Publicado en Susy Q 10 - Septiembre/Octubre 2007 |
Críticas |
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Tanztheater Wuppertal Vollmond (Luna Llena) Coreografía: Pina Baush Teatro: Théâtre de la Ville (París) Fecha: 24 de junio de 2007 |
¿Que formula mágica tiene Pina Baush para conseguir introducirse con tanto tino en los meandros del comportamiento humano? Sin duda la formula se llama trabajo, reflexión y una gran capacidad por avanzar en paralelo al tiempo en el que vive. La prueba de esto, su última creación, Vollmond, que pudo apreciarse en el Théâtre de la Ville de París, única ciudad fuera de Alemania que tiene el privilegio de ver año tras año todas sus obras. Mujer de fuertes convicciones que mueve y remueve la misma piedra hasta sacarle su parte más perfecta, se rodea ahora de agua para irrigar sus ideas. Piedras precisamente hay una, enorme, imponente y bellamente en equilibrio sobre un río que cruza el escenario y que metafóricamente separa al hombre de la mujer. El agua en Vollmond es un elemento omnipresente pero no principal, el agua aquí ni cuenta ni es trama, es elemento conductor, envoltorio y nexo de unión del real tema tan escudriñado por la dama de Wuppertal: las relaciones humanas. Dos horas de espectáculo y una lluvia incesante son atravesadas magistralmente por los 12 bailarines con joviales momentos como en el que armados de cubos se entregan a una despreocupada bacanal. Tal es el impacto de la obra que casi desapercibidos pasan sus conocidos slows en pareja o su excepcional trabajo de brazos... a fin de cuentas Vollmond nos lleva mas allá de la escena, todo son imágenes y contemplación. El niño chapoteando, el anciano perdido, los chavales saltando de cabeza en un río, incluso la humedad de tanta lluvia nos transporta al monzón del continente asiático. Esa es sin duda la formula mágica. Baush nos saca de las cuatro paredes del teatro para acercarnos poéticamente a la parte positiva de la existencia, esa que no hay que dejar pasar. El final extraordinariamente excesivo es como una obra dentro de la obra. En unos minutos la coreógrafa da un repaso a cámara rápida sobre todo lo acontecido en las dos horas pasadas, una manera de recordarnos que la vida corre frenéticamente y tenemos que vivirla ya sea en el escenario de Vollmond o en el teatro de nuestras vidas. Una obra que nos lleva por la paleta meteorológica de Baush, del apenas perceptible tintineo de unas gotas de agua al estruendoso diluvio. DAVID RODRIGO BALSALOBRE |
sábado, 16 de octubre de 2010
Agua al cubo
domingo, 10 de octubre de 2010
PENUMBRAS - SANDRO
La noche se perdió en tu pelo... la luna se aferró a tu piel y el mar se sintió celoso y quiso en tus ojos, estar él también... Tu boca... sensual, peligrosa... tus manos... la dulzura son tu aliento... fatal fuego lento que quema mis ansias y mi corazón. Ternura que sin prisa apura caricias que brinda el amor Caprichos muy despacio dichos entre la penumbra de un suave interior. Te quiero... y ya nada importa. La vida lo ha dictado así... Si quieres, yo te doy el mundo... pero no me pidas que no te ame así que no te ame así... que no te ame así....
Me he enterado de que a Usted le gustan nuestras sopas
“El fin del arte tal como yo lo concibo tuvo lugar antes de que el mercado de los años ochenta lo hubiese imaginado. Se produjo dos décadas antes de que publicara (el artículo) «El fin del arte». No fue un evento dramático como la caída de los muros que marcaron el fin del comunismo en Occidente. Fue, como muchos eventos de apertura y cierre, invisible a aquellos que lo viven. En 1964 no hubo artículos de portada en el New York Times, no fue noticia de último momento en los informativos vespertinos. Ciertamente noté los eventos, pero no percibí que marcasen el fin del arte, no hasta 1984. No obstante, eso es característico de la percepción histórica. Es típico que las descripciones de eventos realmente importantes no estén al alcance de quienes los ven suceder. ¿Quién, enterado de que Petrarca ascendía al monte Ventoux con una copia de San Agustín en su mano, podría saber que el Renacimiento se iniciaba con ese suceso? ¿Quién, al visitar la Galería Stable en la 74 East de Manhattan para ver los Warhol, podría saber que el arte empezaba a acabar?”
Transcurrido un lapso conveniente de tiempo, todo el mundo, no sólo los artistas, no sólo los críticos, se dio vuelta para mirar lo que pasaba allí. Y si no, lean esta carta escrita por un gerente de marketing de Campbell, agradeciendo a Warhol por la visibilidad que daba a su producto y endulzándolo con… un par de latas de sopas de tomate.
Estimado Sr. Warhol,
He seguido su carrera por algún tiempo. Su trabajo ha despertado gran interés aquí en la compañía Campbell Soup por razones obvias.
En un tiempo esperaba ser capaz de adquirir una de sus pinturas de sopas Campbell, pero me temo que se han vuelto muy caras para mí.
Quería decirle, de todos modos, que admiramos su trabajo y que me he enterado de que a usted le gusta la sopa de tomate. Me tomo la libertad de enviarle un par de cajas de nuestra sopa de tomate a esta dirección.
Le deseamos un éxito continuo y buena suerte.
Cordialmente,
William P. MacFarland
Gerente de Marketing de Productos
Clement Greenberg, la vanguardia y el kitsch
La sofisticación de la vanguardia, en su análisis, también constituye un problema:
“La especialización de la vanguardia en sí misma, el hecho de que sus mejores artistas sean artistas de artistas, sus mejores poetas, poetas de poetas, la ha malquistado con muchas personas que otrora eran capaces de gozar y apreciar un arte y una literatura ambiciosos, pero que ahora no pueden o no quieren iniciarse en sus secretos de oficio”.
Este espacio vacante es ocupado según Greenberg por el kitsch, la producción academicista y fácilmente digerible que se aprovecha también de la población campesina que llega a las ciudades y pierde su cultura popular de origen. Allí está su principal interés, rescatar a esas fuerzas para la revolución. “El kitsch –escribe– es mecánico y opera mediante fórmulas. El kitsch es experiencia vicaria y sensaciones falseadas. El kitsch cambia con los estilos pero permanece siempre igual. El kitsch es el epítome de todo lo que hay de espurio en la vida de nuestro tiempo. El kitsch no exige nada a sus consumidores, salvo dinero; ni siquiera les pide su tiempo”.
Todavía faltaban muchos años para la llegada del pop, que cambiaría completamente los términos de esta discusión regodeándose como arte de masas y mostrando las limitaciones del elitismo vanguardista. Las ideas de Greenberg, sin embargo, tenían un sentido político concreto en su tiempo: “el estímulo del kitsch no es sino otra manera barata por la cual los regímenes totalitarios buscan congraciarse con sus súbditos”. En ese esfuerzo contra el totalitarismo reside lo mejor que tiene su teoría.
Publicado por Fernando Bruno el 07/10/2010 | Enlace permanente
Una forma de entrega - MARIANA BARAJ
Tras varios años de interpretar canciones De otros, la cantante y percusionista editó “Churita”, su primer disco como compositora, donde encara un trabajo armónico complejo.
Por LUCIA TURCO
RECIENTE. El charango, un instrumento que Baraj toca hace poco.
Como el ekeko, ese dios de la abundancia de los pueblos originarios de América que va cargado de cosas, Mariana Baraj anda por el mundo llevando su música, ahora de composición propia. Con Churita , su cuarto disco, empezó con ocho shows en el norte argentino, siguió por Corea del Sur y Japón (donde también se editó el disco) y en septiembre hizo una parada en Buenos Aires para tocar en el ND Ateneo. Hoy anda por tierra brasileña y vuelve para presentar un disco de música infantil en la Patagonia.
Con aires de mezcla, como siempre, la cantante y percusionista –que en sus comienzos pasó por Man Ray, Catupecu Machu, el folclore y el jazz– se lanzó a componer enteramente y coproducir su nuevo trabajo, con el que, además, estrena su propio sello: Cardonal Records. Luego de tres discos de imprimir un tono personal al cancionero folclórico nacional, latinoamericano y de tierras más lejanas (Lumbre , 2002, Deslumbre, 2005, Margarita y Azucena , 2008), Churita reúne letras bellas y simples y un sonido instrumental más armónico. Cuenta con la participación de Alejandro Franov y Fernando Ruiz Díaz y lleva el sello inconfundible de Baraj: allí donde una copla o una vidala andan confundidas con el rock por los hilos poderosos de su voz.
¿Cómo decide trabajar en su primer disco de composiciones propias?
Es algo que venía trabajando más internamente. Tiene que ver con una inquietud muy personal, con una sensación de que algo me faltaba dentro de lo que para mí significa la música, que es un amplio abanico de elementos. Siento que se dio naturalmente y en el momento en que decidí hacerlo solamente pensé en mi deseo más profundo, sentía que era necesario para mí. En ningún momento pensé en el resultado.
¿Qué cambia al momento de cantar sus canciones? Siento que ya desde la manera de cantar, canto diferente. Cuando uno es intérprete tiene que hablar a través de una imagen o de una idea de otro, lograr apropiarse de esa canción. Cuando los temas son de uno, empieza a tomar otro peso, ya es exponer una idea propia, el punto de vista de uno.
“Churita” también trae cosas nuevas desde lo musical… Hay más trabajo desde la armonía. Tiene que ver con la manera en que fueron compuestos los temas: la mayoría los compuse con el charango, que hace relativamente poco que toco. Ya hace un tiempo que empecé también a componer en el piano, que estudio desde chica. Además, todo el tiempo descubro elementos nuevos de los otros discos, por eso creo que no hubiera podido hacer Churita si no hubiera hecho los otros. Por cómo fueron compuestos los temas y por los arreglos, creo que Churita es una buena síntesis.
¿Qué le interesa de la música de raíz y de la mezcla con el rock y el jazz ?
Yo me siento ligada a la raíz porque siento que en la raíz hay historia y, de alguna manera, lo que va surgiendo y lo que genera esta música en mí se va mixturando con lo que yo soy como músico: con mi historia musical, todo lo que me ha ido nutriendo, con mi formación, la información que fui incorporando, la gente con la que estudié, toda la música que escuché de chica. Siempre me interesó toda la música, nunca tuve prejuicio con ninguna, toqué músicas muy diferentes que me pusieron en situaciones diferentes también. La música folclórica estuvo siempre, es la que más recuerdo de la escuela. Pero mi infancia estuvo marcada sobre todo por el jazz .
¿Qué piensa cuando la identifican como rupturista o renovadora dentro del folclore?
Nunca me detengo demasiado a pensar en eso, la música trasciende las definiciones, tiene un poder y un don que va más allá: por lo que, más allá del género o del estilo, tiene el poder de generar en la gente. Yo siento que a mí la música me dio mucho y cuando me pongo a pensar a dónde quisiera llegar, es a poder devolver con música todo lo que siento que la música me dio.
¿Cuáles fueron sus influencias o momentos más significativos en su relación con la música?
Hubo muchos músicos que me marcaron. Algunos tuve la suerte de que hayan sido mis maestros y otros fueron mis maestros sin saberlo, porque cuando uno toma un disco que le gusta mucho está aprendiendo. Las recopilaciones de Leda Valladares, sobre todo los primeros trabajos de Grito en el cielo , fueron los que generaron en mí una inquietud en relación al género de canto con caja. A los 19, 20 años fueron muy importantes las clases con Iris Guiñazú; yo venía estudiando batería con Horacio López y las clases de canto con ella las recuerdo como un espacio que me despertó cosas muy buenas, creo que ahí canté las primeras vidalas o bagualas. Siempre necesito estar estudiando. Uno de los mejores ejemplos que tengo es mi papá (el saxofonista Bernardo Baraj), lo llamás cualquier mañana y él está estudiando.
¿Cómo sigue el trabajo?
Aunque piense en lo que va a venir, quiero disfrutar este momento de tocar en vivo. Hago otros temas y de a poquito se van armando las ideas, pero me interesa poder profundizar en lo que está pasando ahora.
Siegfried Kracauer y el cine como instrumento de conocimiento
Editorial Gorla acaba de editar Siegfried Kracauer. Un pensador más allá de las fronteras, una compilación de artículos de los personajes más curiosos y penetrantes de la ensayística alemana de su tiempo, el de la célebre Escuela de Frankfurt.
Por ADRIAN LASTRA
Desde sus orígenes el cine mantiene una íntima relación con la filosofía; desde ambos espacios se expresa un mundo a través de un lenguaje propio, cada vez más sofisticado. Este vínculo fue explotado una y otra vez por distintas personalidades de la cultura, entre ellas, el judeoalemán Siegfried Kracauer, quizá la más relevante dentro del espectro que enlaza la filosofía con la imagen por medio del estudio de la estética.
Kracauer, a través de un intercambio permanente de puntos de vista con el movimiento intelectual de la Escuela de Frankfurt (Theodor Adorno, Georg Simmel, Walter Benjamin, entre otros), se convirtió en uno de los personajes más curiosos y penetrantes de la ensayística alemana de su tiempo. Sus obras oscilan entre cuestiones netamente filosóficas, tratamientos de las peculiaridades cinematográficas y aproximaciones a las nuevas tecnologías en relación con la cultura moderna. El lanzamiento de Siegfried Kracauer. Un pensador más allá de las fronteras (Editorial Gorla), compilado por el filósofo Carlos Eduardo Jordão Machado y el doctor en Letras Miguel Vedda, en el que distintos autores europeos y latinoamericanos interpretan y dan a conocer las virtudes del intelectual frakfurtiano es un interesante puntapié para revisitar su obra.
Dada la diversidad de fenómenos que fueron objeto de interés de este multifacético pensador, sería una injusticia circunscribir su obra a un ámbito determinado de la cultura y del mundo intelectual. Sus miles de estudios acerca de la sociología, la religión, la arquitectura, la filosofía y los avatares relacionados con un nuevo mundo en construcción, dan fe de esta problemática. Durante la República de Weimar, Kracauer escribió más de 700 críticas de cine (entre otros dos mil ensayos, artículos y reseñas), la gran mayoría publicadas en el diario Frankfurter Zeitung (1921-1933). Luego, cuando los nazis tomaron el control de Alemania, se exilió en París y, más tarde, en Nueva York. Desde allí, sus trabajos críticos sobre el cine, sobre todo De Caligari a Hitler (1947) y Teoría del Cine (1960), eclipsaron sus otras facetas pero, al mismo tiempo, lo lanzaron más allá de las fronteras, tanto de las de la territorialidad como de las del pensamiento.
Siegfried Kracauer fue uno de los pioneros en advertir que el séptimo arte no era un mero espectáculo. Se ocupó de reflexionar sobre la construcción del lenguaje cinematográfico y su relación con las masas espectadoras que acudían al cine por los años 30 del pasado siglo.
Si tal como atestigua Salo Lotersztein en El cine y su relación con el inconciente, para Joseph Gregor los espectadores son amantes del engaño, para Kracauer los espectadores son testigos de la realidad: no se trata de una nueva alegoría de la caverna platónica. Sino todo lo contrario: recogiendo el concepto de epojé de la filosofía fenomenológica, Kracauer proponía comprender la articulación del lenguaje cinematográfico (basándose en las películas mudas del impresionismo alemán) como un procedimiento de suspensión, como una actitud de conocimiento que implica una suerte de poner entre paréntesis el mundo para luego analizarlo en detalle, lo cual provoca una gran diferencia en el modo en que el sujeto se relaciona con el objeto. La cámara irrumpe la correspondencia natural entre sujeto y entorno y de este modo produce un efecto en el cual ya no media una representación, sino que el sujeto se encuentra con las cosas tal como son. El objeto intencionado resulta ser el objeto en sí, y no una mera representación del objeto como lo sostuvo la tradición filosófica moderna.
Quizá, por este motivo, Kracauer veía en el cine una suerte de capacidad redentora al mostrar las cosas tal cual son por medio de la cámara-realidad. La posibilidad de que a través del cine se superara el problema de la imposibilidad de la representación era, según este pensador, un potencial imperdible que ofrecía el cine. Visto desde este punto de vista el horror no es el resultado de una construcción artificial, sino, justamente, el fondo desde donde emerge la figura del hombre en toda su naturaleza.
Como sostiene Nia Perivolaropoulou, investigadora de la Universidad de Essen, en Un pensador más allá de las fronteras, lo que el cine ofrece según Kracauer no es un refuerzo de la identidad del sujeto, pues no continúa en la línea de una saber histórico que se alimenta de las tradiciones, de los ritos o de cualquier otra forma de transmisión de la memoria colectiva, sino que es la propia experiencia de los espectadores frente a la pantalla la que es capaz de provocar el abandono previo de algún tipo de saber y la que da lugar a otro tipo de conocimiento mediante la experiencia estética. Inmerso en ella, el sujeto no puede afirmarse como autónomo, sino como una experiencia de la alteridad.
Desde el contexto actual de la industria cinematográfica, resulta interesante volver a leer el pensamiento de Kracauer, puesto que las artes audiovisuales en su conjunto continúan desarrollando y modificando sus instrumentos técnicos, colocándonos constantemente en una nueva instancia de comprensión. Ante el éxito del cine 3D, por ejemplo, cabe preguntarse si no estamos ante el regreso a aquella primera instancia natural anterior a la epojé, en la que el sujeto se encuentra rodeado de las cosas, mezclado entre ellas, inmerso en el mundo nuevamente. Pero ¿es este su entono natural o por el contrario, en el nuevo cine 3D, el sujeto es puesto en un mundo que le es completamente ajeno y que lo aísla de toda posibilidad de conocimiento acerca de su vivencia propia y cotidiana?
Lo que podría considerarse una gran evolución en la industria del cine también podría ser pensado entonces como una vuelta al engaño, como un regreso a la caverna platónica. El sujeto-espectador cree que el mundo que lo rodea es real, dado que puede verlo en 3 dimensiones, sin embargo no advierte que aquello sigue siendo una sombra, una representación de la cosa en sí, que ahora se presenta a través de un dispositivo mejorado.
El Che y Borges, íconos de la edición especial de Ñ para iPad
Se lanza para acompañar a la Argentina, invitada de honor en la feria de Frankfurt. Fotos, videos y animaciones para recordarlos. Es gratis y ya está disponible en la tienda online de Apple.
¿Qué hubieran hecho Borges y el "Che" Guevara si hubieran vivido la era digital? Que la imaginación responda a esa pregunta. Hoy, Revista Ñ invita a disfrutarlos de la mano de una edición especial sobre estos dos íconos culturales para iPad, la tableta electrónica más popular del mundo. Diseñada para acompañar a la Argentina como invitada de honor en la Feria de Frankfurt, la versión digital se adentra en los mundos del multifacético escritor y del líder revolucionario.
El iPad es el dispositivo que ha revolucionado la forma en que la gente usa Internet. A medio camino entre una mini notebook y un libro electrónico, suma la interfase táctil y atractiva del iPhone, su famoso celular. Desde que fue lanzado, causa furor de ventas en cada rincón donde se lo comercializa. En Argentina, está disponible desde el 17 de septiembre. Y desde ese mismo día, Clarín se convirtió en el primer diario del país en tener una aplicación disponible para el aparato. Ahora, es Ñ la que se suma como pionera en el ámbito de las revistas.
Esta aplicación para iPad se descarga de manera gratuita del App Store, la tienda virtual de Apple. Jorge Luis Borges y Ernesto "Che" Guevara fueron elegidos como personajes centrales del lanzamiento en el que participan los escritores argentinos Andrés Rivera, Beatriz Sarlo y el mexicano Carlos Fuentes.
Fotos, videos, cronologías y animaciones los albergan desde todos los ángulos. Basta con deslizar los dedos por la pantalla táctil del dispositivo para entrar en ellos.
Un Borges multifacético devela secretos de los borradores sobre los que corrigió cuidadosamente su obra Historia de la eternidad.
En video, Andrés Rivera revela detalles de una larga entrevista con Borges en la que el escritor demostró tener un "manejo de la memoria, de la oralidad y de la cultura" como nadie.
La ensayista Beatriz Sarlo analiza las fuentes orales de sus relatos y el mexicano Carlos Fuentes lo describe como "el fundador de la nueva prosa de la región".
El "Che" Guevara navega en esta edición de iPad entre la revolución y el ícono. Un recorrido por los libros y películas que lo tienen como protagonista muestra las muchas caras del líder guerrillero. Un análisis de su foto más célebre explica cómo su serialización empujó al argentino de la práctica revolucionaria a la ficción de la vida pop.
Interactiva, de fácil navegación, la aplicación de Revista Ñ permite navegar por secciones como Ideas, Literatura, Arte y Escenarios, entre otras.
Revista Ñ decidió lanzar esta aplicación para acompañar a la Argentina como invitada de honor a la Feria de Frankfurt, la más importante del mundo editorial inaugurada hace tres días. Mientras la cultura argentina desembarca en esta vidriera internacional con un pabellón que incluye figuras como Borges, el "Che" y Evita, Revista Ñ lo hace en el iPad y para todos sus usuarios.
miércoles, 6 de octubre de 2010
COPLITA REBUSCADA 1
esperare tu regreso
espero que no tardes tanto
que cansadito me esto quedando
pensando, pensando, pensando
te llamo
no parece resultar
ni el aroma ni la sombra
si han de presentar
chaucito te digo
chaucito te vuelvo de decir
chaucito es solo un falso intento
de olvidar mi soledad
esperar tu regreso
pensando, pensando, pensando
chaucito!!!!!!!!!!!!1
RUBEN LUNA
COMENZAR EL DIA PENSANDO
Hoy desperte con el entusiasmo de poder iniciar, ¿que? no se pero estoy con los ojos abiertos y de pie, con ganas de empezar y dando los primeros pasos como hace 31 años, ¡claro! es volver todos los dias a comenzar desde cero, nuestra vida es solo de un segundo, un simple instante que se esfuma, una instancia nueva todo el tiempo, cosas que pasan.
Y seguro que estara bueno que pase, pero aun más estará que nos demos cuenta cuando esta sucediendo por que sino seria realmente una perdida de tiempo haber estado y no haber respirado.
Listo siempre para intentar habitar la inmensidad.
viernes, 1 de octubre de 2010
Tres mil metros cuadrados de identidad argentina
Bajo el mismo cielo y casi mezclándose con la calle donde se exhibe, una gigantografía de Seguí enhebra íconos de la argentinidad.
Por Nora Iniesta
No podría titularse de otro modo: “Los mitos de mi infancia”, una enorme pizarra de 34 x 88 metros –casi tres mil metros cuadrados– es la estupenda gigantografía que se despliega como una gran ventana sobre la 9 de Julio, muy cerca del Obelisco y con Obelisco dibujado en la obra. Su autor es, claro, Antonio Seguí, el pintor cordobés que conquistó París; artista que actualmente Buenos Aires permite ver en plenitud y en gran tamaño a todo ciudadano que pase por la fachada del ex Mercado del Plata, rebautizado como Edificio del Plata. Situado en Carlos Pellegrini 211, el ex mercado inaugurado en 1962, que fue originariamente un lugar obligado de compras para familias que buscaban variedad de productos y buena calidad, hoy ha sido convertido en un edificio de oficinas, sede de diversas áreas técnicas y de gestión del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Para suerte de los porteños, su fachada se ha vuelto una pantalla gigante desde donde emana y emanaron con una programación pautada y puntual y, cada cual a su turno, cronológicamente hablando, las obras de los artistas Fabián Burgos, Guillermo Ueno, Max Gómez Canle y Marcos López, siendo ahora el momento de ver y apreciar la obra de don Antonio Seguí. Porteños y no solo porteños, habitantes de Buenos Aires: no dejen de verla, vale la pena pararse por un rato ante ella e ir descubriendo gozosamente un mundo donde seguramente encontrarán cual libro abierto, como juego de acertijo, más de un ícono que les disparará muchas fantasías y o aventuras de infancia.
La verdad es que dan ganas de pasar mil veces delante de ella; como todo gran cuadro sus lecturas son múltiples como múltiples son sus personajes, los dibujos a carbonilla en blanco y negro y las palabras que lo habitan. Figuras contorneadas, algunas con un toque de color; otras con los emblemáticos sombreros, una suerte de diccionario ilustrado de lo que fuese la geografía y la historia de la Argentina compendiado en un racconto simultáneo, disperso, en continuidad, con un gran aglutinamiento de personajes diminutos esparcidos por la superficie del cuadro.
Seguí despliega en la tela un tesoro mayor: su gloriosa memoria intacta, situada en la Argentina que él vivió; llámese escuela primaria, fútbol, tango, las sierras de Córdoba que lo vieron nacer, Buenos Aires, la Casita de Tucumán, el Cabildo, la Cordillera de los Andes, el deporte representado por un auto turismo carretera, un ring de boxeo y dos jugadores de fútbol de River y Boca; los símbolos patrios. El artista nos invita a descifrar, descubrir y encontrar el hilo en esta trama, archivo colectivo de esta tierra sureña. Billiken, Gatica, la Negra Sosa, la Casa del Viejo Vizcacha, Roberto Arlt, Fúlmine, Florencio Molina Campos, la Misa Criolla, Vito Dumas, Fangio, Froilán González, Patoruzú, San Martín, Manuel Belgrano, el hotel Castelar, el Aguilucho, hasta la advertencia ¡no corten árboles!, son todas palabras que van creando un solo tejido; el de nuestra identidad e historia. Seguí reside en París desde hace 47 años, pero su memoria se mantiene intacta para abrirnos este portón de sus recuerdos tan genuino y generosamente argentino como la yerba mate o el dulce de leche. La composición ha sido dividida en tres franjas horizontales cual tres guardas bien definidas: oscuro, medio y claro, desde lo más profundo hasta lo más alto. Como si ellas no existieran, todo lo que se muestra y acontece en superficie parece deambular sin importar mucho la demarcación en la totalidad del campo compositivo donde van sucediendo los hechos. Digo y afirmo campo porque es a la intemperie donde todo ocurre, como lo es también donde se muestran estas escenas, partes de un todo a cielo abierto, cual horizonte pampeano. La primera capa, la más cercana a la tierra, al suelo, la más oscura, es la más copiosa y abigarrada de personas y personajes en esta bidimensionalidad. No hay ni existen puntos de fuga. No hay por donde escapar, aunque campo, ello, lo propio se vuelve encierro, bagaje insustituible. Es lo que vivimos, es lo que portamos, es definitivamente lo que somos. Cual dibujáramos en la escuela primaria, ese sector por debajo de la línea de tierra recuerda a aquella en que ubicábamos las raíces, justamente, de árboles y plantas, estando bajo superficie.
La que sigue, algo más clara, está entre las líneas de tierra y de horizonte; por allí Antonio sigue contándonos su historia; así llegamos a la radiante y luminosa, la más alta, cercana al cielo. En ella, ya nada, despojada de grafías y palabras, cual liberación de lo terrenal, alcanzando vuelo sólo la banderita argentina, flameando desde la cúpula del Cabildo se alza bella, única, invocando esa unión e igualdad que siempre soñamos por estas tierras desde chicos.
Un sinfín es esta historia inconclusa que, puesta y expuesta en plena calle, presencia silenciosa la otra realidad que acontece en simultáneo, la de la incesante cantidad de autos que día a día circula por la avenida más ancha del mundo en ambas direcciones. La generosidad de un artista es mucha. Unica e irrepetible; y Seguí sabe de ello. Mención aparte merece el bello texto de la curadora Clelia Taricco sobre la obra: El retorno a la infancia es, en Seguí, casi una marca registrada. Para este artista cordobés –“que trabaja en París pero vive en Córdoba”–, la infancia es, y ha sido permanentemente a lo largo de toda su producción, la fuente de donde abreva sus ideas. De la infancia provienen sus imágenes, sus recuerdos, hasta sus comidas.
Y me viene a la mente otro artista residente en París, el argentino Alfredo Arias quien hace semanas presentó en plena calle Corrientes su obra Tatuaje; otro enclave; la misma historia, memorias de un Alfredito que pasó su infancia en el conurbano bonaerense, en Remedios de Escalada, quien puso en escena sus recuerdos de modo impecable, con gran rigor y extremo sentimiento.
La memoria selecciona aquello que recuerda; ambos artistas ya son patrimonio legítimo de este suelo al que sin duda muy a pesar de donde vivan, pertenecen. Como pertenece aquello que puedan crear, recrear y hacer.
Buenos Aires y la Argentina, agradecidos.
Arte en el Plata es un emprendimiento de los ministerios porteños de Cultura, de Espacio Público y de la Fundación Banco Ciudad. Sus curadoras son Eva Grinstein e Inés Katzenstein.