Adrián Villar Rojas, el representante de nuestro país en la Bienal de Venecia.
POR ANA MARIA
Una inminencia trágica sobrevuela la obra de Adrián Villar  Rojas, signo  de algo que ocurrió o está a punto de ocurrir. Cualquiera  podía  experimentar esta inquietante sensación ante la ballena encallada  en un  bosque de lengas que presentó en la II Bienal del Fin del Mundo  de 2009.  O ante los escombros que dispersó en el subsuelo de la galería  Ruth  Benzacar en 2008.
El tiempo y el espacio son dimensiones   deliberadamente ambiguas para el joven artista que representa a nuestro   país en la Bienal de Venecia. Una obra como la suya puede delirar con   universos múltiples recreados a distinta escala, como aquellos   pequeñísimos que dispersó sobre una gran mesa para el Premio Petrobras   ArteBA en su edición 2007 o las once esculturas de arcilla que presenta   ahora en Venecia. "El asesino de tu herencia", como quiso llamar a este   trabajo, es una frágil mezcla de imaginario de ciencia ficción y   animación japonesa que dialoga con la solidez de siglos de los muros   medievales del Arsenal en el destacado espacio que ocupa el envío   argentino en esta edición.
Convocado el año pasado por el curador   Rodrigo Alonso, Villar Rojas hizo pie en Venecia en marzo pasado al   frente de un equipo de diez personas que trabajó sin parar hasta el día   de la apertura. La idea era, en palabras del artista, convertir el   espacio asignado en una suerte de "laboratorio que se proponía plasmar   cómo serían editados los residuos de la cultura humana."
No es la   primera vez que el artista trabaja el formato site-specific, un diálogo   con el espacio, en gran medida inspirado por él. Pero tampoco la  primera  que trabaja con un equipo de gente idónea en distintas  disciplinas.
Nacido  en Rosario en 1980, Villar Rojas representa una  nueva camada de  artistas que participa de un sentimiento post utópico  que convierten en  acicate de su imaginación. Pero que también entiende  los modos de  producción del presente como algo que excede la figura del  artista  solitario y la práctica de una sola disciplina.
Su obra  gozó este año  de una ubicación privilegiada que no tuvieron artistas  que le  precedieron y además su presencia se vio beneficiada por la  difusión que  acompañó la visita de la presidenta. Todo esto seguramente  contribuyó  al premio que le otorgó la fundación Besse para hacer una  obra en Japón.
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