Julián D’Angiolillo, el director de “Hacerme feriante”, el documental sobre La Salada, explica por qué realizó la avant premier en el corazón del famoso complejo de economía informal, donde se venden a cinco pesos las copias “autopirateadas”.
POR VICTORIA REALE
Hacerme feriante, opera prima de Julián D’Angiolillo atraviesa diferentes aspectos de las ferias que conforman La Salada. Desde el principio, su director recorre con una cámara atenta el espacio de los antiguos balnearios populares, hoy abandonados, para adentrarse en el mundo de la feria. A la vez, pone en foco la negociación que realiza el Estado con los feriantes para sanear la contaminación de la ribera del Riachuelo. La película se proyecta en el cine Gaumont y, durante los sábados y domingos de febrero a las 18, en el cine del Malba.
D’Angiolillo decidió realizar la avant premiere del documental durante una madrugada en la feria de Punta Mogote. Y también se autopirateó la película para venderla sus propias copias truchas a $ 5 dentro de la feria. “Me parece que la discusión de los derechos es senil. Los feriantes no van a ir al cine del Malba o al Gaumont, entonces es mi única manera de que puedan verla”, asegura.
Julián D’Angiolillo habló con Revistaenie.com sobre las problemáticas ambientales y políticas relacionadas con La Salada y las condiciones de trabajo en los talleres textiles ilegales. “Creo que las grandes marcas y los shoppings son los responsables y grandes beneficiarios de este problema”, afirma el director.
-Esta es su ópera prima, pero su familia proviene del cine. ¿Qué trabajos anteriores tuvo?
-Sí, mi padre Luis César D’Angiolillo es director y montajista, y mi madre María Inés Teisie, comenzó como fotógrafa fija y se convirtió en la primera directora de fotografía en la Argentina. Yo estudié Bellas Artes y comencé mi carrera como dibujante, realizando historietas. También estudié Dramaturgia en el Conservatorio y empecé a trabajar para muestras haciendo exposiciones.
-¿Cómo surge la idea de “Hacerme feriante”?
-El documental surge de un encargo para una muestra que se hizo en Barcelona, que se llamó Post It City/ Ciudades ocasionales. Realicé tres cortos para esa exposición, uno sobre la feria, otro sobre el Riachuelo y el último sobre el trabajo de los costureros en los talleres textiles. A partir de esa experiencia, decidí hacer un largometraje.
-¿Qué fue lo que más le interesó del fenómeno que se da en La Salada?
-La feria se encuentra atravesada por diferentes problemáticas: el medio ambiente, la política, y las situaciones laborales. Siempre me pareció muy interesante la estructura de la feria para armar un relato cronológico. La película empieza con el espacio vacío de los balnearios abandonados y termina con el espacio en proceso de transformación, el Riachuelo abandonado, y con gente cortando el pasto a la vera de un camino que anuncia un posible cambio.
-¿Es la construcción del camino de sirga al lado del Riachuelo que solicita la Corte Suprema de la Nación?
-Sí. Una parte de ese camino está construida y otra no. La municipalidad de Lomas de Zamora está en negociaciones con los feriantes de la ribera para que desalojen ese lugar para poder construir la sirga y darles trabajo de otra manera. A los feriantes les servía que estuviéramos filmando el proceso porque les daba cierto respaldo ante la gente de la municipalidad.
-Varios medios hicieron muchos reportajes sobre las diversas ferias que conforman La Salada. ¿Cuál es la mirada habitual sobre ese mundo?
-Leí muchas notas antes de ir al lugar, y de alguna manera encontré una Salada fabricada por los medios de mutuo acuerdo con la gente de la feria de Punta Mogote. Cuando se habla de inseguridad en la zona, le conviene a la feria que administra Jorge Castillo, porque ellos organizan tours de compras. Te llevan con su seguridad y te sacan, pero la gente termina comprando en su feria y no puede ir a la de Orkupiña, a Ocean o a la de la Ribera. Esto lo vas sabiendo una vez que conocés el manejo interno. También trabajé con la cooperativa La Alameda. Tengo un corto anterior llamado Overlock que realicé con material de ellos.
-¿Cómo estructuró su película para diferenciarlo de un informe televisivo?
-Una decisión importante fue que no haya relatos ni testimonios. Fue algo complicado de sostener porque quedó mucha información interesante fuera de la película. Pero me pareció importante hacerlo de este modo, por la cantidad de información previa que tiene el espectador sobre el lugar. Generalmente proveniente de programas escandalosos de la televisión. Intenté guardar una distancia respetuosa con la cámara. No idealizo el sistema de la feria pero es indiscutible que La Salada genera trabajo para una gran cantidad de gente que proviene de la economía informal.
-¿Por qué decidió hacer la avant premiere de “Hacerme feriante” en La Salada?
-Era una necesidad interna, porque no quería pasarla en el Malba antes que en la feria. También decidí insertar el filme como un producto más en la feria. Vampiro, uno de los protagonistas de la película, realizó las copias ya que él vive de eso. Me parece que la discusión de los derechos es senil, los feriantes no van a ir al cine del Malba o al Gaumont, entonces es mi única manera de que puedan verla.
-Usted muestra en su filme gente trabajando en condiciones muy precarias en un taller textil. ¿Cómo logró filmar en ese lugar?
-Pude acceder al taller a través de un contacto que tenía un amigo. De ese lugar quedó mucho material afuera, que exhibía mucho más la precariedad de cómo están viviendo los trabajadores. Decidí no colocarlo para no estigmatizarlos.
-¿Por qué no incluyó testimonios en su documental?
-No quería grabar testimonios, porque quizás así los ponía en el lugar de las víctimas y en realidad eso ya era juzgarlos. Es un mundo muy complejo, mucho de esos talleres son manejados por familias que tienen a sus propios hijos trabajando. Pero en la película hay varios planos donde se ven las condiciones de trabajo, por ejemplo las partículas que vuelan mientras cosen. Ellos están todo el día respirando eso. Creo que a las personas que les interese saber más sobre esto, pueden leer los testimonios de los costureros que aparecen en la página Web de la Defensoría Del Pueblo.
-¿Quiénes cree usted que son los mayores beneficiarios de los talleres textiles ilegales?
-Las grandes marcas y los shoppings son los más beneficiados y responsables de este problema. Dentro de La Salada hay quienes tienen mayores ganancias, que son los dueños de los puestos. Pero no podés comparar a los feriantes con los dueños de Kosiuko, Montagne o Awada, entre otras marcas, que por cada prenda se llevan más de un 95% de ganancias.
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