sábado, 27 de febrero de 2010

El Indec como producción de una corporeidad desconfiada. Temas para la biopolítica

Por Susana Kesselman - Publicado en 29 March 2009

1. La tonicidad en la base de una sensibilidad confiable
El concepto de tono, tal como lo considera la neurofisiología, alude a una característica del músculo, una tensión relativa continuamente presente, aunque el músculo permanezca en reposo. El reposo en el músculo es aparente, ya que éste siempre está en actividad, aunque esa actividad no se traduzca en desplazamientos, sino en estados. Desde la perspectiva de la Eutonía, el objetivo es la producción de cuerpos con un tono muscular regulado, equilibrado, ajustado a las acciones que deban realizarse. Una tonicidad flexible, que conduzca a las personas a un equilibrio de tensiones para que puedan adaptar sus posturas, sus actos, sus movimientos, su fuerza, sus emociones, incluso sus pensamientos, a las más diversas situaciones de la vida. Así, una tonicidad relajada será apropiada para el descanso, una mayor tonicidad será adecuada para acciones que lo exijan: caminar, correr, saltar, levantar pesos, y también otras que demanden un trabajo intelectual y una atención apta para la vida. Para que la vida pueda ser vivida con la energía necesaria: Con fuerza, pero sin esfuerzo.

Asimismo, la variación en las emociones requerirá tonicidades múltiples. Ir de la tristeza a la alegría, del enojo a la simpatía, por ejemplo, es posible a través de un tono flexible. Henri Wallon asimilaba el tono con la emoción y la inteligencia. El niño, y se puede afirmar que no sólo los niños, se expresa a través de su tono muscular. Cuando esta flexibilidad tónica no se da hablamos de distonías. Personas que cuando necesitan descansar activan el tono y cuando precisan trabajar, lo bajan, dicho esto de modo simplificado. Comportamientos más que frecuentes.

2. La sensibilidad, el sistema nervioso, el cerebro, territorios de conexiones para la comunicación con nuestro cuerpo y con el mundo que nos rodea
La sensibilidad, la inteligencia sensorial, lo que sentimos, lo que percibimos, los estados en los que vivimos los seres humanos se van construyendo a lo largo de la vida, desde los trazos primeros, incluso en nuestra gestación. La sensibilidad se construye a partir de la información que recibimos desde nuestros sentidos tradicionales, lo que vemos, oímos, olfateamos, gustamos, palpamos, lo que percibimos como superficie corporal, como espacio interno, como medio circundante, datos de la propriocepción, exterocepción, interocepción, y otros, que provienen de sentidos no tradicionales, inteligencias sensoriales múltiples, singulares, intuiciones, conocimientos que con frecuencia no son reconocidos como tales.
Esta sensibilidad se manifiesta de modo natural, se la considera normal, una sabiduría inevitable en los seres humanos. Se sabe que quienes carecen de algunos de los sentidos, los multiplican en otros. Un ciego dice: conozco las tensiones de las personas con sólo tocarles la piel de la cara, un sordo descubre las mil maneras de decir que utilizan las personas y un mudo logra con frecuencia expresarse de modos más ricos que quienes hablan. A esto todavía lo denominamos normal, natural, otros modos de la inteligencia sensorial.
¿Qué es lo que hace que una tonicidad deje de ser adecuada a las acciones que debe emprender una persona, que deje de dar respuestas justas a los estímulos? Muchos factores influyen, endógenos y exógenos. Podemos hablar de cuestiones genéticas, patologías variadas y aprendizajes, interferencias de la fantasía en la percepción de la realidad externa, también de cuestiones culturales. Hay culturas que exaltan estados de tonicidades altas, de un vigor extremado, y juzgan como apatía, abandono, desgano, a veces como depresión, a estados de una tonicidad más relajada. Este fenómeno lo vemos en las prácticas corporales y es el que conduce muchas veces a que los cuerpos busquen sus límites peligrosamente.

3. La percepción social
Oímos con frecuencia hablar de la percepción social aplicada al modo como las personas perciben y viven lo que sucede en una sociedad respecto a variados temas. Percepción social respecto a estilos de vida, a la salud, a la pobreza, a la desocupación, a la calidad de vida, a la economía, a la vida de los jóvenes, a la educación. Si fuéramos coherentes con las teorías de la complejidad, no podríamos hablar de una única percepción social. Imagino que hay tantas percepciones sociales como personas viven en este planeta si realmente las percepciones sociales no fueran materia de estadísticas, de las percepciones de los medios de comunicación, y no se confundiera la percepción social con las opiniones de la gente. ¿Las opiniones, las evaluaciones son percepciones? Una opinión es una manera de pensar, incluso de imaginar, y una percepción es una información que recogemos a través de nuestros sentidos. Sin embargo, Gerda Alexander, creadora de la Eutonía, decía que a las personas les cuesta diferenciar el sentir una sensación del imaginarla, del pensarla. En esta cuestión se dirime la confianza en la sensación como fuente de información de nuestra realidad interna y externa.

4. El Indec y la producción de corporeidad
El Indec -Instituto Nacional de Estadísticas y Censos- es un organismo que en el momento actual refleja una realidad que no es la que perciben las personas a través de los sentidos que le comunican su diario vivir. Cuando una persona tiene un registro de la realidad que no se corresponde con esa realidad, ¿actúa de acuerdo con lo que percibe o con lo que le dicen que perciba? Es como la temperatura y la sensación térmica. ¿Cómo deberíamos abrigarnos? Se nos mezclan realidad, percepción singular y percepciones sociales.
Se puede decir entonces que la sensibilidad, la tonicidad necesaria para una reacción adecuada al estímulo estará mediatizada, obstaculizada, interferida por pensamientos, incertidumbres, fantasías, percepciones inducidas, juicios de valor sobre cosas muchas veces inexistentes.
Por esta razón, hablo de distonías sociales porque las distonías, en este caso, no pueden ser pensadas sólo como un tono inadecuando personal, sino como la producción social de una tonicidad vacilante, indecisa, desconfiada. Y sociales no como suma de singularidades sino como efectos de una producción de corporeidad que se manifestará de modos variados. ¿De qué otra manera denominar las conductas que surgen en una persona que registra una percepción que la dispone a actuar, a sentir, a decidir, y una realidad que según las informaciones de los expertos, no coincide con su percepción, ni siquiera con la percepción social que le correspondería?
Estas situaciones que vive un cuerpo en la actualidad producen un estado de inquietud, de ansiedad, de zozobra, que modifican la tonicidad.
Tomo el Indec como un dispositivo analizador para reflexionar sobre la producción de una corporeidad desconfiada, de una corporeidad que ya no sabe qué es una reacción adecuada. Una corporeidad que ha perdido la confianza en los datos, en la información que le proveen sus sentidos, en especial porque recibe un mensaje de que lo que percibe es un error de su percepción, que alucina.
Decíamos con frecuencia los corporalistas: El cuerpo no miente. Tal vez no se trate de que el cuerpo mienta, sino de que el cuerpo, por estos procesos que vive, no alcance a traducir los datos sensibles para transformarlos en un conocimiento que le sirva para actuar.
Al desconfiar de las percepciones, de la capacidad para entender qué nos dicen las sensaciones, ignoramos si nuestras reacciones son apropiadas. Este fenómeno puede dar como resultado estados de hiperactividad o de inmovilidad, de parálisis.
El pasaje de la confianza a la desconfianza es muy rápido. Lo sabe cualquier persona que cree estar sana y a la que de golpe alguien, un profesional de la medicina, un estudio médico, o sucedáneos, le informa que padece una enfermedad. De ahí en adelante el cuerpo se transforma en poco confiable, tal vez en un enemigo que no le advirtió a tiempo sobre su estado y la persona se dice que quizás no ha podido o no ha sabido escuchar sus advertencias. Un fenómeno similar sería el contrario: el profesional le informa a la persona que está sana, pero ella se siente mal, pensando que una enfermedad grave se avecina. ¿A quién creerle? ¿Al cuerpo? ¿Al informe médico? Las reacciones ante estos fenómenos son diversas. Alguna persona seguirá investigando hiperactivamente hasta encontrar la patología tranquilizadora, otra, abandonará al médico que le dio el informe negativo. ¿Cuál es el mensajero que hay que matar? ¿El del Indec o el de la propia percepción?

5. El cuerpo, un blanco fácil
Enfermos de desconfianza somos carne de cañón para ser violentados, dañados, heridos. Nos convertimos en receptores del maltrato que provoca estrés, burn out, alertas exageradas, que el cuerpo traduce de variadas maneras, con diversas sintomatologías. Un fenómeno muy actual es el de la fobia al estrés que el Mercado aprovecha para ofrecer soluciones, paraísos artificiales para desestresarnos, para no enfermar. El cuerpo se transforma en un blanco fácil para las empresas que organizan el tiempo libre de la gente.
Por otro lado, los mensajes de la sociedad en relación con nuestra manera de ser sanos, de no enfermar, son contradictorios. Por un lado, se nos dice que no podemos descuidarnos, que estemos atentos, que no disminuyamos las alertas, y por el otro, que debemos descansar, relajarnos, tomarnos vacaciones. Y entonces las vacaciones, el tiempo libre, el descanso se producirán bajo el efecto de este doble mensaje: Descansemos, pero sin descuidarnos, sin desconectarnos.
Y vamos a la playa, a la montaña, o más modestamente a un club, a una plaza, pertrechados de celulares, mini computadoras y otros objetos que nos permitan hacernos la ilusión de que esto es el tiempo libre: Seguir conectados con el mundo, ese mundo del que justamente quisiéramos tomarnos un descanso y que llevamos con nosotros.
En no pocos casos sucede lo contrario: El descanso es no querer enterarnos de nada, encerrarnos en nuestros mundos internos, y mientras dormimos una parte del mundo entró en guerra, nos llegó el tsunami, hay un terremoto.
La información que nos dan los sentidos es más que relativa
La información sobre el mundo que nos rodea se ha alejado de la experiencia sensible, y cada vez más se ha transformado en un subproducto de los mass media y de los datos que nos dan los expertos. Somos guiados hacia una percepción social masificada, hacia una corporeidad Indec que manipula la percepción de la ciudadanía mostrándole cuál es la realidad que debe percibir y en la que debe confiar.
Una sabia enseñanza nos dejó Foucault cuando se refería al control por estimulación. Se controla estimulando ciertos consumos, proponiendo determinadas conductas como buenas, aceptando sentimientos como válidos y rechazando otros, sugiriendo qué debemos percibir y cómo debemos actuar ante esas percepciones.
Sin desmerecer la existencia de este mundo. Este mundo existe y hay que vérselas con él. Como decía Pichon Rivière cuando la realidad sobrepasaba la ficción: anoten. Lo peor que nos puede suceder es no adaptarnos activamente, no tener el tono flexible para esta realidad que no tan casualmente nos hace sentir analfabetos sobre los mensajes que nuestros cuerpos no están enviando. Aunque tal vez debamos recurrir a las distonías como un lugar posible de resistencia. Que no me oiga Gerda Alexander...

Susana Kesselman
Eutonista-Socióloga

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