viernes, 11 de febrero de 2011

Del barroco al cine

Por la variedad espacial y la truca espectacular, el cine ha asumido procedimientos del teatro barroco.

POR ANGEL FARETTA


Acaba de reponerse entre nosotros una versión de La vida es sueño de Calderón de la Barca, clave de toda la provincia barroca española con los Austria todavía en la corona. Es ya locus classicus de cierta erudición ociosa comparar los logros de este poeta dramático con su en poco anterior generacionalmente, William Shakespeare.

Ambos se mueven en el barroco, claro está que el inglés lo hace todavía en los inicios del mismo y con todas las precauciones del caso, debido a su propia situación de homo duplex , ya que el carácter de criptocatólico de este autor sólo es negado hoy por algunos scholars en retirada insular. Pero no es esto lo que deseamos tratar. Si no hacer ver que, por eso mismo, el inglés debe inventar una forma abierta de expresión, así como de representación, para aquello que quiere decir, mientras que el jesuita español lleva hasta las últimas consecuencias el aparato de la representación barroca, sobre todo una truca escénica que, paradójicamente, ya es imposible de reproducir. También emplea un verso estrictamente silábico, aunque muy variado en número, pero con una acción dramática cerrada donde los actores, si quieren actuar en el sentido “moderno”, entorpecen la dicción de los versos. En cambio, en el inglés esa obra abierta, que escandalizó a los “clasicistas” franceses, que lo detestaron, se hace vertiginosa en su representación mediante el empleo de escenarios secundarios, de pequeños intervalos dramáticos desarrollados en lugares laterales a las acciones principales, que ya parecen adelantar el cine, no sólo en cuanto a técnica, sino en cuanto a métodos de significación.

Además, Shakespeare debe emplear un verso blanco –no libre– es decir sin rima y recurrir de manera repetida a un verso acentuado y no silábico, el pentámetro yámbico que habían ensayado en forma tentativa Chaucer y Marlowe. También compone mediante partes versificadas y otras en prosa hasta en una misma escena. En cambio, Calderón rima mediante toda forma posible y mide cada verso silábico, aunque empleando todos los metros. Pero más allá de estas diferencias históricas, donde Shakespeare se mueve cautelosamente para no terminar como Tomás Moro y donde el dramaturgo jesuita se halla por el contrario firmemente asentado en la Contrareforma y por ello mismo lo dice todo lentamente –porque más que teatro sus obras son todavía ceremonias–, los une algo fundamental. Ambos mantienen la unidad entre sentimiento y entendimiento. No se ha producido en ellos esa disociación de la sensibilidad entre el pensar y el sentir que Eliot diagnosticará a comienzos del siglo veinte como el síntoma fundamental de los males de la expresión y del intelecto moderno. Y que él, como Pound, Lewis, Tolkien, Charles Williams y tantos otros intentaron volver a reunir en el mundo de habla inglesa empleando diversos medios expresivos, desde los cuentos de hadas y el relato fantástico hasta la tragedia en verso blanco, pero en traje contemporáneo.

Ahora bien, y sin desmerecer estos logros desde luego, sería el cine quien lograría más que nadie ese religamiento entre razón y pasión, entre sentir y razonar. ¿Cómo fue esto posible? Primero, mediante un afrontar, un aceptar el útil técnico y comprometerse con él en la expresión estética y espiritual. Luego mediante el fundir diversos planos, los que eran a su vez recortados según necesidad y que enlazaban lo plástico-visual con lo dramático-expresivo-humano y con lo musical para reconfigurar símbolos al alcance siquiera epidérmico del espectador contemporáneo. Dejando en todo caso “entre paréntesis” la comprensión más acabada o directamente hermética de esos mismos planos simbólicos.

Tomemos por ejemplo el final de Marnie , de Hitchcock. La confesión-recuerdo de la protagonista y de su madre, el preguntar del hombre que busca salvarla, toda esta complejidad emocional y espiritual que, por ende, es y debe ser también entendida en términos racionales por el espectador –claro está que no en ese mismo momento porque el cine “confía” en dejar instaladas para siempre esas imágenes en la memoria del espectador– se consigue atendiendo de consuno al sentir y al intelegir. Se ha conseguido religar el sentimiento con la razón. Aquí es donde el cine se enlaza con el proceder barroco. Tanto por la variedad espacial como por la truca espectacular. Y sobre todo, como en este caso, que la truca sea expuesta, totalmente visible; porque es –aquí también– pura pompa mundana.

Vito Campanelli: “Con las redes sociales cambió el concepto clásico de la belleza”

En un libro sobre teoría estética, el intelectual italiano analiza el nacimiento de una nueva “sensibilidad estética”, o cómo ya nadie está dispuesto a decir más que “cool” o agregarlo a favoritos cuando algo realmente le gusta en Internet.

POR MARCELA MAZZEI

SIN JUICIO ESTETICO. Hoy lo que importa es anticipar lo 'cool', dice Vito Campanelli. (Imagen: Wordle.net con fragmento del texto)

Con un crecimiento exponencial de usuarios, la Web es el medio que estimula más que cualquier otro la difusión global de ideas y comportamientos, incluso las formas estéticas, modelando la manera en que la sociedad percibe la cultura contemporánea. Así lo entiende Vito Campanelli, teórico italiano autor de Web Aesthetics: How Digital Media Affect Culture and Society (Estética Web: Cómo los medios digitales afectan a la cultura y la sociedad), un libro que viene a llenar un vacío teórico en el debate sobre la cultura digital: cómo a medida que pasamos horas frente al monitor se modifica no sólo la manera en que nos relacionamos sino también cómo apreciamos lo que tenemos ante nuestros ojos.

A través del prisma de la estética –donde priman los juicios del gusto y la experiencia reflexiva de la belleza– Campanelli explora algunos fenómenos actuales como las redes sociales y la “cultura remix”, sentando así las bases para una teoría orgánica estética de los medios digitales.


-¿De dónde surge el interés por lo que llama la “estética Web”?

-Hay muchos estudios que reflexionan sobre las implicancias estéticas de los nuevos medios, pero no es fácil encontrar referencias a las teorías estéticas clásica, moderna e incluso posmoderna: hay un vacío teórico. Otro error muy común es generalizar (y banalizar) el término “estética”, confundiéndolo con el diseño. Si bien es cierto que cualquier cosa puede ser estética, la estética es una discplina muy precisa que tiene que ver con los juicios del gusto y con la belleza, el arte y la experiencia estética. Despejados los malentendidos, mi objetivo fue esbozar una teoría orgánica adecuada a los modos de percepción emergentes y elegí la Web porque es un medio que estimula, más que cualquier otro, la difusión global de ideas y comportamientos, incluyendo las formas estéticas y moldeando la cultura contemporánea y la sociedad.

-Desde esta perspectiva, ¿cómo era la Web en sus inicios y cómo es en la actualidad?
-Hoy la Web está más cerca de los usuarios porque son ellos los que la hacen. De visitantes pasivos de sitios Web ya construidos, un usuario medio sin ninguna experiencia hoy publica contenidos y le da una dimensión social a sus relaciones. Aunque podría considerarse un logro colectivo de los usuarios y, de hecho, no se puede negar que las redes sociales y la blogósfera han cerrado el círculo entre Internet y la sociedad, debemos tener una mirada crítica.

El deseo de afirmar la propia personalidad y mostrarle al mundo nuestro espíritu creativo es el cebo que activa la trampa del espectáculo global y concatenado de los medios de comunicación. Los usuarios, agradecidos por las herramientas gratuitas, no se dan cuenta de que están siendo expropiados en beneficio de las empresas propietarias de los sitios Web (lo que pasa con Facebook es un ejemplo colosal de trabajo no remunerado "donado" por millones de usuarios a Zuckerberg). Ya que no puedo negar los avances derivados de la masificación del uso de los medios digitales, no lo puedo hacer sin cierta nostalgia por la época en que los usuarios pioneros de Internet mostraban una mayor conciencia y compromiso para comprender a fondo la verdadera naturaleza de los instrumentos con los interactuaban.

-¿Qué sucede con la estética Web en la era de las redes sociales?
-Mi tesis a demostrar en el libro dice que estamos asistiendo a la propagación de un nuevo tipo de gusto estético, una nueva “sensibilidad estética” que es característica de nuestro tiempo y, como tal, está profundamente arraigada en el uso de las modernas herramientas digitales y entrelazada con los espacios sociales más estrictamente contemporáneos, que vendrían a ser las redes sociales.

El concepto clásico de belleza ha entrado en crisis categóricamente. En un sentido lingüístico, se manifiesta en la tendencia a sustituir el término en inglés “beautiful’ (bello) por “cool”: en la Web, lo que sea que es el más visto, el mejor rankeado, el más linkeado o recibe más comentarios es automáticamente “cool”. En esta perspectiva, cualquier cosa que se disfruta es simplemente “cool” y cualquier cosa que daña nuestra propia “sensibilidad estética” ni siquiera merece una definición (lo que requeriría de un esfuerzo crítico) y se deja a un lado. Lo que importa es anticipar lo “cool” que está esperando a la vuelta de la esquina.

Se trata de una actitud estética que coincide perfectamente con la proliferación de herramientas para la creación de medios auto-producidos. Cualquier éxito de YouTube sería un buen ejemplo: es probable que sus espectadores comenten “cool” y a lo sumo lo agreguen a sus favoritos o lo envían a sus amigos. Además de ser inútil, cualquier reflexión impide el libre flujo de datos digitales. Después de todo, los temas contemporáneos están tan sobrecargados de contenidos que cualquier intento de reflexionar sobre ellos o intento de formular un juicio estético simplemente están fuera de alcance.


-A esa sobreabundancia se refiere el concepto de “cultura remix”…

-La cultura, en mi opinión, siempre ha sido una "cultura de la remezcla”. El remix es como "impuesto de la evolución", que surge de la necesidad innata del ser humano de transformar personalmente los materiales que tiene a su disposición. Esto podría explicar por qué la práctica de la remezcla es hoy más necesaria que nunca: nunca antes hemos tenido tantos materiales al alcance de la mano (sólo basta pensar en la incorporación de ingentes cantidades de cultura analógica en el dominio digital, por ejemplo en Google Books).

Los materiales son tantos que simplemente piden ser remezclados: si todo es tan práctico, tan extemporáneo y tan divertido, ¿por qué no usarlo? Los individuos se ven obligados a pensar en términos de post-producción y remezcla, para poder hacer frente a la sobrecarga de información digital con la que se encuentran todos los días. Si la cultura siempre ha evolucionado a través de la variación, selección y repetición, habitamos la cultura remix por excelencia, sobre todo si se tiene en cuenta la sinmplicidad y la velocidad de las rutinas computarizadas del cut & paste (cortar y pegar), lo intuitivo del Photoshop o el After Effects. Como sostiende Lev Manovich: el software moderno dio vida a un escenario en el que las operaciones de selección, construcción, edición y publicación de datos se facilitaron a tal punto que se puede prever una etapa de “remezcla total” en la que todo puede mezclarse con todo el resto.

-¿Cree que la cultura digital influye de manera diferente a los nativos digitales?
-El principal objetivo de mi investigación es tratar de entender qué papel juegan los medios digitales en la progresiva estetización de la realidad y sus expresiones culturales más importantes. Más concretamente, cuál es el papel de la Web que, al ser ubicado dentro de este proceso socio-cultural, se convierte en un poderoso agente global de estetización. En esta perspectiva, yo no pondría tanto énfasis en la distinción entre los nativos digitales y el resto del mundo, de hecho, me parece más interesante otros dos temas principales: la estetización de la sociedad y la difusión global de las formas relacionadas con la Web.


-¿Qué podemos aprender de la perspectiva estética de la Web?

-Mi intento de observar la dinámica de la Web (y el flujo continuo entre la Web y la sociedad) a través de la perspectiva de la estética revela, en definitiva, una clara opción política. En realidad, estoy convencido de que la batalla por construir sentido con lo que ocurre delante de nuestros ojos se juega a nivel de las imágenes y las superficies: a nivel estético. Por lo tanto, es precisamente en este nivel que debemos situarnos para dar batalla, es decir, resistir la violencia de la comunicación de masas contemporánea. En mi opinión, la única alternativa a sus efectos es un retorno a un sentimiento estético de las cosas, y esta es la razón por la que quiero construir una estética activa: una herramienta para personas o multitudes que pasen de víctimas de los medios a sujetos estéticos activos, capaces de formular estrategias que desenmascaren las que utilizan las elites del poder.

Antes en La Salada que en el Malba

Julián D’Angiolillo, el director de “Hacerme feriante”, el documental sobre La Salada, explica por qué realizó la avant premier en el corazón del famoso complejo de economía informal, donde se venden a cinco pesos las copias “autopirateadas”.

POR VICTORIA REALE


Hacerme feriante, opera prima de Julián D’Angiolillo atraviesa diferentes aspectos de las ferias que conforman La Salada. Desde el principio, su director recorre con una cámara atenta el espacio de los antiguos balnearios populares, hoy abandonados, para adentrarse en el mundo de la feria. A la vez, pone en foco la negociación que realiza el Estado con los feriantes para sanear la contaminación de la ribera del Riachuelo. La película se proyecta en el cine Gaumont y, durante los sábados y domingos de febrero a las 18, en el cine del Malba.

D’Angiolillo decidió realizar la avant premiere del documental durante una madrugada en la feria de Punta Mogote. Y también se autopirateó la película para venderla sus propias copias truchas a $ 5 dentro de la feria. “Me parece que la discusión de los derechos es senil. Los feriantes no van a ir al cine del Malba o al Gaumont, entonces es mi única manera de que puedan verla”, asegura.


Julián D’Angiolillo habló con Revistaenie.com sobre las problemáticas ambientales y políticas relacionadas con La Salada y las condiciones de trabajo en los talleres textiles ilegales. “Creo que las grandes marcas y los shoppings son los responsables y grandes beneficiarios de este problema”, afirma el director.


-Esta es su ópera prima, pero su familia proviene del cine. ¿Qué trabajos anteriores tuvo?

-Sí, mi padre Luis César D’Angiolillo es director y montajista, y mi madre María Inés Teisie, comenzó como fotógrafa fija y se convirtió en la primera directora de fotografía en la Argentina. Yo estudié Bellas Artes y comencé mi carrera como dibujante, realizando historietas. También estudié Dramaturgia en el Conservatorio y empecé a trabajar para muestras haciendo exposiciones.


-¿Cómo surge la idea de “Hacerme feriante”?

-El documental surge de un encargo para una muestra que se hizo en Barcelona, que se llamó Post It City/ Ciudades ocasionales. Realicé tres cortos para esa exposición, uno sobre la feria, otro sobre el Riachuelo y el último sobre el trabajo de los costureros en los talleres textiles. A partir de esa experiencia, decidí hacer un largometraje.


-¿Qué fue lo que más le interesó del fenómeno que se da en La Salada?

-La feria se encuentra atravesada por diferentes problemáticas: el medio ambiente, la política, y las situaciones laborales. Siempre me pareció muy interesante la estructura de la feria para armar un relato cronológico. La película empieza con el espacio vacío de los balnearios abandonados y termina con el espacio en proceso de transformación, el Riachuelo abandonado, y con gente cortando el pasto a la vera de un camino que anuncia un posible cambio.


-¿Es la construcción del camino de sirga al lado del Riachuelo que solicita la Corte Suprema de la Nación?

-Sí. Una parte de ese camino está construida y otra no. La municipalidad de Lomas de Zamora está en negociaciones con los feriantes de la ribera para que desalojen ese lugar para poder construir la sirga y darles trabajo de otra manera. A los feriantes les servía que estuviéramos filmando el proceso porque les daba cierto respaldo ante la gente de la municipalidad.


-Varios medios hicieron muchos reportajes sobre las diversas ferias que conforman La Salada. ¿Cuál es la mirada habitual sobre ese mundo?

-Leí muchas notas antes de ir al lugar, y de alguna manera encontré una Salada fabricada por los medios de mutuo acuerdo con la gente de la feria de Punta Mogote. Cuando se habla de inseguridad en la zona, le conviene a la feria que administra Jorge Castillo, porque ellos organizan tours de compras. Te llevan con su seguridad y te sacan, pero la gente termina comprando en su feria y no puede ir a la de Orkupiña, a Ocean o a la de la Ribera. Esto lo vas sabiendo una vez que conocés el manejo interno. También trabajé con la cooperativa La Alameda. Tengo un corto anterior llamado Overlock que realicé con material de ellos.


-¿Cómo estructuró su película para diferenciarlo de un informe televisivo?

-Una decisión importante fue que no haya relatos ni testimonios. Fue algo complicado de sostener porque quedó mucha información interesante fuera de la película. Pero me pareció importante hacerlo de este modo, por la cantidad de información previa que tiene el espectador sobre el lugar. Generalmente proveniente de programas escandalosos de la televisión. Intenté guardar una distancia respetuosa con la cámara. No idealizo el sistema de la feria pero es indiscutible que La Salada genera trabajo para una gran cantidad de gente que proviene de la economía informal.


-¿Por qué decidió hacer la avant premiere de “Hacerme feriante” en La Salada?

-Era una necesidad interna, porque no quería pasarla en el Malba antes que en la feria. También decidí insertar el filme como un producto más en la feria. Vampiro, uno de los protagonistas de la película, realizó las copias ya que él vive de eso. Me parece que la discusión de los derechos es senil, los feriantes no van a ir al cine del Malba o al Gaumont, entonces es mi única manera de que puedan verla.


-Usted muestra en su filme gente trabajando en condiciones muy precarias en un taller textil. ¿Cómo logró filmar en ese lugar?

-Pude acceder al taller a través de un contacto que tenía un amigo. De ese lugar quedó mucho material afuera, que exhibía mucho más la precariedad de cómo están viviendo los trabajadores. Decidí no colocarlo para no estigmatizarlos.

-¿Por qué no incluyó testimonios en su documental?
-No quería grabar testimonios, porque quizás así los ponía en el lugar de las víctimas y en realidad eso ya era juzgarlos. Es un mundo muy complejo, mucho de esos talleres son manejados por familias que tienen a sus propios hijos trabajando. Pero en la película hay varios planos donde se ven las condiciones de trabajo, por ejemplo las partículas que vuelan mientras cosen. Ellos están todo el día respirando eso. Creo que a las personas que les interese saber más sobre esto, pueden leer los testimonios de los costureros que aparecen en la página Web de la Defensoría Del Pueblo.


-¿Quiénes cree usted que son los mayores beneficiarios de los talleres textiles ilegales?
-Las grandes marcas y los shoppings son los más beneficiados y responsables de este problema. Dentro de La Salada hay quienes tienen mayores ganancias, que son los dueños de los puestos. Pero no podés comparar a los feriantes con los dueños de Kosiuko, Montagne o Awada, entre otras marcas, que por cada prenda se llevan más de un 95% de ganancias.