sábado, 27 de febrero de 2010

El padre del arte pop sigue creando



Inventó la expresión "pop art" hace 53 años. A punto de inaugurar una muestra, habla de su relación con Duchamp, con los Beatles, con Warhol, y con el arte de los jóvenes británicos.
Por: Rachel Cooke

The subject, 1988–90, óleo s/tela, 200 x 100 cm cada panel (izq).
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Hace un tiempo, el pop art era nuevo, joven y excitante. Pero ya no, y una manera de que recordemos tanto la gran era que fue como la movida que significó para la corriente dominante del establishment es considerar el caso de Richard Hamilton, el artista que con más frecuencia se describe como su "padre". Por empezar, su cara. Caramba, qué cara. Parece Abraham pintado en una Biblia para chicos: abundante cabellera canosa, una frente alta magnífica, una hilera de dientes que parecen lápidas inclinadas en un cementerio atestado. Además, está el hecho de que muy pronto Hamilton será objeto de una nueva exposición en la Serpentine Gallery de Londres, una de 10 o 12 exposiciones similares –no recuerda exactamente cuántas– que se realizarán en el mundo este año. ¿Toda esta atención lo sorprende?

Hamilton reflexiona un momento y luego dice, con indignación fingida: "Se me está yendo un poco de las manos, en realidad". Una risita casi imperceptible. "Es gracioso porque, antes, mis exposiciones nunca fueron recibidas con elogios. Cuando expuse en la Tate Gallery, en 1992, casi todos los críticos la odiaron. En Navidad salió algo en un diario: ¿Cuál fue la peor exposición del año? ¡Y gané! Supongo que la gente vendrá a ver que en los 50 o 60 últimos años he hecho algunas cosas serias. Eso y el hecho de que he vivido más que mis pares. Joseph Beuys y John Latham están muertos. Robert Rasuchenberg está muerto. Jasper Johns está vivo, pero ¿alguna vez lo oye mencionar?" Desde el rincón de la sala se oye una vocecita: "Jasper Johns es más joven que vos, Richard". Es la pintora Rita Donagh, la esposa de Hamilton, que actúa como su freno de mano cuando se presenta la necesidad.

Hamilton y yo estamos sentados en una impecable sala blanca de la Serpentine Gallery con Donagh, una mujer de aspecto más increíble que él. Tiene una piel espectralmente blanca y el pelo gris largo, y lleva puesto un overol negro. Parece salida de Vogue de París. Más tarde, Hamilton me dice que pese a llevar varias décadas juntos todavía sigue diciéndole cada día que es bella y debo decir: no lo culpo. Los dos forman una pareja talentosa y unida, y han conocido a pilas de famosos –los Beatles, Magritte, Duchamp, elija al que quiera– y sin embargo, lo milagroso es que no son ni remotamente afectados, grandilocuentes o antipáticos. Como estoy a punto de descubrir.

Hamilton me entrega una copia en color de una obra nueva que estará colgada en la Serpentine. Es una obra política, y consiste en dos mapas: uno de Israel/Palestina en 1947, uno de Israel/Palestina en 2010, con la idea, en el segundo mapa, de que Palestina se encogió al tamaño de un copo de maíz. Sostengo la imagen en mis manos y le presto la atención que merece una obra nueva de un artista de la fama de Hamilton. En otras palabras, la miro con mucha atención, y noto algo: en estos mapas Israel está escrito como "Isreal". Lentamente, mis engranajes se ponen en movimiento. A Hamilton le encantan los juegos de palabras. Una de mis obras favoritas es un cenicero francés emblemático sutilmente retocado de modo que dice, no "Ricard", sino "Richard". O sea que es muy verosímil que esto también sea un retruécano. Pero, ¿qué significa? ¿"Is-real"? (¿Es real?) Tiene que ser un comentario sobre el controvertido nacimiento del país. Eso, o bien quiere sugerir que el conflicto Israel-Palestina es una pesadilla –¿puede ser real?– de la que algún día despertaremos. Qué inteligente.

"¿Qué pensó acá? –le pregunto–, ¿por qué escribió Israel así?"

Hamilton me mira primero a mí y después la imagen. "¿Cómo está escrito?" pregunta. Se lo digo.Se produce un pequeño silencio. "Ah, vaya", dice Hamilton. Rita se levanta de su silla y se acerca a mirar la imagen por encima de mi hombro. "Ah, vaya", dice. Al parecer el error es sólo eso: un error. Ahora es mi turno. "Ah, vaya. Lo lamento". Me pongo colorada. Hamilton parece cariacontecido. Donagh parece preocupada. "¿Puede cambiarlo?", digo, pensando que Hamilton trabaja mucho con computadoras actualmente. "No es muy fácil", dice. Diablos. En pleno nerviosismo previo a su nueva gran exposición, acabo de decirle al padre del pop art, de 88 años, que hay un error en una de sus obras. Luego de un momento de perplejidad, Hamilton se echa a reír. "Ah, bueno, dice, ya encontraré alguna manera de arreglarlo. ¡No se preocupe!"

Es muy difícil encasillar a Hamilton. Gran parte de su obra podría describirse fácilmente como pop art –colores brillantes, imágenes emblemáticas, objetos encontrados– pero también es mucho más político que Warhol, por ejemplo, y es un dibujante brillante, que pasó 50 años ilustrando el Ulises de Joyce (esos grabados fascinantes fueron mostrados en el Museo Británico en 2002, y probablemente nunca serán superados). Hasta Hamilton parece inseguro. "Lo que siempre digo es: hago lo que tengo ganas de hacer. La gente no parece entender que un artista es libre de hacer lo que quiera". Fue su amigo Marcel Duchamp quien lo hizo darse cuenta de eso. "Duchamp era realmente un iconoclasta. Eso significaba que se negaba a sí mismo, que tiraba sus propias ideas por la ventana. Yo pensé: debería hacer lo mismo, tener cuidado con repetirme. En el arte, la que tiene que estar activa es la mente, no el ojo".

Hamilton siempre fue admirador de Duchamp; en 1960 publicó una transcripción de las notas en la Caja Verde (1934) del artista y en 1965 reconstruyó su Gran Vidrio (1915-23) que se había hecho trizas en 1926. Pero no se conocieron hasta mucho después. "Fue en una cena en París, en la casa del artista Bill Copley. Pensé que sería una gran fiesta, pero los invitados éramos yo, René Magritte y su mujer, y Marcel y su mujer. En ese momento yo no tenía ni dos billetes de 5 libras". ¿Cómo era Duchamp? "Era la persona más encantadora que se pueda imaginar; amable, inteligente e ingenioso. Finalmente, fui uno de la familia. Su mujer, Teeny, me quería mucho. Teníamos un vínculo muy fuerte. Si estaba con ellos en París, estaba con ellos todo el tiempo. Cuando salió de imprenta el primer "libro verde" me escribió la carta más bella que he recibido en mi vida; Tu labor de amor produjo un monstruo de veracidad, decía".

A fines a los años 40, Hamilton conoció a Nigel Henderson, que luego sería pionero en el Grupo Independiente de artistas al que también pertenecería Hamilton. Fue Henderson quien le hizo conocer a Hamilton la Caja Verde de Duchamp y el libro On Growth and Form de 1917 de D'Arcy Wentworth Thompson, que para Hamilton sería un texto clave (el libro defiende el estructuralismo como una alternativa a la supervivencia de los más aptos para manejar la forma de la especie). En 1956, Hamilton creó Just What Is It That Makes Today's Homes So Different, So Appealing? para el catálogo de This is Tomorrow, la histórica exposición del Grupo Independiente en la Whitechapel Gallery. La muestra era una mirada casi antropológica, semi-irónica a las imágenes del mercado masivo de la era de posguerra.

En 1957, Hamilton escribió una nota a los arquitectos brutalistas Alison y Peter Smithson, que también habían colaborado en This Is Tomorrow; estuvieron en tratativas por la idea de otra exposición siguiendo la misma línea. En esa nota fue donde acuñó la expresión pop art. "Pop art –escribió– es Popular (pensado para un público masivo), Transitorio (una solución a corto plazo), Fungible (fácilmente olvidado), Barato, Producido en Masa, Joven (dirigido a la juventud), Perverso, Sexy, Caprichoso, Glamoroso, Gran Negocio". Era casi como si hubiera mirado a través de una bola de cristal y hubiera visto a Andy Warhol, con su pavorosa peluca. Pero la carta no fue pensada como un manifiesto. "Simplemente enumeré las cosas que me parecían más interesantes –dice Hamilton–. "El (Peter Smithson) ni siquiera la contestó. Cuando le preguntaron más tarde negó haberla recibido". ¿Y qué pasó con "What Is It That Makes Today's Homes So Different, So Appealing?" ¿Qué siente ahora respecto de esta obra suya, supuestamente seminal? "Estoy bastante aburrido pero reporta sus beneficios".

A partir de ahí, la carrera de Hamilton despegó. Pudo dejar de enseñar (había trabajado con Victor Pasmore en la Universidad de Newcastle, Inglaterra, donde Rita fue "una de mis alumnas favoritas", aunque no se casaron hasta 1991) cuando Robert Fraser, alias "Groovy Bob", por entonces el marchand más famoso de Londres, lo tomó. "Hicimos tres exposiciones, y después tuvo lugar la famosa redada por drogas, la galería cerró y sus cheques rebotaron. Pero cuando la galería todavía estaba abierta, fue fantástico. Organizaba esas fiestas en las que uno conocía a los Beatles y a Mick Jagger. Fue Fraser quien me propuso como diseñador para el álbum blanco de los Beatles. Recuerdo que me llamó Paul McCartney. En ese momento era el que manejaba las cosas. Entonces fui a verlo. Yo estaba sentado esperando en una oficina externa y era muy divertido al principio porque estaba llena de chicas en minifalda y botas largas. Pero pensé: le daré cinco minutos más. De todos modos, finalmente, estaba listo. Al principio no sabía si mi idea funcionaría pero después colaboró mucho. Me dio tres cajones de cómoda llenos de fotos para usar en el collage que iba como póster interior". ¿Cuánto le pagó? "¡Me sorprendió lo poco que cobré! Recuerdo que Peter Blake me había dicho que le había pagado nada más que 200 libras por Sgt. Pepper. Yo no recordaba cuánto me había pagado, pero Peter dijo: A vos también te dieron solamente 200. Me pareció un poco mezquino".

En los años 70 el trabajo de Hamilton empezó a volverse más político, aunque también se pasó brevemente al diseño industrial (le encantan las computadoras, y diseñó dos).
Hamilton tiene poco tiempo para los llamados Young British Artists (jóvenes artistas británicos). No se imagina que una conversación con Tracey Emin pueda durar más de cinco minutos y si bien le interesaron bastante los tiburones de Damien Hirst, sus pinturas lo aburren a muerte. Cree que esta generación es "ignorante... no tienen una comprensión de la historia del arte. Su obra es una pérdida de tiempo. Mucho de lo que están haciendo ya fue hecho, y no sólo por Duchamp siquiera. Uno piensa: estás llegando 50 años tarde, amigo".

Le pregunto: ¿le sorprende seguir trabajando? "Francamente no". En parte, como me dijo, el impulso a reinventarse lo mantuvo en marcha. Pero a veces fue la bronca. La investigación Hutton sobre el período previo a la guerra de Irak lo dejó "mas furioso de lo que me gustaría estar". Suena enfurecido, pero cuando miro su rostro, está sonriendo, afable como siempre.

TRADUCCION: CRISTINA SARDOY
© The Guardian y Clarin, 2010.

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