martes, 5 de julio de 2011

Pedagogía del abrazo

El autor de esta nota sostiene que algunas de las claves del resurgimiento del tango hay que buscarlas en la modernización de la enseñanza del baile, el boom de Internet y las camaritas de video.

POR RAMIRO GIGLIOTTI


El tango, que anduvo tan de pronóstico reservado hasta mediados de los años '80, un buen día logró sacudirse la modorra y salió a reconquistar el terreno perdido. Varias razones se conjugaron para que aquello pudiera suceder; la menos mentada -y sin duda una de las más importantes- está relacionada con la docencia. En aquellos años aterrizó en las milongas porteñas de un grupo de jóvenes que casi sin darse cuenta modernizó las herramientas pedagógicas con que contaba el tango, revolucionando para siempre su enseñanza.

Graciela González, bailarina y docente, formó parte de aquella avanzada. Sobre lo que ha vivido en sus 23 años con el tango nos dice: "Los que integramos la generación que empezó a bailar en los 80 - los que hoy tenemos entre 40 y 55 años- transformamos el modo de transmitir. Veníamos de la docencia, de la universidad o de otras formas de enseñar la danza... Lo que había antes era la copia de la forma: el maestro te mostraba una figura y vos tenías que copiarla. Se trabajaba por acierto y error. Los maestros milongueros ponían el foco en las piernas y en la forma; nosotros incorporamos el funcionamiento y la sensación corporal." Aquellos jóvenes que comenzaron a bailar el tango en los años 80 tomaban clases con los pocos maestros que se aventuraban a dar lecciones: allí pasaban largas horas tratando de caminar con elegancia, obtener una buena postura y memorizar las interminables secuencias de pasos y figuras. Por las noches, después de las clases, se juntaban a tratar de entender y decodificar la intrincada ingeniería de movimientos que permite que el baile suceda. Estudiando las sensaciones que iban experimentando, probando alternativas y encontrando los sustentos técnicos que sostenían la complejidad del baile poco a poco fueron ordenando un saber que hasta aquel momento era intuitivo y asistemático. Convertidos luego en profesores, las distintas herramientas pedagógicas que habían desarrollado fueron puestas al alcance de las posteriores generaciones de bailarines. "De alguna forma le facilitamos la vida a los nuevos alumnos –opina Graciela-, los procesos fueron más rápidos y los movimientos difíciles se volvieron más fáciles. En definitiva, se acortaron los tiempos: en un año nuestros alumnos estaban haciendo lo que a nosotros nos había llevado cinco."
Mientras la nueva didáctica comenzaba a circular y el tango volvía a florecer aparecieron en escena dos actores inesperados: la cámara de video e internet. En efecto, por aquellos años la videograbación dejó de ser el privilegio de unos pocos y se volvió algo cotidiano; como consecuencia, la posibilidad de capturar imágenes, estudiarlas, rebobinarlas y volver a verlas amplió enormemente los horizontes y las posibilidades de trabajo. La irrupción casi simultánea de internet en la vida diaria permitió la propagación de la información, el intercambio (muchas veces la piratería) y el tránsito incesante de los conocimientos. Es decir que a las razones que promovieron un genuino interés en el tango se le sumaron circunstancias excepcionales que permitieron que ese interés cristalizara en un importante fenómeno social y cultural. Dice González: "Cuando vino el boom las herramientas ya se estaban generando. De alguna manera coincidieron tres factores: las nuevas herramientas pedagógicas, las modernas tecnologías de difusión, (videos, internet, dvd, etc...) y el renovado interés por el tango. Creo que tanto las nuevas herramientas como la tecnología fueron determinantes para que el boom haya tenido la envergadura que tuvo."
El tango es hoy una manifestación cultural que trasciende largamente las fronteras argentinas; un fenómeno que no deja de crecer y que tiene presencia en casi todos los rincones del planeta. Milongueros de todo el mundo llegan a Buenos Aires para tomar clases y disfrutar de las milongas. Bailarines y maestros viajan constantemente al exterior para divulgar el arte tanguero. Aquí y allá surgen nuevas orquestas, shows, festivales y parejas de baile. Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde aquellos lejanos tiempos en los que el tango era una expresión mínima, desesperada y muchas veces caricaturesca. El paso del tiempo permite repasar la historia y observar el largo camino andado. "Yo fui a enseñar a Europa por primera vez en el 95–dice González-; en aquel momento, tanto en el exterior como acá, había que estructurar a la gente porque realmente había muy poca información, nadie sabía bien qué era el tango. En este momento, a la gente que recibo en mis clases tengo que sacarles la información que tienen de más y mandarlos a algo más simple. Cuando yo aprendí nos decían "abrazame, cerrá la boca, cerrá los ojos y seguime"; a eso estoy tratando de volver, a lograr que el cuerpo responda lo más naturalmente posible. "
El análisis no excluye la nostalgia: "En este momento de mi carrera rescato especialmente lo que hicimos con los maestros milongueros; me da la sensación de que aquello tiene un gran valor. El haber pagado derecho de piso, el ganarse el derecho a hacer un paso hace que uno le de más valor a las cosas."

Para ver:
Graciela González y Pupi Castello; http://www.youtube.com/watch?v=6f_BYsvVUz4
Graciela González (solo en la barra): http://www.youtube.com/watch?v=vTtaIXqDIqY

"Residuos de la cultura humana"

Adrián Villar Rojas, el representante de nuestro país en la Bienal de Venecia.

POR ANA MARIA


Una inminencia trágica sobrevuela la obra de Adrián Villar Rojas, signo de algo que ocurrió o está a punto de ocurrir. Cualquiera podía experimentar esta inquietante sensación ante la ballena encallada en un bosque de lengas que presentó en la II Bienal del Fin del Mundo de 2009. O ante los escombros que dispersó en el subsuelo de la galería Ruth Benzacar en 2008.
El tiempo y el espacio son dimensiones deliberadamente ambiguas para el joven artista que representa a nuestro país en la Bienal de Venecia. Una obra como la suya puede delirar con universos múltiples recreados a distinta escala, como aquellos pequeñísimos que dispersó sobre una gran mesa para el Premio Petrobras ArteBA en su edición 2007 o las once esculturas de arcilla que presenta ahora en Venecia. "El asesino de tu herencia", como quiso llamar a este trabajo, es una frágil mezcla de imaginario de ciencia ficción y animación japonesa que dialoga con la solidez de siglos de los muros medievales del Arsenal en el destacado espacio que ocupa el envío argentino en esta edición.
Convocado el año pasado por el curador Rodrigo Alonso, Villar Rojas hizo pie en Venecia en marzo pasado al frente de un equipo de diez personas que trabajó sin parar hasta el día de la apertura. La idea era, en palabras del artista, convertir el espacio asignado en una suerte de "laboratorio que se proponía plasmar cómo serían editados los residuos de la cultura humana."
No es la primera vez que el artista trabaja el formato site-specific, un diálogo con el espacio, en gran medida inspirado por él. Pero tampoco la primera que trabaja con un equipo de gente idónea en distintas disciplinas.
Nacido en Rosario en 1980, Villar Rojas representa una nueva camada de artistas que participa de un sentimiento post utópico que convierten en acicate de su imaginación. Pero que también entiende los modos de producción del presente como algo que excede la figura del artista solitario y la práctica de una sola disciplina.
Su obra gozó este año de una ubicación privilegiada que no tuvieron artistas que le precedieron y además su presencia se vio beneficiada por la difusión que acompañó la visita de la presidenta. Todo esto seguramente contribuyó al premio que le otorgó la fundación Besse para hacer una obra en Japón.

Ciudadanos hiperconectados

El vertiginoso crecimiento de las redes sociales divide a quienes acusan un alejamiento del Ser y quienes celebran acríticamente las invenciones tecnológicas. Aquí, un recorrido por los dispositivos que están cambiando cotidianamente la manera de relacionar a sus usuarios.

POR Fernando Peirone


No existe un fenómeno social que genere tanta incertidumbre, tantas aventuras intelectuales y tantas contradicciones como las redes sociales. Su vertiginoso crecimiento, su versatilidad y su insoslayable presencia pública parecen haber conminado el pronunciamiento –la mayoría de las veces apresurado y categórico, cuando no prejuicioso– de comunicólogos y consultores políticos hasta pedagogos, periodistas y filósofos. Se repite hasta el cansancio que Facebook es el tercer país más grande del mundo después de China y la India (en la actualidad supera los 600 millones de usuarios); que Twitter puede derrocar gobiernos mientras otros dicen que “la revolución no será twitteada”; que con casi 160 millones de blogs emitiendo noticias se ha terminado el periodismo y se perdió de vista la verdad; que no se puede tener tantos amigos sin conocerles la cara; que Internet es el opio de los pueblos. Pero sin certezas, las dudas, la inmediatez, el entusiasmo y los miedos terminaron por reavivar un nuevo round entre apocalípticos e integrados.

De un lado los tecnofóbicos que confirman sus presagios decadentistas con cada nuevo gadget que sale al mercado, y del otro los apologistas e ingenuos que celebran acríticamente y corren detrás de las invenciones del “cerebro digital planetario” como quien persigue los designios de un demiurgo. Ahora bien, ¿cómo abordar una manifestación social cuya contemporaneidad y extensión la convierten en una trampa a la medida de todo tipo de intrigas? ¿Cómo superar el asombro, los prejuicios y el anecdotario para pasar a pensar la “naturaleza” de las redes sociales y los fenómenos epocales que se producen alrededor de las nuevas tecnologías? Un buen modo de empezar sería reconocer lo que de propio hay en ese acontecimiento, admitir que no se trata de una irrupción marciana y que si bien no podemos ser optimistas sin cierta cuota de intrepidez, tampoco podemos sostener el credo heideggeriano que ve en el pensamiento técnico un irrefrenable alejamiento del Ser y un peligro para el pensamiento reflexivo, porque sería caer en simplificaciones –a esta altura– irresponsables. El cruce de palabra, imagen y velocidad que produjo el siglo XX ha sofisticado las comunicaciones tanto como el modo en que nos relacionamos con el mundo; desde el automóvil y el cine hasta la televisión y la banda ancha hay un complejo proceso de asimilación social que se desagrega en los modos de nuestro presente. La vida cotidiana está atravesada por ese devenir, y por más que pueda parecer un proceso ajeno a nuestras vivencias, todos fuimos parte de su desarrollo. ¿O acaso no es posible ver en la lógica instantánea, intersticial y discontinua del zapping una versión electrónica del shopping, y un antecedente de los múltiples procesos concurrentes que intervienen cuando navegamos por Internet? ¿No son los juegos on-line y las redes sociales una virtualización de la vida pública que se perdió primero con la urbanización y después con la modernidad tardía? Dicho esto, podríamos decir que, a pesar de su nombre, las nuevas tecnologías son un fenómeno social antes que tecnológico, como habitualmente se las referencia.


Mundo extenso

La sociedad capitalista y la globalización contaron con sus propios dispositivos tecnológicos. Sin embargo, hay una diferencia que distancia considerablemente el carácter de estos dos dispositivos. Mientras que en la revolución industrial la máquina a vapor estaba en manos de los capitalistas que esclavizaban a los obreros del siglo XIX, en la era digital, la computadora personal e Internet, al alcance de muchos, aumentaron la capacidad de actuar y de comunicar de los ciudadanos de a pie. El acceso masivo a este instrumental, echó a andar volúmenes de información sin antecedentes, capaces de sortear límites que hasta no hace mucho eran la garantía de regímenes de gobierno totalitarios que lograban mantener en el aislamiento a poblaciones enteras. Gran parte de las ciencias sociales, sin embargo, se resiste a ver en la cultura participativa algo más que la corrosión de economías digitalizables, la generación de bienes intangibles, o un relativo empoderamiento de los consumidores. Está muy lejos de ser, dicen, un poder contrahegemónico que genere iniciativa política y presente una alternativa real frente a la globalización y el neoliberalismo. Pero que no logren establecer un poder contrahegemónico, como en su momento fue el movimiento obrero organizado para la sociedad capitalista, no le quita relevancia al protagonismo que tuvieron las redes sociales en los últimos años, haciéndose presentes cada vez que en algún lugar del planeta, por apartado que sea, se necesita ayuda o un pronunciamiento social. ¿No hay en ese acudir una conciencia social y por lo tanto un potencial político? ¿Que Google, YouTube y Wikipedia hayan desbaratado el paradigma de conocimiento que convirtió al modelo ilustrado en un factor de poder y hayan puesto a circular mundialmente otros saberes, no es la expresión mediada de un contenido político a dilucidar? ¿Las banderas del movimiento antiglobalización, de los grupos ecologistas y el Foro Social Mundial, no fueron tomadas y reinventadas (ver el video “Coalición de voluntades”) por un frente generacional-tecnológico que en los últimos 10 años ha producido cambios fundacionales? Hay más de un indicio que nos habilita a pensar que estamos frente a una avanzada contracultural con un alto contenido político, cuyos antecedentes se remontan a los movimientos sociales de los años 60, de quienes retoman algo más que consignas grafiteras, como el decálogo de “la ética hacker” que hoy presentan como una alternativa a “la ética protestante” con que Weber describió el espíritu del capitalismo.

Las nuevas tecnologías han potenciado el surgimiento de una vanguardia polifronte que ha logrado poner en crisis formas dominantes tanto de información, comunicación y conocimiento como de investigación, producción, organización y administración. Esta nueva cultura concibe y cultiva otros tipos de relaciones interpersonales, tanto como otros procedimientos políticos, que no están expresados acabadamente en el uso que hacen de Facebook los televidentes de 6-7-8 , como tampoco en el uso que le dieron los jóvenes universitarios a las redes sociales durante la campaña de Obama, pues si bien en ambos casos han ingresando variables bien interesantes a las prácticas políticas, no dejan de reproducir lo que hasta acá se entendía por participación, militancia y compromiso, sólo que en otro registro. Hablamos de un cambio más extenso, que ha perdido la localidad para abrirse a una dimensión planetaria, vaga e inabarcable, que vino de la mano de la globalidad pero que tiene un accionar divergente.


Temor y temblor

El ingreso a la sociedad conexionista puso en juego algo más que un modo de funcionamiento social, puso en duda un modo de estar en el mundo que tiene una tradición milenaria, y con el que hasta las culturas más diversas se habían alineado. Por eso, como decíamos a principio de este año durante las revueltas del mundo árabe, Europa se equivoca cuando ve en los conflictos de Oriente Medio sólo una consecuencia de los regímenes autocráticos musulmanes y la manifestación de un deseo democrático, en lugar de ver en esas sublevaciones un efecto dominó que viene de más atrás y que terminará por afectar –como ya lo está haciendo– su propia suerte. El Movimiento 15-M español y su repercusión en otras ciudades europeas, es un ejemplo vivo de esa transversalidad cultural. Lo que origina las protestas es mucho más ancho que las circunstancias que lo desencadenan en cada lugar. La presencia y el pronunciamiento que posibilitan y estimulan las redes sociales, expresa una voluntad comunicativa y un interés cuya red-pública es el mundo. Digamos que así como la corporación universitaria no debería dejar de ver en la crisis de los diarios en papel los efectos –en todo caso veloces– de una impronta procedimental que empezó por las discográficas y terminará por alcanzarla y relevarla de su sitial si no logra anticiparse a la jugada, del mismo modo, las democracias occidentales no deberían suponer que están a salvo del tsunami que están produciendo estos plegamientos intraculturales. No alcanza con presentar credenciales republicanas y esgrimir representatividad democrática, porque no es un sistema de gobierno lo que está en juego sino una cosmovisión.

A diferencia de otras crisis que el capitalismo supo sortear y aprovechar para salir fortalecido, estos trastornos sociales presentan una estrategia renovada, frente a la cual el sistema –hasta el momento– no ha sabido darse una respuesta; entre otras cosas, porque su cuestionamiento trasciende al modelo económico y alcanza a sus fundamentos. El carácter de esta singular prorrupción social podría resumirse en cinco puntos fundacionales: carece de un sujeto de cambio identificable, no acota su accionar a un territorio ( locus ), socava poder sin disputarlo, evita –en la medida de lo posible– las confrontaciones, abandona el estatuto que tenía en la palabra ( logos ) como morada del Ser y patrón de sentido para validar una transmediación y una convergencia de lenguajes cuyo producido no es pasible de ser asimilado ni conocido en su totalidad, sólo aludido como campo simbólico-empático.

Es decir, se trata de un movimiento que elude cualquier representación acabada, que prefiere accionar y traccionar de un modo dislocado y discontinuo (rizomático), tornándose especialmente escurridizo y difícil de combatir. Estas prácticas se promueven y desarrollan fundamentalmente a través de blogs y redes sociales, lo cual les permite: a) reconocerse en un colectivo de afines; b) multiplicar un mensaje con un alto contenido político implícito; c) expresar un ánimo social verificable; d) manifestar una voluntad política en estado de latencia. ¿Podemos entonces menospreciar las implicancias políticas de las redes sociales o sostener, como el analista canadiense Malcolm Gladwell, que los lazos de las redes sociales son débiles y sin compromisos, incapaces de generar activismos efectivos? Habría que preguntarle a José María Aznar qué opina de la efectividad que tuvieron las cadenas de SMS después de Atocha (11-M) o a Hosni Mubarak y al dictador tunecino Ben Alí qué piensan sobre la efectividad de Twitter. Por ejemplo, nadie pudo evitar las previsibles consecuencias políticas que produjo el 15-M español, sólo con sentadas silenciosas en la Puerta del Sol y las principales plazas del país; pero tampoco pueden prever cuáles serán sus derivaciones económicas, políticas y sociales, ni en qué lugares repercutirán.

Estamos frente a una importante renovación de los procedimientos políticos y de una sofisticada manera de discutir lo instituido (el poder). Es cierto que por el momento ha desarrollado mayor capacidad de desinstitucionalización que de construcción e institucionalización, pero todo parece indicar que se trata de una corrida cultural de envergadura, cuyas derivaciones políticas e institucionales aún no podemos predecir. “Los especialistas estamos desconcertados, no podemos hacer un pronóstico”, dice el sociólogo español Javier Elzo. “Estamos ante el nacimiento de un nuevo tipo de movimiento social autónomo de partidos y sindicatos”, dice su compatriota Jaime Pastor, experto en movimientos de masas. Leyendo estas palabras y frente a una prorrupción semejante, con ramificaciones que van desde la educación hasta la psicología, no es extraño que las ciencias sociales se muestren particularmente inquietas y en buena medida estimuladas.