Tras varios años de interpretar canciones De otros, la cantante y percusionista editó “Churita”, su primer disco como compositora, donde encara un trabajo armónico complejo.
Por LUCIA TURCO
Como el ekeko, ese dios de la abundancia de los pueblos originarios de América que va cargado de cosas, Mariana Baraj anda por el mundo llevando su música, ahora de composición propia. Con Churita , su cuarto disco, empezó con ocho shows en el norte argentino, siguió por Corea del Sur y Japón (donde también se editó el disco) y en septiembre hizo una parada en Buenos Aires para tocar en el ND Ateneo. Hoy anda por tierra brasileña y vuelve para presentar un disco de música infantil en la Patagonia.
Con aires de mezcla, como siempre, la cantante y percusionista –que en sus comienzos pasó por Man Ray, Catupecu Machu, el folclore y el jazz– se lanzó a componer enteramente y coproducir su nuevo trabajo, con el que, además, estrena su propio sello: Cardonal Records. Luego de tres discos de imprimir un tono personal al cancionero folclórico nacional, latinoamericano y de tierras más lejanas (Lumbre , 2002, Deslumbre, 2005, Margarita y Azucena , 2008), Churita reúne letras bellas y simples y un sonido instrumental más armónico. Cuenta con la participación de Alejandro Franov y Fernando Ruiz Díaz y lleva el sello inconfundible de Baraj: allí donde una copla o una vidala andan confundidas con el rock por los hilos poderosos de su voz.
¿Cómo decide trabajar en su primer disco de composiciones propias?
Es algo que venía trabajando más internamente. Tiene que ver con una inquietud muy personal, con una sensación de que algo me faltaba dentro de lo que para mí significa la música, que es un amplio abanico de elementos. Siento que se dio naturalmente y en el momento en que decidí hacerlo solamente pensé en mi deseo más profundo, sentía que era necesario para mí. En ningún momento pensé en el resultado.
¿Qué cambia al momento de cantar sus canciones? Siento que ya desde la manera de cantar, canto diferente. Cuando uno es intérprete tiene que hablar a través de una imagen o de una idea de otro, lograr apropiarse de esa canción. Cuando los temas son de uno, empieza a tomar otro peso, ya es exponer una idea propia, el punto de vista de uno.
“Churita” también trae cosas nuevas desde lo musical… Hay más trabajo desde la armonía. Tiene que ver con la manera en que fueron compuestos los temas: la mayoría los compuse con el charango, que hace relativamente poco que toco. Ya hace un tiempo que empecé también a componer en el piano, que estudio desde chica. Además, todo el tiempo descubro elementos nuevos de los otros discos, por eso creo que no hubiera podido hacer Churita si no hubiera hecho los otros. Por cómo fueron compuestos los temas y por los arreglos, creo que Churita es una buena síntesis.
¿Qué le interesa de la música de raíz y de la mezcla con el rock y el jazz ?
Yo me siento ligada a la raíz porque siento que en la raíz hay historia y, de alguna manera, lo que va surgiendo y lo que genera esta música en mí se va mixturando con lo que yo soy como músico: con mi historia musical, todo lo que me ha ido nutriendo, con mi formación, la información que fui incorporando, la gente con la que estudié, toda la música que escuché de chica. Siempre me interesó toda la música, nunca tuve prejuicio con ninguna, toqué músicas muy diferentes que me pusieron en situaciones diferentes también. La música folclórica estuvo siempre, es la que más recuerdo de la escuela. Pero mi infancia estuvo marcada sobre todo por el jazz .
¿Qué piensa cuando la identifican como rupturista o renovadora dentro del folclore?
Nunca me detengo demasiado a pensar en eso, la música trasciende las definiciones, tiene un poder y un don que va más allá: por lo que, más allá del género o del estilo, tiene el poder de generar en la gente. Yo siento que a mí la música me dio mucho y cuando me pongo a pensar a dónde quisiera llegar, es a poder devolver con música todo lo que siento que la música me dio.
¿Cuáles fueron sus influencias o momentos más significativos en su relación con la música?
Hubo muchos músicos que me marcaron. Algunos tuve la suerte de que hayan sido mis maestros y otros fueron mis maestros sin saberlo, porque cuando uno toma un disco que le gusta mucho está aprendiendo. Las recopilaciones de Leda Valladares, sobre todo los primeros trabajos de Grito en el cielo , fueron los que generaron en mí una inquietud en relación al género de canto con caja. A los 19, 20 años fueron muy importantes las clases con Iris Guiñazú; yo venía estudiando batería con Horacio López y las clases de canto con ella las recuerdo como un espacio que me despertó cosas muy buenas, creo que ahí canté las primeras vidalas o bagualas. Siempre necesito estar estudiando. Uno de los mejores ejemplos que tengo es mi papá (el saxofonista Bernardo Baraj), lo llamás cualquier mañana y él está estudiando.
¿Cómo sigue el trabajo?
Aunque piense en lo que va a venir, quiero disfrutar este momento de tocar en vivo. Hago otros temas y de a poquito se van armando las ideas, pero me interesa poder profundizar en lo que está pasando ahora.
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