Publicado en el sitio RSD el 28 de Mayo de 2008
Por Javier Contreras Villaseñor
El presente texto es sólo una presentación bosquejada de los trabajos  del “Seminario sobre la danza contemporánea en América Latina” del  Cenidi-Danza. Labores que arraigan sus empeños en la siguiente pregunta:  ¿es posible hablar de una danza contemporánea latinoamericana, o de la  América Nuestra, como en términos martianos sería mejor formular? En la  mayoría de las universidades de nuestro continente, desde hace una buena  cantidad de lustros, la producción literaria de nuestros países es  estudiada como una sola expresión común. ¿Puede plantearse algo similar  para el caso de la danza escénica contemporánea? Creemos que debemos  intentarlo porque partimos de compartidas problemáticas, comunes  paradigmas estéticos y conceptuales, similares audacias, goces, triunfos  y, también, por desgracia, coincidentes infortunios. Sin embargo, a  pesar de esta comunidad, y de una muy amplia y disfrutable riqueza  artística, nuestras danzas se ignoran, repitiendo quizá la situación de  nuestras literaturas antes del movimiento modernista (con cuya irrupción  suele fecharse la autonomía compartida de enunciación de nuestras  discursividades literarias). Es verdad que no ha nacido en la danza  contemporánea de nuestros países una corriente estética común que logre  la independencia “definitiva” de la enunciación simbólica para la danza,  como ocurrió en el caso de la citada escuela literaria y posiblemente  –esa es nuestra opinión- dicha ausencia sea una situación afortunada  porque autonomía de enunciación no tiene por qué ir aparejada con la  unanimidad estética. Avanzando un poco más, quizá pueda decirse que esta  autonomía dancística no existe del todo, o mejor, que en virtud de  nuestras dependencias críticas con respecto de los cánones conceptuales  dominantes en Europa y Estados Unidos, no hemos tenido la paciencia y  sagacidad necesarias para reconocer y recorrer dicha producción autónoma  en su riqueza, contradicciones y multiplicidad. En consecuencia, el  propósito fundamental que guía los trabajos de nuestro seminario es  precisamente la descripción -y explicitación de sus condiciones de  formulación- de las estéticas particulares de las danzas escénicas  contemporáneas de la América Nuestra.
Ahora bien, fundamentamos nuestra investigación en la siguiente urdimbre de consideraciones:
1) La noción de poética como paradigma estético específico  --estructurado con base en principios, lógicas, presupuestos, prejuicios  y procedimientos de composición artística-- que posibilita una  modelización ética-estética del mundo.
2) Modelización que no es sólo representación, sino sobre todo,  producción simbólica-afectica-intelectual del mundo, interpretación,  toma de posición ética, formulación actuante de dolores y deseos.
3) En consecuencia, en el concepto de poética articulamos al mismo  tiempo nociones de Yuri Lotman (modelización), Barthes (escritura  entendida como ética de la forma), Negri (producción “inmaterial”  afectiva), Marcuse (la dimensión estética) y Bloch (el principio  esperanza, la razón utópica).
4) Nociones que queremos emplear como herramientas teóricas para indagar  la variada producción escénica dancística contemporánea de una región  geopolítica y cultural concreta: Nuestra América (Dussel).
5) Ahora bien, ¿tiene sentido hablar de la América Nuestra o se trata de  una formulación voluntarista, artificial? Para quienes participamos en  el seminario, obvio es decirlo, la categoría nos parece pertinente. Para  asumirla, partimos, como ya se apuntó, de formularla como realidad  geopolítica, es decir, como una muy compleja articulación de prácticas  sociales (simbólicas, políticas, tecnológicas, etc.) determinadas por  los esfuerzos de conseguir –construir- autonomía en el marco de una  situación colonial de distribución desigual e injusta del poder  (entendido como capacidad para asumir los proyectos propios de  producción, reproducción, enriquecimiento y dignificación de la vida).
6) Esfuerzos que incluyen, por supuesto, los destinados a ganar el  derecho a la propia representación (Cfr. Jean Franco, 1994), a la propia  enunciación, trascendiendo la habitual formulación centro-periferia,  pues, efectivamente, estamos en condición periférica, somos occidentales  y no occidentales de América, situados geopolíticamente en la periferia  del sistema mundo, pero la tarea fundamental es no sólo reconocer esta  condición sino modificarla ganando para nosotros nuestra centralidad  (valgan las redundancias). Es decir, se trata de lograr la propia  enunciación como una tarea política dignificante, que enriquezca y  ennoblezca al mundo, en la medida en que multiplique el número de  quienes siendo diversos y diversas se relacionan en condición de  iguales, como nos lo han enseñado, para poner algunos ejemplos, el  movimiento feminista y el zapatismo.
7) Por supuesto que estos esfuerzos de ganar la propia enunciación no  han sido ni son tersos, ni excluyen los debates y las disputas.  Encuentros y desencuentros que no son abstractos sino que ocurren en  específicas y dinámicas circunstancias sociales y que están ligados a  los debates entre los diferentes proyectos de organización del mundo  común (la dimensión política entendida como categoría amplia). Esta  situación nos remite a la necesidad de asumir para nuestra investigación  una perspectiva histórica y a relacionar el concepto de “propia  enunciación” con el de “democracia cultural”.
8) Ahora bien ¿pero en dónde arraiga su enunciación la danza escénica?  En principio, en la densidad histórica, social, afectiva y, al mismo  tiempo, ineludiblemente personal, de la condición encarnada. La danza  implica en su práctica, a partir de su asunción de esta condición  encarnada, varios retos, varios desafíos: a) al dualismo occidental, b)  epistemológicos, en la medida en que supone una ampliación del concepto  de intelección (entendida como problematización crítica de lo real),  pues moverse es ya una manera de interrogarse y de interrogar el mundo,  c) ético-afectivos, en la medida en que su práctica devela la  importancia de la situación fundacional de la constitución del sujeto  como ente sostenido corporal-afectiva-éticamente por un otro. La danza  nos permite experimentar la palabra primordial buberiana “yo-tú” y nos  invita, en consecuencia, a hacernos responsables de la demanda del otro  (la vida encarnada del otro), en el sentido de Levinás y Dussel. La  danza nos invita a hacernos responsables de una persona pletórica de  posibilidades, proyectos y fragilidad.
9) Pero la danza es un reto ético-político también en tanto que  experiencia de felicidad. Si la danza es, entre otras cosas, corporeidad  dinámica que experimenta el tiempo y el espacio a través de la  intensidad, el juego, la demanda, la escucha y el sentido, ¿no es una  experiencia de cabalidad? Integración de lo disperso que produce  felicidad. Alegría del ser experimentada en la sonrisa del cuerpo.  Cuando los cuerpos se mueven, sonríen ¿y no es ante esta sonrisa que  debería jugarse la ética, es decir, la política? Alegría posible que  exige la construcción de condiciones sociales de justicia, respeto y  equidad para todos y todas en tanto que proyectos encarnados. En este  sentido, la revuelta de la danza escénica contemporánea latinoamericana  es radical, profunda: revuelta por conseguir la dignidad de una  corporeidad construida por el poder colonial como axiológica y  ónticamente deficitaria. Se trata de recuperar la dignidad desde la  experiencia inmediata de la corporeidad.
10) Ahora bien, para hablar de las poéticas dancísticas es preciso  atender a sus características particulares de enunciación. La  discursividad dancística es un fenómeno complejo en virtud de sus  específicas operaciones semióticas que articulan, al mismo tiempo,  procesos de producción de sentido que suelen presentarse por separado.  Por ejemplo, el lenguaje coreográfico imbrica en un mismo haz la lógica  asociativa-poética y la lógica narrativo-dramática. Es decir, opera con  base en síntesis metafóricas (cuya tendencia es “fijarse” en imágenes  precisas) que, al propio tiempo, se despliegan en el tiempo de acuerdo a  las determinaciones de la progresión y a la lógica de la causalidad  dramática. En este sentido, la danza nos invita a tomar en cuenta, por  ejemplo, tanto a la Poética de Aristóteles, como a La Interpretación de  los sueños de Freud (libro en el que se describen los procedimientos  retóricos del pensamiento asociativo).
11) A lo dicho, hay que agregar que la danza pertenece al conjunto de  expresiones semióticas susceptibles de ser denominadas como  “sismográficas” en oposición a las que pueden nombrarse como  “ficcionales”. Las primeras arraigan en la lógica propia de los índices,  esas manifestaciones que nos informan de la existencia de un fenómeno  sin que medie una intención expresiva (el humo informa del fuego, por  ejemplo), en tanto que las segundas encuentran su fundamento en la  definición del signo y su irreductible carácter de mediación: objeto que  sustituye a otro objeto. Desde nuestra perspectiva, existen ciertos  procedimientos de composición artística –los “sismográficos”- que  encuentran su fundamento en la denominada “puesta en sensación”, vale  decir, en la expresión de la experiencia de lo que se juega y teje en la  urdimbre del afecto y la piel. Experiencia vivida más a nivel de  calidades de movimiento, de flujo de energías, de texturas en devenir  que como signos reconocibles con referentes precisos. De ahí también que  su modo de comunicación sea más la empatía que la interpretación. Por  otra parte, los procedimientos de composición “ficcionalizantes”  requieren de la construcción de mundos simbólicos susceptibles de ser  experimentados como dotados de autonomía y a través de los cuales se  habla y escudriña la realidad no diegética, referencial. En este caso,  en el que se encontrarían contempladas todas las amplísimas formas de lo  narrativo, el medio de construcción de sentido básico sería la  interpretación. Es de cara a esta especificidad problemática y rica del  lenguaje coreográfico que deben hacerse las descripciones de las  diversas poéticas dancísticas operantes en las obras concretas,  procurando trascender esa suerte de colonización de la danza por parte  de las categorías analíticas estrictamente teatrales (necesarias y  pertinentes, pero que no agotan las implicaciones específicas del  lenguaje dancístico) para arribar, si es posible, a nuevas categorías de  intelección del hecho dancístico.
12) A lo dicho, debe agregarse que la danza dialoga (refuta, reformula  y/o debate) con el imaginario colectivo en general y con las  implicaciones simbólicas y éticas de las culturas corporales -tanto las  compartidas por el conjunto de los ciudadanos, como por las  específicamente dancísticas- en lo particular. El análisis de las  poéticas coreográficas debe tomar también en cuenta este diálogo con el  imaginario social (la compleja dimensión de las imágenes, relatos,  arquetipos, que vehicula los debates axiológicos y afectivos  fundamentales de una sociedad).
Si bien todo lo anotado en los apartados anteriores bosquejan la  complejidad y amplitud de los retos implicados en el estudio de las  poéticas danzarias, no se nos oculta que nuestras indagaciones más bien  se abocarán al análisis de los discursos reflexivos sobre las  mencionadas poéticas, en la medida en que no nos es posible ser  “testigos de vista” de la mayoría de las producciones coreográficas  contemporáneas latinoamericanas concretas. En sentido estricto, nuestros  objetos de estudio serán fundamentalmente los discursos verbales que  hablan sobre las poéticas dancísticas. Discursos verbales que surgen de  dos fuentes: 1) la de los teóricos y críticos y 2) la de los propios  hacedores coreográficos. De los primeros pretendemos recopilar y  analizar sus textos ya publicados o en red, de los segundos estudiaremos  tanto sus respuestas a un cuestionario que les enviaremos como sus  propios y diversos tipos de textos. Por supuesto que aspiramos a  confrontar esta información y estos análisis con la producción  coreográfica concreta (observada in situ o por vía videográfica).
Conviene mencionar que, en virtud de las condiciones arriba descritas,  hemos establecido un corte temporal (de los noventa al presente) y una  delimitación estética: la “danza contemporánea”. Utilizaremos esta  noción como categoría amplia en la que quedarán subsumidos los debates  que la atraviesan en cada circunstancia nacional particular (por  ejemplo: “danza posmoderna” vs “danza moderna”, “danza moderna” vs  “danza contemporánea”, etc.). Ahora bien, el mencionado corte temporal  no nos llevará a hurtar los antecedentes históricos a los que tengamos  acceso y que juzguemos pertinentes.
Cabe señalar que originalmente el seminario pretendía sólo ubicar y  analizar los paradigmas teóricos con los que se está construyendo la  danza contemporánea de nuestros países como objeto de estudio. Se  trataba de determinar cómo estamos pensando a la danza escénica  contemporánea y cómo estas reflexiones se articulan a los amplios  debates latinoamericanos sobre nuestras problemáticas culturales y  políticas. Sin embargo, al avanzar en el trabajo nos percatamos de la  importancia de considerar no sólo la dimensión “cognoscitiva” sino  también la poiética, articulación que nos permite tomar en cuenta tanto a  los investigadores de la danza como a los productores coreográficos  directos.
Estamos claros que nuestro trabajo es sólo una introducción a una labor  amplia, colectiva y compartida. Sin embargo, en este momento en que  voluntades poderosas se empeñan en separar a nuestros países,  consideramos que nuestros empeños en algo pueden contribuir –desde la  modestia de nuestros alcances- a contrarrestar las intenciones  colonizadoras de la derecha. Asumimos la orientación latinoamericanista y  crítica de nuestro trabajo como nuestra responsabilidad, nuestra pasión  y nuestra manera de contribuir a ganar una compartida y plural  autonomía.
Bibliografía
Babel Martin, Yo y tú, Caparrós, Madrid 2000.
Dussel Enrique, Ética de la liberación en la edad de la globalización y la de la exclusión, Trotta, Madrid 2002
Franco Jean, La cultura moderna en América Latina, Grijalbo, México 1985.
Franco Jean, Las conspiradoras, Fondo de Cultura Económica, México 1994.
Levinas Emmanuel, La huella del otro, Taurus, México 2000.
Rama Ángel, Transculturación narrativa en América Latina, Siglo XXI. México 1974.
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