El espacio, condición de la lógica de los cuerpos
El lugar vacío a llenarse por una estructura es objeto de estudio por arquitectos contemporáneos, que, aunque parezca obvio, vuelven a preguntarse por los alcances y las posibilidades del espacio. Un trabajo analiza esta tendencia.
POR MARTIN W. PRIETO
El gran poeta y científico Johann Wolfgang von Goethe, quien conoció Estrasburgo, Venecia, Roma y otras ciudades ejemplares, se deleitaba con las formas vibrantes y los detalles inagotables de sus edificios, con el continuo movimiento de lo que estaba quieto. De esto dejó constancia cuando le reveló a su amigo Johann Peter Eckermann (autor de conversaciones con Goethe) su impresión de que la arquitectura era música congelada. Acaso en las figuras de una catedral adivinó las notas, en el ciclo de luces y sombras a lo largo del día el ritmo, y en el todo sintió la melodía lejana. Esta analogía poderosa luego la admiró y ejerció Le Corbusier.
Otro aspecto de la arquitectura, necesario pero no excluyente, se aleja de la contemplación. Su deber es la ingeniería de los materiales para obtener un techo, un piso y la armonía de cañerías y cables; así se configura una división de lo interior y lo exterior, lo propio y lo ajeno. Si el arquitecto intenta incluir lo funcional en lo bello, su obra alcanza todas las prerrogativas del arte, con un atributo peculiar: podemos habitar en su interior. Entonces lo construido contiene los buenos y los malos momentos de nuestra vida, pero seguramente ayuda a producir los buenos. Esta cualidad de la arquitectura de hablarle a los sentimientos del hombre mientras lo refugia, no es muy distinta de la intuición de Goethe acerca de la música, y tal vez, en niveles psíquicos más profundos, de toda forma de arte.
Si el objeto propio de la música es el sonido y el silencio, ¿cuál es el de la arquitectura? Los tiempos del espacio (editado por la Sociedad Central de Arquitectos y Nobuko), del arquitecto argentino Alberto Sato Kotani, se hace esta misma pregunta acerca de la arquitectura contemporánea. Ya el mismo título exige un análisis intenso.
El libro presenta, entonces, un análisis de la idea Espacio en la arquitectura: el Espacio es hoy, ni más ni menos, el objeto fundamental de la arquitectura occidental; y su significado, ceteris paribus , (todo lo demás constante) el que fue elaborado por la Modernidad cuatro siglos atrás. Por lo que la arquitectura del último siglo es esencialmente arquitectura moderna.
Si bien la idea de Espacio existió siempre, no siempre significó lo mismo. Durante el barroco, por ejemplo, no se creía trabajar sobre el espacio disponible, dividiéndolo, encerrándolo, adornándolo, sino que se construía con los materiales mismos; la espacialidad era un fenómeno a posteriori. De hecho, afirma Kotani, el término Espacio no se mencionaba en arquitectura. El Espacio como algo preexistente e inmaterial es una abstracción sostenida por un instrumental histórico y cognitivo determinado: “porque hasta ese momento nadie podía suponer que el espacio tuviese forma, mucho menos la de un edificio”. El Espacio arquitectónico aparece como un conglomerado de categorías gestadas en una época con una determinada visión del hombre, de cómo interactúa con el medio, de cómo desarrolla experiencias sensoriales, de sus necesidades, su escala y su propósito.
Uno de sus iniciadores fue el filósofo y matemático Descartes, quien mantuvo que el universo está compuesto de dos tipos de sustancias. Una es mental, su actividad es el conocimiento y corresponde a la subjetividad; la otra es material, insensible, y corresponde al objeto: la extensión es su principal atributo, por lo tanto es divisible, manipulable. Kotani entiende que de ese río subterráneo y meandroso que es la historia de las ideas, las vanguardias arquitectónicas heredaron la certeza de que la arquitectura es el arte de trabajar con espacios. Ya entrando en polémicas más precisas, Leibniz, autor largamente considerado en este libro, sostuvo que el Espacio no es una cosa, es una relación, la que habilita justamente que haya distintas cosas. El Espacio es una condición de la lógica de los cuerpos, ergo, de las edificaciones.
Pero aquí la arquitectura se nutrió no sólo de las sentencias de la física y la metafísica, principales autoridades de la utopía moderna, sino de la estética, la teoría de la percepción, y de la misma historiografía de la arquitectura, quien no hizo sólo describir los conceptos sino escribirlos. De estas variadas páginas leyeron las vanguardias del siglo XX, que organizaron la arquitectura futura a partir de la idea de Espacio como categoría central.
El libro ejerce una bibliografía amplia y heterogénea que reúne empáticamente autores e ideas a veces distantes. El análisis es intensamente erudito, con abundancia de citas y fragmentos de obras, y las ideas sobrevienen generalmente con disquisiciones laterales. Kotani se propone regenerar la matriz histórica y epistemológica del Espacio arquitectónico; eso explica por qué algunos de los nombres habituales como Le Corbusier, Mies van der Rohe, Sigfried Giedion o El Lissitzky, son invocados junto a los de Ouspensky, Schrödinger o Newton, por ejemplo.
Las largas discusiones teóricas que aquí se reproducen explican, y aun justifican, la centralidad del Espacio en la arquitectura; pero no son las únicas discusiones posibles. Kotani atraviesa el libro con un alegato: el Espacio como objeto y propósito de la arquitectura llegó a ser hoy algo tan natural y obvio que olvidamos que alguna vez no lo fue. Naturalizar lo histórico es en cierta medida limitar sus posibilidades. Antes de los modernos, los arquitectos no se concebían como operadores o artistas del espacio, y también es posible que no lo hagan en algún tiempo futuro.
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