 8,6cm.
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Por segunda vez Andy Warhol es objeto de una exhibición en la breve historia del Malba. Hace cuatro años fue Andy Warhol. Cuadros en movimiento, la serie de "screen tests" (prueba de pantalla) que vino del MoMA de Nueva York, uno de los capítulos menos conocidos y acaso más innovadores de este artista popular, cuya imagen –la propia y la de sus obras– ha llegado a fundirse con la de los Estados Unidos. Los "screen tests" eran una especie de pruebas de casting que Warhol filmó en blanco y negro con una cámara de 16 mm entre 1964 y 1966. Amigos, famosos o desconocidos que frecuentaban la Factory, su emblemático taller de la calle 47, aportan un material cuyo mayor interés reside en que Warhol lo haya usado para una transformación del género del retrato según el signo de la indiferencia, la materialidad y la escala que caracteriza nuestra era.
Lo que se mostrará en el Malba a partir del próximo jueves es un conjunto mucho más vasto que viene del Museo Andy Warhol de Pittsburgh y no sólo incluye algunos de esos "screen tests" sino veintiséis de sus más conocidas pinturas, entre ellas, un emblemático retrato de Mao, las series Jackie de 1964 y "Pequeña silla eléctrica", también del 64-65 y uno de los tantos autorretratos pictóricos del 86; casi sesenta serigrafías con imágenes de Marilyn, las sopas Campbell, el Hombre en la Luna, fotos polaroid y las instalaciones Silver Clouds de 1966 y Cow Wallpaper de 1971.
En suma, 170 piezas que servirán para ilustrar al público porteño por qué Andy Warhol es hoy Mr. America, como sugiere el título de la muestra. Un título cargado de sentido, si se tiene en cuenta que en los años 60, cuando Warhol irrumpe en la escena, refería a un hombre de cuerpo lustroso y bíceps trabajados, como el que el propio Warhol deseó y plasmó en su pintura "Be a Somebody with a Body", de 1986, pero que nada tenía que ver con él.
¿Qué ocurrió para que esa figura de físico anhelado haya sido sustituida por esta otra esmirriada, que usaba una estrafalaria peluca para ocultar una temida calvicie? ¿Cómo llega Warhol a desplazar a Jackson Pollock de la tapa de Life, con lo bien que éste encarnaba al Mr. America del arte, con su fornida impronta Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo? ¿Cómo ocurrió eso tras los esfuerzos que desplegó el Departamento de Estado para convertir a la pintura abstracta en el arte emblemático de las sociedades democráticas en la puja que ya delineaba la Guerra Fría? ¿Qué ocurrió para que se produjera ese retorno de lo real en el arte americano?
Thomas Sokolowski, director del Museo Warhol, ensaya algunas respuestas a estas preguntas en la introducción del catálogo que acompaña la muestra. Y por su parte la crítica española Estrella de Diego, estudiosa de Warhol, lo ha explicado en términos de un cambio de paradigma. En un bello texto escrito en 1995, a propósito del fin de siglo que se avecinaba, De Diego rechaza, como Eric Hobsbawn, el imperativo de la periodización por centuria y da por terminado el S. XX del arte en 1956.
Precisamente la noche del 11 de agosto, cuando Jackson Pollock, borracho como una cuba, estrelló su Oldsmobile contra un árbol. En ese acto de dar la cabeza contra el parabrisas, la crítica española vio un "Autodripping sangriento" que puede leerse también como un último acto de expresión heroica de una época que llegaba a su fin. O tal vez, como un modo de simbolizar la intuición de Pollock de que se estaba cerrando el capítulo que había protagonizado y no estaba dispuesto a convivir con los chicos de la Factory que era lo que se venía.
Así, no es casual que justo ese año el inglés Richard Hamilton presentara, en una muestra de la White Chappel llamada Esto es mañana, un collage, hoy considerado histórico por haber dado lugar a la designación Pop. Aquel colage también mostraba a un tipo de cuerpo trabajado, como el de Mr. America, rodeado de electrodomésticos que preguntaba: "¿Qué hace a los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos?"
El mérito de Warhol está en haber encontrado una rápida respuesta y haber sabido cómo ocupar el lugar de mañana. Así fue como su arte explotó y puso en escena todo aquello que en los Estados Unidos hacía a "los hogares de hoy tan diferentes, tan atractivos": latas de sopa, cajas de jabón, rostros de estrellas de Hollywood, de rock, famosos, políticos, conocidos y desconocidos en busca de sus "quince minutos de fama"... Todo en el "delivery" indiferenciado del cine, la tele y la publicidad que lo sirve puntualmente en la misma bandeja del desayuno, el almuerzo y la cena.
Ocurre que aquel mañana, fascinado por el consumo, ya entonces era hoy. Y pocos como Warhol acompañaron el entusiasmo que despertaba, de modo tan impasible y desprovisto de pathos. ¿Cómo no voy a representar las sopas Campbell si es lo único que comí durante toda mi infancia?, respondía cada vez que alguien intentaba buscar el sentido profundo de esa omnipresencia en su obra. Así también, cancelaba cualquier expectativa depositada en la idea de genio que busca conmover saliéndose de la norma. Según él, no inventaba nada: sólo tomaba imágenes de aquí y allá, como una ama de casa americana que pasa latas de sopas Campbell o cajas de jabón Brillo de la góndola al carrito del supermercado. ¿Será por eso que llegó a convertirse en Mr. America?
Ilustrador y publicista que conocía perfectamente los modos de construcción de una imagen, un estilo y una marca, Warhol es mucho más complejo de lo que muchos creyeron en un primer momento. Pronto detectó el gigantesco poder de seducción del cine de Hollywood, la publicidad y los medios, una monumental usina de imágenes que desde su muerte en 1987 se ha multiplicado y potenciado aun más a escala global. De allí la implicancia de que llamara Factory a su célebre lugar de trabajo en la calle 47, concebido asimismo como una fábrica de sueños y relaciones sociales a la manera del Hollywood que siempre lo fascinó. A propósito de Hollywood, es interesante analizar la importancia que adquiere en su obra la palabra "screen" (pantalla). Un término que no sólo refiere al soporte utilizado por los distintos medios de los que se vale el artista sino al concepto general de su obra, concebida en sí misma pura superficie y espacio de proyección de imaginarios y deseos.
Concebida por el curador canadiense Philip Larratt-Smith especialmente para itinerar por Latinoamérica, es imposible que la muestra –que viene de Bogotá, luego viajará a San Pablo y probablemente llegue también a Cuba– soslaye la ambigua relación amor-odio que por mucho tiempo Warhol despertó en estas geografías. En gran medida debido a que la aparición de su obra en nuestros politizados 60 –tan identificada con la cultura pop de EE.UU.–, hizo que muchos la vieran sólo ligada al consumo, el poder y la fama, no dejaba lugar a medias tintas: o se lo amaba o se lo detestaba. En ese sentido el texto de Ana Longoni incluido en el catálogo, repasa ese vínculo e interesa particularmente porque rescata la lectura del pop que hizo Oscar Masotta, que desafió detractores de izquierda que vieron en él pura superficialidad o mera exaltación de la cultura de masas. Masotta pudo advertir en el pop una interesante perspectiva crítica ante el sensacionalismo contemporáneo, que en Warhol sobrevuela las series Pequeña Silla Eléctrica, Accidentes y la propia Jackie, como duelo amplificado y explotado a la exasperación, aunque el artista nunca se haya hecho cargo de ella. Más allá, la llegada de esta muestra se inscribe ahora en un horizonte de recepción totalmente distinto del que produjo las obras que la integran. Un horizonte que definió, entre otras cosas, la caída del muro y los códigos de la cultura globalizada.
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